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De la verdad, el dolor y la corrupción de los sueños

Miguel del Arco presenta desde hoy en el Teatro Central 'Misántropo', su adaptación libre de la comedia trágica de Molière

Israel Elejalde y Miguel del Arco, la mañana de ayer en las afueras del Teatro Central.
Francisco Camero Sevilla

31 de enero 2014 - 05:00

"Los verdaderos misántropos", escribió Leopardi, "no se hallan en la soledad sino en el mundo; porque el uso práctico de la vida, y no la filosofía, es lo que hace odiar a los hombres". Miguel del Arco, una de las figuras más destacadas del teatro español reciente, de la estirpe de los directores-creadores, regresa hoy al Teatro Central, donde en los últimos años se han visto varias de las obras que ha encadenado en una racha espectacular -La función por hacer, Veraneantes o Juicio a una zorra-, para presentar ahora Misántropo, su versión libre de El misántropo, la comedia trágica del XVII de Molière, llamada a veces El atrabiliario enamorado. Y lo hace invocando esas palabras del romántico italiano para recordar que la historia de un misántropo es la historia de un derrotado.

"Yo le hablo a la gente de mi siglo", decía ayer Del Arco (Madrid, 1965) en la soleada terraza del Central, junto a Israel Elejalde, que da vida a Alcestes, el protagonista de la obra, y Manuel Llanes, responsable artístico del teatro. "Con un texto así", añadió sobre el original de Molière, "basta con rascar un poco, con quitar todo ese envoltorio histórico, las pelucas y el miriñaque, y ahí está todo". Como al director no le gusta obligar a los espectadores a realizar "ese ejercicio de distancia sobre el hecho histórico", se trajo la obra al presente, y la ubicó no en la distinguida mansión de Celimena (Bárbara Lennie), sino en una discoteca, "en la parte de atrás de una discoteca donde hay una recepción muy importante", precisa Del Arco, "con un anfitrión muy importante aunque no aparezca nunca -pero flota en el ambiente-, en un callejón infecto donde la gente sale a beber, a fumar, a drogarse, a criticar lo que hay dentro pero por supuesto sin dejar de pertener a eso mismo".

Y al final, aunque está, como (casi) siempre el amor, el amor y su deseo insatisfecho -grosso modo, todos los hombres aman a Celimena, y eso, ya se sabe, no puede ser-, se trata de reflexionar sobre ciertas zonas de sombra esenciales en toda vida, sobre, por ejemplo, "qué estás dispuesto a dar de ti mismo para tener lo que quieres", apunta Del Arco, que sabe que se mire adonde se mire, "donde haya una persona que manda, siempre habrá gente a su alrededor que quiere medrar". Todo esto es lo que acaba asqueando a Alcestes, que trata de decir y hacer unas mismas cosas, porque piensa que eso es la verdad, aunque el mundo a su alrededor no comulgue con semejante honestidad. "Y lo más emocionante de esta versión", apunta Elejalde sobre esta obra protagonizada por él mismo y la citada Lennie, junto a José Luis Martínez, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto y Cristóbal Suárez, "es que nos enseña que detrás de una persona que está en contra de todo lo que hay es... dolor".

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