Ultraviolencia absurda

Si meten en la batidora Karate Kid, Kill Bill, Los juegos del hambre (y cuanto encuentren de mañas orientales, bárbaras venganzas y crueles competiciones post apocalípticas) pero se equivocan en las dosis y les falta el talento (tan indiscutible como dudoso) de Tarantino, les puede salir algo parecido a esta disparatada y ultraviolenta historia de desdicha y de aprendizaje para superarla y vengarse. Hay un chaval al que desgracian, un gurú o chamán que lo entrena en un quinto pino selvático en las artes de la resistencia psicológica, la fuerza física y las mañas que la multiplican, y por supuesto su venganza de una súper mala.

Al tomar el camino del disparate que se justifica a sí mismo en función de la violencia extrema, las luchas coreografiadas y unas mechas de humor negro, el debutante director alemán Mortiz Mohr -que se dio a conocer como realizador de la serie televisiva de zombis ¡Viva Berlín!- y su nutrido equipo de cuatro guionistas al que él también se suma, goza de la absoluta libertad de no tener que sustentar nada con una mínima lógica de guión.

Mohr presentó sus escasos avales, consistentes en esta serie y un cortometraje, y el proyecto de esta película al triunfal productor Roy Lee -habitualmente dedicado al terror con éxitos como La señal, La huella, El niño, It o La maldición, pero también de Infiltrados de Scorsese- y al siempre apreciable Sam Raimi, dedicado en las dos últimas décadas más a la producción que a la dirección, que son sus productores.

Encabeza el reparto Bill Skarsgard, un veterano de la factoría Roy Lee que alcanzó la fama internacional con las dos entregas de It, acompañado por el indonesio experto en artes marciales Yayan Ruhian (las dos entregas de Redada asesina y la tercera de John Wick), Sharito Copley (Ted K, La bestia), Brett Gelman (Stranger Things) y Jessica Rothe (Feliz día de tu muerte). Como se ve, un reparto especializado en estas matracas.

¿Han descubierto Lee y Raimi un nuevo talento? No lo creo. Como mucho un tipo hábil y desahogado. Existió un brillante humor absurdo. Tras Tarantino nació la ultraviolencia absurda que Kubrick profetizó en la mal envejecida pero en su día fascinante La naranja mecánica. En esta ola surfea Mohr.