Nostalgias parisinas de Pasión

LA ORQUESTINA | CRÍTICA

Rafael Ruibérriz dirigiendo a Cristina Lucio-Villegas y a La Orquestina. / Luis Ollero

La ficha

***Ruta Turina. Programa: ‘Marcha a Nuestro Padre Jesús de la Pasión, ‘Plegaria Nuestro Padre Jesús de la Pasión’, ‘Elevación al Santísimo’, ‘Misa a Nuestro Padre Jesús de la Pasión’, ‘Alabado’, ‘Saeta en forma de Salve a la Virgen de la Esperanza’ op. 60, ‘Rapsodia Sinfónica’ op.66, ‘Ave María’ op. 95, ‘Por las calles de Sevilla’ op. 96, de Joaquín Turina. Solistas: Francisco Fernández Rueda (tenor), Andrés Merino (barítono), Cristina Lucio-Villegas (piano). La Orquestina. Voces de La Orquestina. Banda de Música de la Oliva de Salteras. Director: Rafael Ruibérriz de Torres. Lugar: Iglesia Colegial del Divino Salvador. Fecha: Miércoles, 27 de noviembre. Aforo: Lleno

De entre todos los conciertos que están conformando esta Ruta Turina con motivo de los setenta y cinco años del fallecimiento del compositor sevillano, uno de los que despertaba mayor interés era éste, por tratarse de la recuperación y difusión de las composiciones vinculadas con la Semana Santa sevillana y más concretamente con la Hermandad de Pasión. Por eso interesaba darla a conocer a todo el público, pues se trata de obras de indudable interés y, en algún caso, de contrastada calidad.

Abrió la velada Cristina Lucio-Villegas con piezas para piano en las que brilló por su precisión y por su dominio del color (magnífico uso del pedal). El control de la pulsación le permitió pasar de la delicadeza de "Ante la Virgen de la Merced" al chisporroteo enérgico de "La calle de las Sierpes". Su virtuosismo quedó de manifiesto en una brillante versión de la Rapsodia Sinfónica. La Banda de la Oliva de Salteras, al mando de Irene Gómez Calado, mostró un gran empaste y un sonido denso y colorido (especialmente en los instrumentos graves) en la la Marcha fúnebre a Nuestro Padre Jesús de la Pasión, en una interpretación caracterizada por la claridad en la disposición de las voces. Con un estupendo coromasculino y una orquesta (toda ella con instrumentos de época) en la que los vientos estuvieron por encima de las cuerdas (algo chirriantes y sin empaste) en materia de definición y calidad de sonido, Ruibérriz ofreció vibrantes versiones de las piezas cofrades, con atención a las regulaciones dinámicas. Especialmente acertada fue su dirección de la Misa a Nuestro Padre Jesús de la Pasión, con gran sentido de la expresividad de las progresiones dinámicas, como las del "Gloria". Fernández Rueda prestó gran atención a las acentuaciones y al color de la voz. Su fraseo estuvo siempre atento a la palabra y a sus acentos, con claridad en la articulación. De la delicadeza del casi parlato del Ave María supo pasar al canto más expansivo y teatral de la Plegaria. En cambio, la voz mostró un ostensible vibrato que ponía en peligro la afinación de algunos pasajes. Potente y bella la voz de Andrés Merino, un barítono de color sombreado pero de canónica proyección.

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