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“La naturalidad es un arte complejo, requiere muchos artificios”

Vicente Luis Mora | Escritor

El autor vuelve a las librerías con ‘Circular 22’ (Galaxia Gutenberg), una novela ambiciosa y polifónica con la que su creador culmina un proyecto sostenido durante los últimos 25 años

Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970), con un ejemplar de 'Circular 22'. / Pepe Gómez
Pablo Bujalance

11 de septiembre 2022 - 07:02

Nacido en Córdoba, residente en Málaga y profesor en Sevilla, el narrador, poeta, ensayista y crítico Vicente Luis Mora es uno de los valores más firmes de la literatura española contemporánea, a la vez que uno de los más libres. Entre sus últimos títulos figuran las novelas Fred Cabeza de Vaca y Centroeuropa, el ensayo La huida de la imaginación y el poemario Mecánica. Ahora, la editorial Galaxia Gutenberg publica su obra más ambiciosa, a la que sólo cierta convención (por otra parte necesaria) nos llevaría a considerarla una novela: Circular 22 es un proyecto escrito durante veinticinco años, que ve la luz en plenitud tras dos entregas anteriores como un mundo en el que conviven la narrativa, la poesía, el texto dramático, la crónica periodística, el aforismo y el lema publicitario más irónico. Todo, o casi, es posible en esta ciudad polifónica.

-Circular 22 incluye un prefacio "de los autores". ¿Tal juego se debe a la evidencia de que el autor que ha terminado el libro no es el mismo que lo empezó?

-El libro ha tenido un proceso de escritura tan largo que ha conocido muchas circunstancias vitales durante el mismo. Pretender que hoy soy la misma persona que empezó a escribirlo sería una completa impostura. De hecho, creo que es bonito comprobar cómo la evolución del libro corre en paralelo a la evolución de mi mirada y de mis lecturas, el recorrido intelectual de mi aprendizaje. Por mi parte sería iluso hacer un borrado de todas esas etapas anteriores y pretender que el libro ve la luz ahora, como si no hubiese tenido un pasado, como si no hubiera tenido un origen hace veinticinco años.

-¿Y le costó mucho a esos autores acordar un consenso sobre lo vivido y lo escrito en un periodo tan largo?

-El consenso al que hemos llegado los autores de este libro es que había que respetar la memoria de los textos. Porque los textos también tienen memoria. En su momento, todos ellos tenían unos destinatarios claros que eran las personas de su época, y eso había que mantenerlo. Por ejemplo, algunas piezas hacen referencia a las pesetas, porque fueron escritos antes de la llegada del euro, y así se han quedado. Eso merecía respetarse. Y hay además una cuestión importante: este libro llega después de dos libros anteriores que se publicaron en su momento como entregas del mismo proyecto, que leyeron personas determinadas en un tiempo concreto, y entiendo que esas personas van a querer reencontrarse con aquellos libros en la entrega final. Y hay que respetar la sensación de lectura, las emociones que aquellos libros pudieron desatar en su momento y que tal vez los lectores querrán evocar ahora. Hay un bagaje ahí al que he querido ser fiel, un archivo emocional y afectivo que en ningún modo los autores de este libro hemos descartado.

-¿Cómo lo hizo para mantener la naturalidad espontánea con la que fueron escritas las piezas del libro a la hora de abordar la estructura del volumen, tal vez su sistematización?

-La naturalidad es un arte muy complejo. Requiere muchos artificios para producir el efecto deseado. Mantener la espontaneidad es un trabajo maravilloso, pero con el paso de los años he ido asimilando más soltura, supongo que más pericia. De todas formas, el libro tiene distintos tipos de texto, y si algunos de ellos presentan una mirada más espontánea, como nacidos directamente de la observación, otros no son para nada así, son resultado de un proceso más laboriosa. Y creo que la mezcla funciona porque representa de alguna forma lo que sucede cuando te mueves por una ciudad: hay momentos en los estás como autista, metido en tu coche, con el piloto automático puesto; pero hay otros en los que ves algo que te hace pensar. Y el libro es así: hay partes donde la espontaneidad gobierna, en las que te dejas impregnar por la ciudad y el entorno, y otras en las que lanzas la mirada sobre personas y situaciones concretas para intentar arrojar algo de luz. Creo, entonces, que el libro viene construido sobre un modelo que intenta compensar los dos ejes de la balanza.

El autor, durante la entrevista. / Pepe Gómez

-¿Diría que hay en su libro una mirada de cronista, un empeño en dar cuenta fiel de la contemporaneidad?

