Una voz reconocible

Se acabaron los días señalaítos de la Bienal de Flamenco, pero la vida flamenca sigue con los Jueves. José del Tomate ofreció algunos toques en solitario. Como la épica zambra de su tío abuelo Niño Miguel, una fantasía alhambrista de los años 70. O la Canción de amor de Paco de Lucía en un arreglo para guitarra sola, en una obra que originalmente era para solista y orquesta de cuerda. También la taranta con la que abrió la noche, donde llevó a cabo el mayor despliegue técnico del recital. Aunque la mayor parte del concierto estuvo conformada por toques muy rítmicos con el grupo al completo. Un grupo compuesto por cuatro intérpretes donde brilló, una vez más, la voz camaronera de Kiki Cortiñas: tangos, bulerías, tanguillos, rumba, que introdujo con los sones de la Nana del caballo grande de Camarón. En este último toque llevó a cabo un mano a mano notable con la guitarra de Cristóbal Santiago. La música de José del Tomate es directa, cantable, dulce, sin aristas. Es una música fresca, natural. Falsetas cortas, punzantes, muy directas. De aire nocturno y relajado. No es precisamente la técnica el elemento más destacado de este músico, sino, como decimos, la frescura y la naturalidad. Con la técnica suficiente, naturalmente, para lo que quiere expresar. El tocaor almeriense se lo pasa bien en el escenario, y eso se trasmite al patio de butacas. Además, mostró una gran complicidad con un grupo que conoce al dedillo, que se completa, además de los músicos mencionados, con la presencia de Jónatan Cortés a la percusión. El guitarrista pertenece a una saga de tocaores, entre los que está su padre, Tomatito, y el mítico Niño Miguel ya mencionado. Pero su música tiene personalidad. Y, con ventipocos años, es una voz reconocible en el panorama del toque flamenco actual.