Viaje musical por un cálido Báltico

Finnish Baroque Orchestra | Crítica

Ilkka Heinonen al jouhikko y miembros de la FBO durante su actuación en el Femás
Ilkka Heinonen al jouhikko y miembros de la FBO durante su actuación en el Femás / Lolo Vasco

La ficha

FINNISH BAROQUE ORCHESTRA

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Femás 2025

Ilkka Heinonen, jouhikko. Finnish Baroque Orchestra. Concertino: Irma Niskanen.

Programa: Programa: ‘Baltic Sea Wave. Música barroca del norte de Europa e improvisaciones de jouhikko’. Obras de Farina, Capricornus, Tunder, Verdier, Baltzar, Schmelzer, Furchheim, Jarzębski, Buxtehude y Albrici.

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 5 de abril. Aforo: Casi lleno.

En el mundo de la música antigua, cuyo repertorio está ya casi tan trillado como el de la clásica convencional, es cada vez más difícil plantear propuestas de programa originales y novedosas. Para ello suelen usarse dos vías: escarbar en archivos y ediciones en busca de joyitas olvidadas, y hacer crossover con otros estilos musicales, habitualmente con el folklore.

La Orquesta Barroca Finlandesa usó anoche ambas vías a la vez, y no solo funcionaron muy bien, sino que lo hicieron de forma coherente. Para lo primero acudieron al restringido marco de la música báltica (publicada allí o de autores que trabajaran en la región) del pleno siglo XVII, curiosamente muy cercana en estilo a la música austriaca de la época –la influencia italiana estaba por todas partes, claro está–. Particularmente interesante, por raro, fue disfrutar de texturas a siete e incluso ocho voces reales, en una música excelentemente escrita por Tunder, Capricornus y Furchheim, y desgranada por los finlandeses con transparencia y belleza de sonido. A la familiaridad con el estilo debió de ayudar la dirección de facto (pues la prevista directora titular causó baja) de la primera violín, Irma Niskanen, residente en Viena. Además de acertar con los tempos y el aire rítmico de cada danza, Niskanen tuvo ocasión de lucir virtuosismo solista en el preludio de Baltzar y arrojo en un Schmelzer programático y extravagante.

El conjunto de cuerdas se mantuvo siempre dentro del más estricto purismo barroco: muñecas relajadas, violines sin mentonera y arcos en general cercanos a la cuerda. Sin excesos dinámicos, pero con un rico y sutilmente variado abanico de articulaciones y ataques, su mundo sonoro era cercano –y así debe ser– al de un instrumento como el jouhikko, especie de viola da gamba sin trastes ni mástil que dice la música más que tocarla. Además de integrarlo en ocasiones en el conjunto como uno más, el solista Ilkka Heinonen domó tan –aparentemente– básico instrumento y fue capaz en sus improvisaciones de visitar emociones muy variadas, desde líricas melodías de aire brumoso y melancólico hasta divertidas piezas de baile –cometido en el que el instrumento mantuvo su vigencia en Finlandia hasta su breve extinción hace casi cien años–, trayendo a su terreno a la orquesta y a un público primero reservado y finalmente entregado.

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