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"Un viaje en el tiempo" a la Sevilla rica y oscura del XVI

Alberto Rodríguez y Rafael Cobos presentan 'La Peste', su "viaje en el tiempo" a una Sevilla "desconocida", una urbe en la cima del mundo y que se debatía entre "la belleza y la oscuridad"

Presentación de ' La Peste' de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos / Antonio Pizarro
Francisco Camero

10 de enero 2018 - 19:14

Sevilla/Entre cervezas, durante muchos años, el director Alberto Rodríguez y el guionista Rafael Cobos acababan fantaseando a veces con un "viaje en el tiempo". Algo imposible, claro. Hasta cierto punto, a la postre. "¿Cómo sería la Sevilla de finales del siglo XVI, no te gustaría darte un paseo por sus calles", solía decirle el primero al segundo. Y en el reino de la "ensoñació" permaneció ese viejo deseo hasta que les llegó la llamada de Domingo Corral, director de ficción en Movistar+, donde a partir de este viernes estará disponible la primera temporada al completo de La Peste, la serie que está llamada a ser "la obra de arte, la guinda del pastel" de esta plataforma audiovisual con la que Telefónica se ha propuesto hablarle de tú a tú a gigantes del mercado actual como HBO y Netflix.

El proceso ha sido largo -"antes del comienzo del proyecto yo no tenía hijos y ahora tengo dos", apuntó entre risas Cobos- y ha experimentado cambios. De entrada, el propio formato. "Al principio de todo, antes de que apareciera Movistar, nosotros teníamos en mente un thriller de unos 90 minutos, pero pronto nos dimos cuenta de que el universo de la Sevilla del siglo XVI era demasiado inmenso como para constreñirlo de ese modo", dice Rodríguez. "Vimos que se podían desarrollar innumerables tramas. Por qué desaprovechar un material tan fascinante. En aquel tiempo, Sevilla era algo parecido a lo que supuso Nueva York a los comienzos del XX. Sólo hay que recordar que aquí coexistieron en aquel entonces 50 lenguas y el 10% de la población era negra, cosa que a nosotros mismos nos sorprendió. Eso al margen de que fue la capital económica de Occidente", añade Cobos.

La Peste es, en fin, "lo más parecido a esa idea del viaje en el tiempo" que tenían en mente los dos . "Y tal vez es que fui un mal estudiantes de Historia, pero creo que la de aquel periodo es una ciudad bastante desconocida incluso para los propios sevillanos, o al menos a mí no me la contaron así", comenta Rodríguez. Por ello, aun respetando la idea inicial de plantear la historia como un thriller (un ex militar, condenado a muerte por la Inquisición por publicar libros prohibidos, deberá investigar una serie de crímenes de apariencia satánica en pleno estallido de una devastadora epidemia de Peste negra), la serie fue poco a poco convirtiéndose también en "un fresco" de la Sevilla del XVI.

Un mundo, o sea, de violentos contrastes, en el que la riqueza y la pobreza, el lujo y la pestilencia, la virtud (pública) y los vicios (privados), "la belleza y la oscuridad", en el resumen de Cobos, se manifestaban en toda su plenitud. Dice al respecto el guionista que hay un hecho que ocurría cada vez que explotaba una de las varias epidemias que asolaron la ciudad, y que resume en cierto modo el universo cenagoso pero vitalista que recrea la serie: "Los brotes más cruentos se producían en primavera, justamente cuando la ciudad reverdecía con todos los naranjos y el azahar floreciendo. De modo que los peores momentos de la Peste convivían con ese momento tan hermoso y pletórico".

A la hora de plasmar todo esto en imágenes, explica Rodríguez, manejaron "muchos referentes, pero yo diría que el fundamental fue Caravaggio". "Hay algo narrativo en sus cuadros. Siempre cuentan algo. Muchas veces, sobre la gente de la calle a la que retrató. Y la serie iba precisamente de enseñar cómo era la vida en las calles de aquella Sevilla. Que estaban llenas de gente muy castigada, picados de viruela, mancos, cojos, tuertos, quemados...

