La vida secreta de Carlos J.
Gutiérrez Solís retrata a un músico atormentado en 'Biografía autorizada', una ficción erudita y amena alejada de los clichés de otros libros sobre rock
BIOGRAFÍA AUTORIZADA. Salvador Gutiérrez Solís. La Isla de Siltolá. Sevilla, 2015. 520 páginas. 22 euros.
Carlos J., el protagonista de Biografía autorizada, la nueva novela del cordobés Salvador Gutiérrez Solís, detesta los libros que abordan el rock, que considera "malos de solemnidad, falsos, mentirosos. Algunos se acogen a la leyenda, la de sexo, drogas y rock and roll, y la amplifican hasta deformarla y transformar esa profesión en algo absurdo y esperpéntico, excéntricamente cateto. El músico, el roquero, como un elemento extravagante, frikazo, egocéntrico, raro en esta y cualquier sociedad, como si no formara parte de ella o, peor aún, como si no formara parte de este mundo".
En su última ficción, Gutiérrez Solís parece haber realizado la operación contraria: elegir como protagonista a una estrella del rock para mostrarla, lejos del estereotipo de un ser caprichoso y estrafalario, abonado al exceso, en su intimidad más dolorosa, en sus miedos y sus inseguridades. Al autor no le interesa tanto reconstruir los pormenores de una gira -aunque también lo haga: en las páginas se cuentan muchos de los bolos del personaje- sino analizar al hombre que se interroga a sí mismo cuando los focos se han apagado, que entabla en la privacidad de su casa, donde la verdad es ineludible y áspera, un ajuste de cuentas con su historia.
El músico, Carlos J., que alcanzó la notoriedad como integrante de la banda Almas sin Konciencia -"así, con k, que era más moderno"- y que ha triunfado también en su trayectoria en solitario, desconoce quién es realmente después de años escondiéndose tras el disfraz de roquero, "el hombre que debo mostrar, el que más interesa", tras un repertorio impostado en el que no se desnudaba. "He compuesto docenas de canciones sobre amores que nunca he sentido, ni siquiera conocido. He compuesto canciones sobre la noche, sus bares y su gente, y apenas recuerdo noches como esas; he escrito canciones sobre viajes que nunca he hecho, sobre lugares en los que nunca he estado (...) pero nunca, hasta ahora, había compuesto una canción que hablara realmente de mí, que contara una parte concreta de mi vida, aunque fuera breve y diminuta", revela el protagonista, para quien todos los datos que se encuentran en internet sobre él "no sirven para reconstruir una vida, mi verdadera vida. La mía no, quiero pensar que ha sido algo o mucho más".
Mientras Carlos J. se afana en armar un disco confesional con el que al fin se explique a sí mismo, Biografía autorizada va desgranando la paradoja de un vocalista que actúa de cara al público pero que alberga pánico a mostrarse, un tipo admirado que afirma que "me cambiaría por todos, por casi todos, sin dudarlo", que es consciente de que "a mucha gente le gustaría tener una vida parecida a la mía" pero que preferiría una existencia gris donde pudiese controlarlo todo, "sería muy feliz con un trabajo de ocho a tres".
Es la complejidad psicológica de su protagonista el factor que contribuye en mayor medida a que Biografía autorizada no sea otro libro más sobre el mundo del rock, aunque un narrador tan hábil como Gutiérrez Solís sabe que el ámbito en el que se mueve su personaje es demasiado jugoso para desaprovecharlo. El autor se divierte desarrollando algunos rumores en torno a su músico, como su rivalidad con Enrique Bunbury o la enemistad con los componentes de su propia banda, con los que evita el contacto poniendo como cláusula "innegociable" de su contrato no compartir camerino en los conciertos o grabando en solitario sus voces cuando preparan un disco.
Biografía autorizada, segundo título de la colección de narrativa que inició el sello La Isla de Siltolá con Pan y cielo, de Juan Cobos Wilkins, ofrece también uno de los acercamientos más convincentes a la Movida madrileña -resulta difícil retratar aquel tiempo sin que quede la sensación de estar ante un escenario de cartón-piedra, y esta vez, por fortuna, eso no ocurre-. De la mano de Carlos J. asistimos a la evolución de la música española, una crónica en la que Gutiérrez Solís ha volcado, más allá de las opiniones del personaje, su memoria y su cultura sobre el asunto. En este sentido, el libro es tan erudito como ameno: se aprecia que el autor ha disfrutado particularmente con la escritura, y logra transmitir esa felicidad a los lectores.
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