-Si hay algunas piezas que puedan responder a un modelo casi periodístico, cerca de la crónica o el reportaje, no es por un objetivo premeditado, sino que es una consecuencia del proceso. Lo que yo quería era responder cómo se puede escribir en el siglo XXI. Es decir, a la vista de toda la tradición literaria, valorar qué debería hacerse con la narrativa en el siglo XXI. Quería lanzar un anzuelo de este tipo, aunque fuese para adoptar una posición en contra. Circular 22 es mi respuesta a cómo creo que la narrativa puede trabajar hoy. No cómo debe hacerlo, porque cada autor debe ser libre y buscar sus propias respuestas. Aquí están las mías. El resultado es una mezcla absoluta de géneros, una escritura en la que el lector puede encontrar prácticamente cualquier cosa. Y esto quiere ser una respuesta a otra pregunta, respecto a si el mundo podría ser un género literario. En el siglo XX se despejó la duda sobre si la ciudad podía ser un género literario. Bien, vayamos más allá: ¿puede serlo el mundo?

-Pero, ¿no vamos a escribir hoy inevitablemente como se escribe en el siglo XXI? ¿Igual que hoy nos comunicamos, trabajamos, nos vestimos y educamos a nuestros hijos en el siglo XXI, sin pararnos a pensar cómo podríamos a hacerlo? Tolstói, hasta donde sabemos, no se paró a pensar cómo se podía escribir en el siglo XIX, lo hizo y ya está.

-Lo que pasa es que los modelos retóricos son el inconsciente de la literatura. Los protocolos narrativos son como el funcionamiento por defecto, meramente automático, que acontece cuando uno no reflexiona sobre sus propios procesos de escritura. A mí me gusta mucho conocer los procedimientos narrativos de los clásicos y cómo reflexionaban sobre ello. Si lees su correspondencia, sus reseñas, sus diarios, de autores como Clarín, Borges o Virginia Woolf, por citar a algunos extraordinarios reseñistas, encuentras que todos ellos son muy conscientes de sus modos de escritura y de los modos de escritura ajenos. En estos autores encuentras que en sus primeros pasos hay aún cierta timidez, como una tentativa, hasta que encuentran plenamente su voz, y es entonces cuando los ves insertados del todo en su tiempo, con suficiente autocrítica. Creo que hoy hay mucha narrativa que se escribe inconscientemente, en la medida en que se limita a adoptar modelos heredados. Sus temas pueden ser actuales, pero sus formas no. Y lo que es decisivo para la literatura no son los temas, ya que los temas se comparten con el cine, la televisión y otros medios; lo que es decisivo para la literatura es la forma. Y la forma es la suma de las decisiones conscientes que un autor asume en virtud de su propio programa estético.

-¿Dónde situaría ahí la cuestión del estilo, en esa búsqueda consciente o en la adopción acrítica de corrientes retóricas?

-Creo que con el estilo sucede lo mismo: cada autor debe interrogarse sobre las posibilidades al respecto y actuar en consecuencia. En el caso de Circular, mi intención ha sido reunir por todas las modalidades posibles del estilo, desde el muy elemental hasta el más recargado y barroco. Hay piezas de estilo más irónico, otras más cercana al recorte periodístico, otras abiertamente experimentales… y esa pluralidad de estilos responde a la idea del mundo como género literario. Por eso hay piezas más cercanas al realismo y otras más próximas a la fantasía y la ciencia-ficción, algunas son casi carnavalescas, otras mucho más ajustadas. Por eso hay también una pluralidad de voces, desde la voz del drogadicto de las afueras a la voz del millonario pasando por la del académico de la lengua. Porque no sólo quería abordar el mundo, nuestro mundo, también explorar otros mundos posibles, imaginarios. Más que un ejercicio de estilo, lo que he intentado es un ejercicio de estilos, hasta crear un archiestilo en el que pueden reunirse todos.

-¿Es la imaginación la gran damnificada de la literatura contemporánea?

-La imaginación es un término muy amplio. Puede aplicarse a los temas de los libros, pero también a las estructuras con la que están escritos o, precisamente, a su estilo. Pero creo que en la literatura actual hay un apego a lo real morboso que por otra parte se materializa también en un estilo realista y simple, es decir, no hay imaginación ni en el tono ni en la forma. Y eso sí que me parece preocupante. Disfruto mucho con la literatura escrita a partir de acontecimientos reales, con autores como Larra, sin ir más lejos, que imprimía a sus artículos y una forma y un estilo que los convertía en obras de arte. Hay, por el contrario, escritores de ciencia ficción, por ejemplo, que muestran una imaginación desbordante a la hora de escoger sus temas pero luego cojean en las estructuras, los recursos y la técnica. Para mí, se trata del mismo problema desde distintos ángulos. Creo que en cuanto más sitios esté la imaginación, mejor. Esa, al menos, es mi opinión.

