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La poeta Aurora Luque se encontraba en Manhattan cuando falleció Steve Jobs y fue testigo de la emocionada despedida que tuvo el fundador de Apple. Al edificio que la empresa posee en la Quinta Avenida acudían los devotos con todo tipo de ofrendas, manzanas, poemas, teclados de ordenador o globos con la forma de un corazón, una parafernalia que Luque contempló con asombro, como si ante sus ojos se estuviese celebrando una liturgia nueva, un culto profundamente arraigado en la población en el que hasta entonces no había reparado. Le causaba perplejidad esa veneración a una figura que juzgaba "sobrevalorada, es como si en la época de Mozart se aplaudiera al autor de los pianos. Jobs era el inventor de los soportes, pero no un creador", razona esta almeriense afincada en Málaga, y de ese sentimiento nacería Rap para la romería de Steve Jobs -"hoy ha muerto un Leonardo: la gente va a rezarle"-, un poema en el que la escritora apreció un interesante giro en su lírica hacia otros territorios que frente a su estilo habitual, "más concentrado, más depurado", le permitían abandonarse "al placer de narrar".
Esta variante abierta en la producción de Luque es uno de los muchos hallazgos de Personal & político, el primer poemario de la autora desde La siesta de Epicuro, publicado en 2008, y que ve la luz dentro de la Colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara. Su artífice suscribe la idea introducida por el movimiento feminista, que defendía que lo personal es político. "Cualquier relato de la intimidad o de la experiencia está ligado a la relación de poder del mundo en el que vivimos", afirma una creadora que resalta que su libro "es político en el sentido de que habla del vínculo con la polis, la ciudad". Luque concluye con desaliento un poema titulado Realismo: "No comieron perdices. Nunca fueron / demasiado felices los helenos. / No nos dan para un guion americano". Consciente de que "es el momento de hablar más alto", la autora manifiesta su amargura, su "no conformidad con cómo se está haciendo el discurso", desde una mirada "aparentemente oblicua, con ironía y sarcasmo. Pero hablo de mi mundo, de lo que veo, intentando no caer en sentimentalismos".
En un conjunto más ligado a la actualidad que otros libros suyos, "esta vez doy cancha incluso a contenidos más inmediatos del presente, que corren el peligro de caducar antes", Luque hace homenajes a algunas series que la han "conmovido" como Breaking Bad o Mad Men o reflexiona sobre la degradación de la idea de viaje, decántandose por los autobuses destartalados, "las alsinas", que "se adentran como rojas lombrices pertinaces / en las profundas plazas de los pueblos", antes que por los itinerarios programados y lujosos de los barcos. "Tenga siempre en la mano / la cámara del móvil: las fotos son su meta", se dice en el texto Temporada de cruceros, un poema en el que se rebela contra esos trayectos "tan empaquetados, tan atados, fijados y previsibles, en los que no se sale de lo establecido como se quiere a menudo que hagamos desde el poder".
Luque, traductora y profesora de Griego, en cuyas páginas se filtra el legado del epicureísmo, rechaza "las etiquetas que los críticos pueden poner, porque son peligrosas" y teme cuando resaltan únicamente su atracción por los clásicos. "Parece que es lo único que se espera de ti, y a mí lo que me interesa es el presente", se defiende. Hay poemas, sin embargo, en los que la escritora retoma esa herencia grecolatina, como en el bellísimo Variación sobre un tema muy antiguo: "Muerta quisiera estar cuando ya no me importen / el sabor de los vinos conversados, la lasitud que sigue / al fervor de un abrazo, las diferentes túnicas azules / que va estrenando el mar...". La sensualidad y el gozo tan presentes en su obra cobran una mayor relevancia a medida que la autora cumple años y ve asomar en un horizonte aún distante la vejez, que ella rebautiza como la catástrofe. "Recuerda que ya nadas más cerca del estuario / que de la efervescente catarata. / Pero busca, hay remansos / y secretos estaques / que brillan como cruda esmeralda todavía", proclama en un pasaje del poemario. En Carboneras, verano 2013, los versos con los que se abre este libro,Luque repasa algunos destellos del verano y alude a un patrimonio que atesora: "Guárdalo en la memoria, protegido, / como licor que abrigue / cuando llegue el glaciar de la vejez".
En Personal & político, la poeta habla siempre de la literatura como de una experiencia íntima y sentida. Hay en las líneas de esta obra una "acción de gracias" a los "pequeños magisterios" y los autores que marcaron a Luque, nombres como Louisa May Alcott -"yo quizás no estaría aquí si no hubiese conocido a su personaje, Jo March", declara-, Emily Dickinson o Ana María Matute. Pero las referencias escapan de cualquier propósito de incurrir en el culturalismo. "Hablo de literatura porque es un material que ayuda a levantar la vida", opina la autora. En este libro hondo y sincero -el título anda en lo cierto- lo personal acaba siendo colectivo, un camino en el que cualquier lector puede encontrarse.
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