La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Centroeuropa | Crítica
'Centroeuropa'. Vicente Luis Mora. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2020. 184 páginas. 18,50 euros
Narrador, poeta, crítico literario, ensayista. Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) ha trabajado, y con excelente dominio y factura, todos los géneros literarios. Con premios como el Torrente Ballester, por su novela Fred Cabeza de Vaca, o el Málaga de Ensayo, por Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura, el escritor cordobés es hoy un autor de referencia, destacado en su generación, la cual cuenta con nombres como Pablo García Casado, Jorge Carrión o Javier Calvo. Con Centroeuropa, Mora ha sido galardonado con el Premio Málaga de Novela. Editada por Galaxia Gutenberg –con la belleza propia de sus ediciones–, la obra trata la vida de Redo Hauptshammer; o mejor dicho, la obra comienza con el instante en el que Redo Hauptshammer llega a un pueblo de la antigua Prusia llamado Szonden. Donde se instala, huyendo de Viena.
En la novela viajamos a la Europa de finales del siglo XVIII y principios del XIX, con una sociedad y un continente en los que se intuyen los ecos de las revoluciones burguesas y liberales, la transformación de las convenciones sociales, de los idearios, de los paradigmas culturales. Una Europa que muda las ideas del Antiguo Régimen y alcanza la modernidad, el romanticismo, otra concepción del individuo, de la religión, de las relaciones sociales. En ese tiempo entre dos tiempos, Redo Hauptshammer procura hacer nueva vida en el pueblo de Szonden. Son numerosas las referencias al periodo histórico que vive el protagonista, desde el Congreso de Viena a Napoleón, junto con otras claves que aún no adelantamos –es éste, por cierto, un recurso habitual en la narración de la novela: contar, sugerir, y dejar al lector con la intriga de la espera, de saber qué sucederá–.
Redo Hauptshammer no viajó solo a Prusia: lo hizo con su esposa, aunque ésta falleció durante el viaje. Transportando el ataúd de su esposa fallecida, Redo –así se le suele llamar en la novela– llega a Szonden con el propósito de empezar una nueva vida. Alejada de todo lo que hasta entonces había vivido y conocido. Centroeuropa es una novela repleta de símbolos e interpretaciones: en la Europa entre dos épocas, una Europa que cambiará la cultura de los siglos que están por venir, un hombre decide también cambiar su propia vida. Empezar de cero. El protagonista, en cuanto llega a su nuevo destino, desea dedicarse a sembrar –es importante el trabajo que elige– y a cultivar su propia tierra. Es la idea de la civilización que será ruptura de todo lo conocido hasta entonces. Es la Europa de los nuevos gobiernos liberales, de los alzamientos revolucionarios, de los principios de la Ilustración –con sus virtudes y desastres–, del origen de las naciones resurgidas al calor de los nacionalismos decimonónicos, de Marx y de Engels, de la industrialización, de una sociedad cada vez más secular. Es, en resumidas cuentas, el germen del mundo que hoy contemplamos, del paradigma de lo contemporáneo.
La trama de la novela irrumpe desde la primera página, y desde el primer momento el autor sabe cómo captar la atención con una sobresaliente técnica que combina ritmo, elipsis y elocuencia. En las primeras frases de Centroeuropa leeremos uno de los principales enigmas que discurren por toda la novela: Redo, al querer enterrar a su esposa, se topa con el cadáver de un "varón, prusiano, soldado húsar y congelado". A este cadáver le siguen dos más, y luego otros dos más, y... Así se van sucediendo unos hechos que desconciertan al alcalde, al prefecto, al historiador intelectual, y a los habitantes de un remoto pueblo de la desaparecida Prusia.
Asombra, por otra parte, la minuciosa precisión con la que Vicente Luis Mora construye la novela. Sus aspectos formales. Con qué artesanía trabaja la materia. Todo transmite orden, armonía, medida. Desde la elección de los capítulos, pares –creo recordar que era Kundera quien siempre dividía sus novelas en siete partes– hasta el perfecto desarrollo de la narración, a modo de largo testimonio, de libro de memorias. Hay también saltos, torpezas y olvidos deliberados en la manera de contar la historia –es el propio Redo quien la cuenta–, y que en absoluto suena impostado o artificioso. A los personajes les concedemos toda credibilidad, incluso a los más fantasiosos (dejaremos que los lectores descubran quién o quiénes son).
Es el último capítulo de la novela un acierto de desenlace, con ese final tan bien enfocado y elaborado, y donde Mora acaso encierre todos los propósitos que persigue en la obra. Digamos que es una especie de novela dentro de la novela, aunque con matices más intensos; un desenlace que reserva una pirotecnia final de todo lo que hasta ahora íbamos leyendo página tras página. Como decimos, es un cierre soberbio, donde hay tiempo para reflexiones sobre la cultura, la historia, la poesía... de la mano de uno de los personajes, Jakob, el historiador que representa el rol de intelectual de la época. Dice así Redo, recalcando esa labor de instrucción del profesor, que a su vez acompañará a sus lectores: "Gracias a Jakob ahora tengo una cultura, que me permite uno de los dones más preciados de la civilización: enunciar los lugares comunes de forma que parezcan otra cosa. La cultura permite presentar las obviedades antiguas como si fueran nuevas". Tesis y sentencias similares podrán disfrutar a lo largo de la obra.
En Centroeuropa se sabe equilibrar la ficción y la verdad histórica, el relato sólidamente construido y la narración fluida, ligera, los convencionalismos de la novela y la originalidad de nuevas propuestas..., los referentes, los símbolos, las claves que discurren por los interiores del texto, sabiamente escogidas. Mora sabe contar unos años decisivos para la historia de Europa. Retratando la condición humana. Llegando al núcleo sobre el que hemos edificado nuestra sociedad. Nuestro modo de vida. Nuestras cosmovisiones. Un excelente epítome con el que se refleja de dónde venimos, nuestras raíces culturales, y que apunta lecciones y emociones que resultan atemporales.
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