Unos vándalos muy reservados

Femás 2025 | Crítica

Vandalia, en el Salón de Tapices del Alcázar
Vandalia, en el Salón de Tapices del Alcázar / José Antonio de Lamadrid

La ficha

VANDALIA

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Femás 2025

Vandalia: Rocío de Frutos, soprano. Jorge Enrique García, contratenor. Ariel Hernández, tenor. André Pérez, tenor. Javier Cuevas, bajo.

Programa: ‘Qual musico gentil: Palestrina y los madrigalistas’. Orlando di Lasso (1532-1594): tres villanelle a 4 voces (1555) y dos madrigales a 5 del Libro I. Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594): ‘Sestina’, del Libro I de madrigales a 4, y ‘Così la fama scriva’, del Libro II a 4 voces. Giaches de Wert (1535-1596): ‘Giunto alla tomba’, del VII Libro de madrigales a 5 voces, y ‘Qual musico gentil’, del VIII libro de madrigales a 5 voces.

Lugar: Salón de Tapices del Real Alcázar. Fecha: Jueves, 3 de abril. Aforo: Casi lleno.

Volvía anoche Vandalia a su festival ya como conjunto plenamente consolidado en lo artístico y en lo profesional. Esa madurez le permitió no solo afrontar con solvencia un programa plagado de cromatismos y otras dificultades técnicas para un conjunto a cappella, sino suplir sin sobresaltos con André Pérez la baja de última hora de su tenor titular Víctor Sordo.

Las primeras obras, sencillas villanescas tempranas del gran Lasso, sirvieron de calentamiento y marcaron el terreno de lo que vendría después: interpretaciones vivas, contrastadas, pegadas al texto como corresponde al estilo, en buen italiano, y que superaban con aparente facilidad problemas delicados como la conjunción y la afinación, esta antaño martirio de los grupos vocales españoles.

La complejidad intrínseca a la musica reservata y la concentración en sus dificultades cromáticas restaron brillantez a los madrigales del propio Lasso. Pero tras un notable Palestrina llegó lo mejor de la noche (curiosamente con dos entradas rehusadas de por medio): un magnífico Giaches de Wert en el que esa misma complejidad tonal y de textura sonó fácil, con sorprendente transparencia, expresiva, hilando la narración a cinco voces como si de un declamador solista se tratase.

Hay que anotar, por cierto, la importancia de facilitar en una pantalla los textos de los madrigales –como fue el caso–, algo imprescindible para disfrutar una música que tiene poco sentido sin comprender la palabra que la inspira y con la que se funde.

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