De la verdad y la diversión en el 'Error'
Juan Luis Matilla estrena el sábado en el Central su nuevo trabajo, un espectáculo de improvisación conducido con 38 intérpretes
Sevilla/Siempre "en la frontera de lo que conoces y sabes que funciona y el lío, el enredarte en cosas de las que no estás muy seguro si funcionarán o no", como dijo en una ocasión él mismo a propósito de su personalísimo y generalmente lúdico sello, o por decirlo de otra manera, ahora en palabras de Manuel Llanes, responsable artístico del Central, "artista que no se parece a nadie", el bailarín y coreógrafo Juan Luis Matilla regresa con una nueva creación, Error, que estrena mañana -en una sola función- en el teatro de la Cartuja.
Ya esbozado en septiembre de 2016 en el desaparecido Centro de las Artes de Sevilla, pero aún en estado embrionario, o en "versión beta", este trabajo supone una entrega más de las aventuras en el límite de las disciplinas a las que nos tiene acostumbrados Mopa, su compañía. Esta vez, explica Matilla, se trata de explorar la belleza, el magnetismo y la verdad mucho más rotunda que, como a veces ocurre con rostros demasiado bonitos, edificios antiguos y ciudades casi enteras, trae consigo la imperfección. Lo cual conecta, además, con esa veta siempre presente en su trabajo que es la noción del juego como método y punto de partida innegociable.
"Cuando ves a alguien jugando sobre un escenario es más imperfecto, claro, pero muchas veces por eso mismo saltan chispas por todos lados. Porque justo ahí, en la imperfección, aparecen hilos de verdad", dice Matilla, que, una vez definida la búsqueda, le da forma de espectáculo de improvisación conducida. "Algo que en música es relativamente habitual, pero no tanto en danza", señala el coreógrafo, que reconoce como inspiraciones concretas de Error los procedimientos de Za! y La Orquesta del Caballo Ganador, dos rarezas nacionales, y Cobra, probablemente el proyecto más gamberro de esa rara avis a caballo entre el punk y el jazz de vanguardia que es John Zorn. Con Alberto Cortés encargado de la dramaturgia, Matilla reúne a músicos (Rocío Guzmán, Bárbara Sela y Javier Mora), bailarinas (Natalia Jiménez, Ellavled Alcano, Ana G. Morales, Laura Morales, Elisa del Pozo y Silvia Balvín), alumnos del Centro Andaluz de Danza y los cantantes del coro de voces blancas de la Escolanía Ars Cantus: 38 personas en total que estarán en escena todo el rato, siguiendo las instrucciones del director de orquesta, Matilla himself, que no descarta acabar bailando un poquito él también.
Todos seguirán las pautas de un código previamente trabajado con los participantes, compuesto por "instrucciones sencillas y obvias, como subir, bajar o al fondo" y por una especie de "escaleta de cinco maneras distintas de bailar" que, dependiendo de la "tensión" que se vaya generando en el directo, entre ellos mismos y con respecto a la reacción del público, el coreógrafo irá empleando de un modo u otro, activando una temperatura emocional u otra (California, Melodrama, Tragedia...). Además de cierta "vocación pedagógica" (es "libre y abierto, para que lo use quien quiera, y sencillo, para que lo pueda bailar a cualquiera"), el código tiene varias capas: "Un determinado movimiento puede recordar a Martha Graham, y tal vez no todos conozcan a Martha Graham, pero que les resulta familiar el baile de Uma Thurman en Pulp Fliction, ese modo de usar y mover el cuerpo", explica Cortés.
Y de este modo, alternando homenajes y citas a la historia de la danza con guiños a referencias muy conocidas de la cultura pop, desde Michael Jackson hasta Beck, todos condensados en los movimientos que forman las letras de ese código, Matilla generará un lenguaje sobre la marcha. "En realidad -dice Cortés- nosotros mismos no sabemos qué va a pasar el sábado. Pero es bonito, eso lo que nos mantiene siempre vivos en este espectáculo".
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