Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
CINE
Los Bellas Artes de Sevilla y Cádiz, la Cartuja de Jerez, el monasterio extremeño de Guadalupe o el Museo del Prado se conectan con Dallas, Nueva York, Jerusalén y Auckland, en el norte de Inglaterra, gracias al documental Zurbarán y sus doce hijos, la película que la directora Arantxa Aguirre ha estrenado en la recién clausurada Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).
Pocas veces se ha visto en pantalla grande la obra del pintor de Fuente de Cantos con tal calidad y elegancia. Aguirre comenzó su carrera trabajando en los equipos de dirección de cineastas como Mario Camus, Basilio Martín Patino -con quien trabajó también en su serie Andalucía, un siglo de fascinación-, Carlos Saura o Pedro Almodóvar. En las últimas dos décadas se ha centrado en la dirección de sus propios documentales, la mayoría de los cuales han tenido que ver con la música, el teatro o la danza, como Dancing Beethoven (2016), de gran repercusión. Aunque esta era la primera vez que Arantxa Aguirre (Madrid, 1965) se centraba en la pintura, resulta obvio que su conocimiento de las otras artes ha propiciado la fluidez del proyecto: "Cada vez entiendo mejor que las distintas artes tienen la misma raíz y que hay muchas concomitancias entre ellas. Sólo cambian el material y las herramientas con que se da forma a las ideas", arguye. Zurbarán y sus doce hijos aún no tiene fecha de estreno en Andalucía, pero a su directora le gustaría que pudiera verse pronto en Sevilla, "donde él tanto trabajó y donde están muchas de sus obras maestras".
El documental ofrece una visión muy completa del Siglo de Oro español y recoge documentos esenciales para ilustrarlo, como la anónima Vista de Sevilla que custodia la Fundación Focus. "Mostramos una época llena de posibilidades, de energía y movimiento, en la que se abrían nuevos caminos, como ese comercio con las Américas que convirtió a Sevilla en una de las ciudades más pujantes de Europa. Zurbarán trabajaba sin descanso, le llovían los encargos, mantenía un taller, viajó, pleiteó, se casó tres veces y tuvo nueve hijos (no doce, como en el título del documental, que es un guiño a su serie de los patriarcas) y, en medio de ese frenesí, llevó a cabo una pintura serena, concentrada, de una gran intensidad. Es como si toda esa energía expansiva del Siglo de Oro se replegara en su obra y se hiciera honda o jonda, si se me permite acudir a un término del flamenco", explica Aguirre por correo electrónico.
Zurbarán pintó en Sevilla, alrededor de 1640 y seguramente para el mercado americano, la serie de Jacob y sus doce hijos, que es el punto de partida de este poderoso relato visual sobre política, comercio y cultura que ha producido la Fundación Centro de Estudios Europa Hispánica (CEEH), que dirige José Luis Colomer. De la serie pictórica no se volvió a saber nada hasta 1730, cuando un comerciante portugués de origen judío la llevó a Inglaterra. Más tarde, el obispo de Durham la adquirió en una subasta y la colgó en su castillo, en señal de apoyo a los derechos de los judíos en Inglaterra. Allí ha permanecido durante 250 años, hasta que la Iglesia anglicana puso a la venta el castillo y los cuadros. "En 2012 ambos fueron adquiridos por un filántropo inglés, que quiere hacer de ellos el alma de su proyecto de regeneración de esa zona depauperada del noreste de Inglaterra", contextualiza la directora.
Mientras el castillo se reformaba para dar cabida al flamante TAP (The Auckland Project), el dueño de los cuadros aprovechó para prestarlos a varios museos internacionales y ese periplo es el que articula este documental, que sigue los pasos de las obras por el Meadows Museum de Dallas, la Frick Collection de Nueva York y el Museo de Israel en Jerusalén así como su regreso al Castillo de Auckland. "Este hilo conductor, que es casi una vuelta al mundo, nos permite también visitar otros museos que albergan obras maestras de Zurbarán, hablar con prestigiosos especialistas y, poco a poco, ir adentrándonos en el mundo apasionado y apasionante del pintor extremeño", recuerda Aguirre que, por ejemplo, conversa en el Museo de Sevilla con Ignacio Cano y en la National Gallery de Londres con su director, Gabriele Finaldi.
Una de las particularidades de esta serie pictórica es que el tema de los doce patriarcas de Israel era popular en América porque se creía que los indígenas americanos descendían de las tribus perdidas de Israel. El rodaje incluye por ello una conversación en el Archivo de Indias, en Sevilla, con la experta Akemi Herráez Vossbrink. "Ella ha investigado una serie casi idéntica a la de Auckland que tuvo que haber llegado al Perú, dado el gran parecido que ofrece la copia local que está en el Convento de San Francisco, en Lima, para algunos obra de la pintora limeña del XVII Juana de Valera. Las otras dos copias que existen de la serie se encuentran en Puebla y Ciudad de México, respectivamente. La de Puebla fue producida por el taller de Zurbarán hacia 1650 y destinada a la exportación. La que se encuentra en Ciudad de México, sin embargo, es posterior, probablemente del siglo XVIII o incluso XIX, y fue realizada por un taller mexicano a partir de la copia de Puebla", prosigue.