-¿Comparte la idea de la postmodernidad que concede más valor al fragmento que al todo?

-Circular no es exactamente un libro fragmentario. El fragmento se piensa siempre en relación con un todo, pero en este libro no hay ningún todo. Se trata de una obra abierta que podría seguir creciendo eternamente. Si no lo va a hacer es porque considero que ya ha tenido suficiente vida adulta. La discontinuidad es una característica interesante, porque apela a la evidencia de que las piezas nunca pueden estar unidas del todo, ni siquiera por la estética del libro. El vacío y el silencio son consustanciales a Circular: lo que no está es tan importante como lo que aparece. En este sentido, no creo que este libro pueda vincularse con la postmodernidad. Está en un lugar diferente, que permite incorporar tanto el mundo que conocemos como los mundos posibles. Pero ya se encargarán los críticos de ubicarlo.

"Hoy hay mucha narrativa que se escribe inconscientemente, en la medida en que se limita a adoptar modelos heredados"

-Su obra parece mantener cierta conexión con el mundo clásico en la medida en que ambiciona a ser una ciudad en sí misma. Quizá una ciudad de palabras, como quería Platón.

-En la novela hay citas de Heráclito, de Aristóteles, de Platón y otros autores del mundo clásico. Su pensamiento está muy presente. La idea de ciudad vertebró el comienzo del libro y siguió haciéndolo durante quince años, aunque con el tiempo terminó adoptando la idea de mundo. La ciudad puede ser lo más dañino: piensa, por ejemplo, en las megápolis donde se crean enormes bolsas de pobreza y precariedad. Pero hay un aspecto positivo de la ciudad que tiene que ver justamente con la polis griega, con el lugar de encuentro en un sentido cívico y político. Y esa idea de vinculación, entendida de modo humano y afectivo, me interesa mucho, porque ése es el modo en que Circular 22 se ha ido trenzando. La cultura humanística que definió a las ciudades, y que tiene también su espacio en la novela, tiene algo de tejido psicológico, lo que se traduce a su vez en cierta tensión narrativa.

-En la multiplicidad de géneros de la que hace gala su libro, ¿es la poesía la que permite con más facilidad la adopción de distintas soluciones formales?

-Puede ser fácil detectar al novelista que es también poeta por dos cuestiones: la preocupación obsesiva por el lenguaje y la conciencia del ritmo de la frase. El sonido es muy importante para captar la esencia de una ciudad, y eso se traduce en un ritmo, en un compás reconocible. Y éstas son justo las herramientas con las que trabaja el poeta. Creo que en Circular 22 la poesía da un juego especial cuando los personajes se expresan en primera persona, precisamente porque tienen la necesidad de expresarse, y eso es algo que la poesía permite con mucha fidelidad. Es cierto que hay otras soluciones como el monólogo interior de Joyce, pero encuentro en la poesía una opción más natural.

-¿Cómo afronta la construcción de los personajes?

-En la infancia de los narradores, los primeros personajes son las personas de su entorno inmediato, de su familia y de su casa. Y quizá esto obedece a una cierta prudencia porque el escritor considera que no ha vivido lo suficiente. Cuando has recabado suficiente experiencia empiezas a distinguir algunos patrones, ciertos rasgos comunes en las personas a las que vas conociendo. Y todo esto te lleva a la conclusión de que la creación de personajes es un arte muy complejo, que se mueve entre el peligro de caer en el estereotipo y en el del personaje estrambótico. Hay que darle a cada personaje su dosis de reconocibilidad sin caer en premisas fáciles.

-¿Qué se puede escribir después de Circular 22?

-Estoy trabajando lentamente en una novela breve, muy distinta de Circular de todo lo que haya escrito antes. Sí, detrás de Circular tiene que haber vida, y tiene que ser diferente. El problema es que cuando has vivido en una habitación durante veinticinco años cuesta mucho echar la llave sin más, más aún porque la habitación de Circular ha sido muy cómoda, he estado muy a gusto ahí. Ahora tengo que reajustar mi cerebro para encontrar otros espacios igual de habitables. En ello estoy.

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