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Crítica de Música

El pianista Bengt Forsberg, anoche en la Sala Joaquín Turina.
Andrés Moreno Mengíbar

10 de septiembre 2015 - 05:00

EN COMPAÑÍA DE BENGT

Festival Turina 2015. Programa: Obras de J. S. Bach, A. Hurum, T. Rangström, P. Grainger, J. Sibelius, F. Schubert, I. Albéniz y W. E. Korngold. Intérpretes: B. Forsberg (piano), I. Gericke (soprano), J. L. Estellés (clarinete), N. Dautricourt (violín), K. Baráti (violín), A. Rodríguez (viola) y S. Bolón (chelo). Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha: Miércoles, 9 de septiembre. Aforo: 100 personas.

El certamen diseñado y dirigido por Benedicte Palko tiene la peculiaridad de reunir a un grupo de estupendos intérpretes estables durante todo el festival y que se agrupan y desagrupan en variadas formaciones, lo que conduce a programas variados y de sumo interés por el hecho de conocer a estos músicos en variadas facetas: solistas, acompañantes, grupos de cámara, etc.

La pena es que tanto esfuerzo y tanto talento sólo sea apreciado por un escaso puñado de sevillanos, lo que nos lleva a preguntarnos dónde están todos esos abonados a la ópera, a la Sinfónica o a la Orquesta Barroca.

La sesión de anoche giraba en torno al famoso pianista sueco Bengt Forsberg, uno de los más reconocidos pianistas acompañantes de la actualidad. Se notó esa especialización en las piezas que interpretó en solitario, un espantoso arreglo de Bach, una pieza ligera y facilona de Percy Grainger y una Almería de Albéniz en la que, en su primera sección, no encontró el difícil equilibrio entre la densidad textural, la acentuación de los ritmos y la fluidez en el fraseo melódico. Con todo, en la segunda sección se centró mucho más en el fraseo delicado y en uso expresivo del rubato.

Donde Forsberg estuvo espléndido fue acompañando a la soprano berlinesa Isa Gericke, con todo un despliegue de precisión, delicadeza y sentido del color en el teclado. La cantante, a despecho de una emisión algo trasera que le privaba de brillo en la franja superior, abordó las canciones con gran riqueza de detalles expresivos en el fraseo. Momento mágico fue El pastor en la roca de Schubert, con Gericke muy concentrada, Forsberg delicadísimo y un espectacular Estellés que arrancó con una espléndida doble regulación y que acompañó con enorme carga de matices y colores.

Con un muy efusivo cuarteto de cuerdas, Forsberg cerró la velada con una brillantísima versión del enérgico quinteto de Korngold.

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