Todo eso está cerca del universo de Caravaggio. O de José Ribera. También quisimos trabajar ese concepto tan bonito de Georges de La Tour, todas esas escenas en las que toda la luz viene de una vela. En el despachito que tenían los de Arte había una pared llena de estos cuadros. Pero es que además la luz en aquella época era así, la mayor parte de las casas estaban muy cerradas a la luz, sobre todo en verano, era muy tenue, y cuando salías a la calle era una explosión. En el aspecto visual también fue una inspiración Pasolini, sobre todo las películas de la Trilogía de la Vida, El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. Siendo muy pretenciosos, vale, pero lo que queríamos era que se pareciera al menos un poco a todo eso".

"En cuanto al guión", tercia Cobos, "pusimos todo lo que llevábamos nosotros ya en la mochila, mucha literatura que refleja la historia de Sevilla". "De hecho -continúa- hay algo en el primer capítulo de Rinconete y Cortadillo, sin ir más lejos está ese trasunto de Monipodio que es Arquímedes [encarnado por el actor Manuel Morón], el tipo que está detrás de la compraventa de los niños delincuentes. Queríamos desde el principio que fuera un thriller porque a partir de ahí, de esas estructuras y de esos arquetipos, como el de maestro y discípulo que está también muy presente, podíamos hablar además de muchos aspectos de aquella época".

"Los sevillanos no estamos muy acostumbrados al término medio", dice en un diálogo el personaje al que da vida Paco León, un rico comerciante que tuvo que escalar hacia su casa palacio desde el mismo fango. Se ríe Rodríguez: "Y es verdad, ¿no?". Cabe preguntarse si en este retrato de la sociedad sevillana de hace cuatro siglos hay rasgos aún presentes en la actual.

"No sé si el orgullo que siente el sevillano por su ciudad tiene que ver con ese momento en que fue la capital del mundo, al menos económicamente. Yo creo que, de algún modo, sí. Y me parece que ésta es una ciudad fantástica, y que también estaría muy bien ser más críticos con la imagen que tenemos de nuestra propia ciudad, para impulsarla hacia la modernidad, sobre todo. Yo lo que pienso cuando escucho a alguien decir esto es lo mejor del mundo es que no ha viajado. Pienso que había poco de rancio en el sevillano del XVI, era un tío que no estaba mirando atrás sino claramente al futuro.

Aunque pasara algo increíble: que en un sitio por el que pasó tanto oro y tanta plata no se generara una riqueza duradera... Claro que eso no ocurrió sólo en esta ciudad, sino en el Imperio entero".

¿Qué opinan de las nuevas formas en las que hoy se despliegan las ficciones audiovisuales? ¿Son las series cine? De repente, hay cierto debate. "Yo no soy consumidor de series, siempre he preferido el formato del cine. Además, me pasa con muchas que en el capítulo dos o tres tengo la impresión de que la historia ya me la han contado. Que la idea, el tema, ya está ahí y no va a avanzar más.

Rara vez me sorprende una serie, el único caso que se me ocurre es The Wire, que es inconmensurable. Pero está claro que estamos en un momento raro, todo está como recolocándose, y yo sólo espero que no se pierdan las salas, el sitio natural de consumo, en una sala, a oscuras, de algo que se parece a un sueño.

Ese para mí es el ideal. Entiendo que las series ahora son un fenómeno, como también recuerdo que el 3D iba a ser el futuro de esto. Ahora bien, ¿es un formato interesante? Sí. Y existen series desde que empezó el cine, que no han nacido ahora, eh, Fritz Lang y John Ford hicieron series", dice Rodríguez. "Nuestra forma de vida es distinta -tercia Cobos-.

Llegas agotado después de currar y a lo mejor te apetece ver una película, pero son dos horas, así que te pones un capitulito potente de 50 minutos tirando en la cama. O estás en el médico, esperando, y te ves un episodio de 25 minutitos.

Todo es más inmediato. A mí, con independencia de que el cine siga ahí, me parece positivo probar cosas distintas". "Sí, y a mí", vuelve Rodríguez, "pero hay una cuestión que deberíamos plantearnos, y es que el cine es un acto social; para mí lo es. Es algo que hago con los demás. Y el consumo de series a lo que tiende es a que te quedes en tu casa. Cada vez estamos más en nuestras casas, más cerrados, y esto, no digo las series, sino el hábito, a mí me parece hasta peligroso".

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