Cuando José Luis Colomer contactó con Arantxa Aguirre, por recomendación de la escritora Soledad Fox, la directora fue consciente de que se le daba una oportunidad "irrepetible" de enfrentarse a uno de los titanes de la cultura española. "El CEEH se dedica a promover el arte español del Siglo de Oro y todos sus proyectos, ya sean publicaciones, exposiciones, discos o documentales, se caracterizan por la calidad y el rigor. Por supuesto, fui consciente del enorme desafío que tenía que asumir pero son ese tipo de desafíos los que me hacen crecerme y dar lo mejor de mí misma", confiesa.
La película, que combina imágenes en blanco y negro y a todo color, se desarrolla a lo largo de un viaje y en ese sentido, considera Aguirre, "es una road movie donde todos los escenarios son muy importantes y actúan como personajes sucesivos de la historia". Son muy especiales, por ejemplo, las imágenes tomadas en Jerusalén, donde tuvieron lugar las bendiciones de Jacob a sus hijos, que son el asunto de la serie; las otras dos sedes de las exposiciones, Dallas y Nueva York, y por supuesto, Sevilla, "donde Zurbarán llegó a ser Zurbarán".
Sin embargo, la directora reconoce que hasta que no visitó los parajes austeros de Fuente de Cantos, donde nació y transcurrió su infancia, no acabó de entender por completo la pintura del extremeño. Esenciales en este periplo son también Guadalupe, el Museo de Cádiz, que custodia tantas obras maestras como los ángeles turiferarios, o la Gran Cartuja de Grenoble, donde tuvo lugar la visita de San Hugo en el refectorio, retratada en el impresionante cuadro de Zurbarán que atesora el Bellas Artes de Sevilla, y que conmovió profundamente a la directora. No faltan el Museo del Prado, donde están el Agnus Dei o el Bodegón con cacharros, el Museo de Escultura de Valladolid, sede del lienzo de la Santa Faz, que permite al proyecto analizar los valores tridimensionales en la obra zurbaranesca, así como Lyon, que atesora un San Francisco estremecedor... "Y desde luego Bishop Auckland, sede del castillo y de la serie de los patriarcas, que supone el final de este viaje y, a la vez, el principio de una nueva vida para estas pinturas, en el seno de un proyecto que rebosa idealismo y esperanza", valora la cineasta.
Y es que, como relatan a la cámara los propios mecenas pero también los vecinos de la zona, el Proyecto Auckland se propone, con la serie de Zurbarán como punto de partida, reactivar una región deprimida, convirtiéndola en centro de referencia en el estudio del arte español. A Aguirre le parece muy llamativo que un proyecto que gira en torno a España sea "tan quijotesco". "Como tal, despierta toda mi simpatía y creo que despertará la de muchos. Merece salir bien. Rodar allí fue emocionante por varios motivos. En primer lugar, suponía el final de un viaje que había durado mucho tiempo y se había alargado más de lo previsto. Además, representaba conocer por fin un lugar del que había oído hablar a lo largo de todo el proceso. Por último, en cuatro o cinco días tenía que captar la energía, la personalidad y el acento de ese lugar en el mundo que era clave en esta historia y temía quedarme en la superficie. Quien vea la película podrá juzgar si logramos salir airosos de la empresa".
Aunque el viaje de la serie de Jacob y sus doce hijos es el leitmotiv de la cinta, cuando el espectador concluye su visionado no puede abstraerse de la poderosa fascinación que ejerce la pintura del artista y a la que, también, ha sucumbido Arantxa Aguirre. "Dicen que Velázquez pintaba el aire. Yo creo que Zurbarán pinta el silencio. Por eso supo representar como nadie a todos esos santos y monjes cartujos, que renuncian a hablar y a veces te miran con una intensidad casi insoportable, escrutando el fondo de tu alma. Silencio elocuente como los ojos de esos monjes ardientes o silencio sereno, trascendido, como el de las santas y los mártires que muestran los utensilios de su tormento con expresión tranquila y distante. Ese silencio que llena de dignidad los humildes cacharros de loza, las telas y los pliegues de los vestidos. Lo que me ha enseñado Zurbarán es a escuchar el silencio. Y a entender que el silencio es también música".
La música, por cierto, es un aspecto muy cuidado de la producción, que ha contado con el asesoramiento sonoro del especialista Albert Recasens. Todos los detalles están muy cuidados en un proyecto que, durante su gestación, ha servido de embajador en el mundo de la cultura española y viceversa: ha sido testigo del gran respeto que hay en el extranjero por nuestros artistas. "Creo que España", continúa Aguirre, "tiene en el arte y la cultura uno de sus mayores activos en cuanto a presencia y proyección internacionales. Lo inteligente sería tenerlo muy claro y ponerlo en valor. No sé si somos capaces de competir en tecnología con Estados Unidos o con Japón o con Alemania, no sé si somos una potencia industrial pero lo que tengo clarísimo es que somos una potencia cultural y eso no lo discute nadie en ningún lado. Todo lo que sea reforzar ese activo y darlo a conocer nos beneficia a todos. De modo que sí, sin duda, pienso que España debe intensificar sus relaciones culturales ultramarinas".
A la directora le gustaría, obviamente, que este proyecto lo viera el mayor número de personas posible y que, además, pudieran disfrutarlo en las mejores condiciones. "En estos tiempos de temor e incertidumbre, en los que no se sabe si los cines resistirán el embate, yo sueño con que este documental pueda verse en pantalla grande, donde los colores, las texturas, las formas que pintó Zurbarán brillen en la sala oscura y se apoderen de la imaginación de los espectadores. Espero que, a pesar de los pesares, la película pueda proyectarse en algunos cines antes de terminar en las plataformas que, a mi entender, suponen el final del recorrido".
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