Violines para un merecido cumpleaños
ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

La ficha
***Femás 2025. Programa: Suite en Re mayor, de J. G. Linike; Concierto para violín y cuerdas en Mi menor, de J. Spiess; Concerto a 4 en La mayor TWV 43:A4, de G. Ph. Telemann; Concierto de Brandenburgo nº 3 en Sol mayor BWV 1048, Concierto para violín y cuerdas en La menor BWV 1041 y Concierto para tres violines y cuerdas en Re mayor BWV 1064R, de J. S. Bach. Orquesta Barroca de Sevilla. Solistas: Midori Seiler, Ignacio Ramal y Miguel Romero, violines Dirección: Midori Seiler. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 21 de marzo. Aforo: Lleno.
Podemos jugar a imaginar la escena: Johann Sebastian Bach celebra su cumpleaños en Cöthen e invita a una serie de amigos, como su colega de la orquesta de la corte el violinista y compositor Joseph Spiess, al amigo de éste y también compositor y violinista Johann Georg Linike y a quien sería su futuro compadre en Leipzig Georg Philipp Telemann. Una apasionante velada llena de buena música a buen seguro y de brindis por el cumpleaños de Bach.
Así se articuló este concierto inaugural coincidiendo precisamente con el día de nacimiento del gran compositor y con el violín en el centro del repertorio.
Arrancó la suite de Linike con el característico sonido compacto, denso y rico en color de la Barroca, con una Seiler que marcaba con empeño los acentos de la Ouverture y que en los pasajes fugados conseguía una notable claridad en el decurso de las voces. Fue bello el tempo cadencioso del Air, así como la alternancia de dinámicas en el Trío de la Bourrée. Posiblemente el mejor momento de todo el concierto estuvo en esta obra, sobre todo en el bello y delicado diálogo de Seiler con Mercedes Ruiz en la segunda Air y en el empuje y dinamismo de la Gigue final.
Pero a partir de aquí algo empezó a torcerse e hizo que lo que se aventuraba otro concierto memorable se convirtiese en un evento agridulce. La responsabilidad tiene un nombre: Midori Seiler. Cuando tomó su instrumento para protagonizar el concierto de Spiess lo que allí se escuchó fue un sonido canijo, escuálido, chirriante, metálico y, sobre todo, de una afinación que dejaba mucho que desear en el registro superior del violín. Es indudable su agilidad y virtuosismo, pero quizá el querer defenderse tras estas habilidades la llevó a perder a menudo la fluidez en el fraseo en sus pasajes a solo. En el concierto BWV 1041 todo fue a peor: una cosa es evitar (como admunía Leopold Mozart en su tratado de violín) el exceso de vibrato y otra suprimirlo de manera radical, pues el resultado es un sonido plano, corto de armónicos y que no se abre, no se expande en el espacio y muere a los pies de la violinista. Lo peor, además, fue que con ello arrastró a la OBS, que perdió la uniformidad y la calidad de su sonido. Aún así, el Brandenburgo nº 3 todavía llegó a nosotros con luminosidad gracias a los chelos y las violas (Navarro), además de la soberbia improvisación de Casal en la sección central. De la quema del BWV 1064R ya sólo se salvó el violín de Ignacio Ramal.
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