La vida es un Pantone

Pepperminta. Sección Oficial. Suiza-Austria, 2009, 84 min. Dirección: Pipilotti Rist. Intérpretes: Ewelina Guzik, Sven Pippig, Sabine Timoteo, Elisabeth Orth.

La desastrosa sección oficial de este año, la peor que alcanzamos a recordar, época Cine y Deporte incluida, nos reservaba la puntilla definitiva para el final, justo después del regreso a una cierta normalidad festivalera con la cinta holandesa Nothing personal.

Pepperminta, así se llama la cosa, trae a Sevilla el primer largometraje de la suiza Pipilotti Rist, conocida videoartista que se ha labrado un excesivo prestigio, cosas de ser mujer y pionera, en los circuitos del arte contemporáneo con su estética colorida e infantiloide y un despliegue de efectos visuales más bien rudimentarios.

Embriagada por el espíritu iconoclasta y rebelde de Pippi Calzaslargas, Ágata Ruiz de la Prada y el payaso de Micolor, la Rist se propone aquí hacer una especie de poético canto a la vida alegre a través de la mirada “libertaria y anarquista” (sic) de una pelirroja locuela, trasunto, suponemos, de ella misma, empeñada en ponerle al mundo una nota de color y feminidad.

Acompañada por una singular pandilla de excéntricos personajes, nuestra irritante Pepperminta se desplaza ingrávida y saltarina por imágenes digitales deformadas por el gran angular, gritando a los cuatro vientos lo hermosa que es su menstruación y lo feo y gris que es el mundo (de los hombres).

A mitad de camino entre un interminable anuncio de compresas y un videoclip de Björk antes de la era Gondry, Pepperminta se cuela en el circuito del cine de autor para dejar a Amèlie a la altura de una punky furiosa y convertir a los protagonistas de La joven de las naranjas en Albano y Romina Power. Que sean precisamente estas dos películas las que más cariño y promoción han recibido por parte de los programadores del festival no puede sino confirmar su definitiva desorientación y mal gusto.