Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
CULTURA
El cansancio de llevar cuatro años girando ha provocado que Vetusta Morla -la banda que abandera el indie patrio por excelencia- haya decidido darse un respiro. Terminó la pandemia y se pusieron en marcha. Sacaron Cable a tierra en 2021 y desde entonces han llenado festivales y recintos de todas las dimensiones por la Península. No es para menos tomen un descanso hasta -como mínimo- 2026. Razón de peso para que todos los que han seguido sus pasos desde sus primeros pinitos en la Malandar y en Territorios no quisieran perderse la cita de anoche en Icónica Santalucía Sevilla Fest.
Podríamos haber llamado a la velada "De Finisterre a Sevilla con Vetusta Morla" o "Vetusta Morla congrega a 6.000 Valientes en Sevilla", pero lo de ayer fue una cita en petit comité. Todo lo petit comité que puede ser el ver a estos gigantes del panorama nacional, claro. Sí que es cierto que no fue el típico concierto multitudinario que acostumbran a protagonizar. No estaba abarrotado. Más bien parecía una puesta de largo -entre caras conocidas- para el nuevo trabajo que llevan bajo el brazo: Figurantes.
A las 23:20 se apagaron las luces. Las expectativas estaban por las nubes. Nadie sabía muy bien qué iba a pasar. Si presentarían el nuevo disco en su totalidad o si tirarían por los grandes clásicos a modo despedida. El resultado fue una mezcla de ambos formatos. Un poco de todo. El folclore del antiguo trabajo, la disparidad de las composiciones más recientes y lo añejo de los temas que todo el mundo conoce casi por inercia.
"Los puentes que nos unen / No están hechos de madera / Nunca arden, no colapsan / No los hundirán con piedras" fueron los primeros versos que pronunció Pucho al salir a escena. Una canción -Puentes- de su último trabajo con la que dio paso a El discurso del Rey. Esta última, más afincada en la memoria colectiva. Así iniciaron el trayecto por esta montaña rusa que hizo paradas en todas sus etapas. Desde un lugar en el que no estaban "ni el sheriff ni el alcalde" de Fiesta Mayor hasta el "atraco perfecto" de Golpe Maestro.
"Muy buenas noches, Sevilla. Somos Vetusta Morla y estamos encantadísimos y muy emocionados de estar en este lugar en el que han acontecido grandes momentos de la historia", fue la primera -de las pocas que hubo- intervención del cabecilla de la banda. "Vamos a presentar un disco que ha sido grabado en el fervor de las giras. Se llama Figurantes y esperamos que os guste", indicó e hizo especial hincapié en que este trabajo aborda "la empatía, las emociones y la humanidad". "Quiero que estemos conectados con la amistad, con el amor y con la música", indicó el madrileño para presentar Figurantes, tema que da nombre al álbum.
Pero -como hemos dicho- la cosa no iba de poner en valor -exclusivamente- lo nuevo. El público enloqueció cuando sonaron los primeros e inconfundibles acordes de Virgen de la humanidad y la energía fue aún mayor con el estribillo de El hombre del saco y su "Puestos a pedir / Que alguien baje y llene el saco". Lejos de decaer -y eso que la canción es tranquila-, los presentes lo dieron todo con Finisterre.
Y así, sin parar, como una metralleta de composiciones, la banda enlazó la melancolía y añoranza de La sábana de mis fantasmas, Copenhague y Consejo de Sabios con las vibrantes Sálvese quien pueda -cuyos últimos versos fueron cambiados por "Los fascistas fuera", sí señor-, Valiente, Te lo digo a ti y La cuadratura del círculo.
Aunque apenas llevaran una hora y media en escena -su discografía da para tres o cuatro sin despeinarse- el grupo hizo un amago de abandonar el escenario. "Yo pensaba que nos íbamos a casa ya", bromeó el bailón Pucho e indicó que la fiesta estaba llegando a su fin. "Sevilla muchas gracias, es un gustazo habernos juntado aquí en un sitio tan mítico. Quiero que demos un fortísimo aplauso para los técnicos que trabajan aquí y para todos los que trabajan con nosotros en la gira. Luces, imagen, producción y prensa", recalcó el artista. Un detalle digno de alabar. Muchas veces nos olvidamos de todos esos rostros invisibles que hacen posible que la música en directo sea la mejor vía de escape para los problemas.
Y ahora sí, recta final con Cuarteles de invierno y, como no, Los días raros. Lo cierto es que esta despedida -que sucedió en un abrir y cerrar de ojos- fue un tanto agridulce. No dio la sensación de que hubieran estado poco tiempo. Más bien, los asistentes abandonaron el recinto pensando que la actuación había fluido demasiado rápido. Sin haber tenido apenas tiempo de saborear cada compás, cada nota y cada verso. Puestos a pedir, podrían haber tocado Maldita dulzura, Saharabbey Road o Puñalada trapera. Y Puestos a pedir, que el reencuentro con este Consejo de sabios no tarde mucho en darse para cantarlas.
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