Miren Iza | cantante de Tulsa
"Hago relatos cantados"
Miren Iza | cantante de Tulsa
Tulsa es una banda formada hace dieciocho años por Miren Iza (Hondarribia, 1979), a la que hace unos días le ha llegado el reconocimiento definitivo a través de la concesión por parte del Ministerio de Cultura del Premio Nacional de Músicas Actuales 2024 por su séptimo disco, Amadora, una obra conceptual sobre el amor, las madres, la amistad y la propia identidad. El próximo viernes, día 8, estará sobre el escenario de la sala Malandar, en un concierto que se espera lleno de su sensibilidad poética y su gran calado lírico, que nos ha servido también para aprovechar la ocasión de hablar con ella.
-Tengo un amigo, asiduo a los conciertos, al que su trabajo le lleva a viajar mucho y hace poco me escribió un WhatsApp porque estaba en una ciudad en la que actuaban ustedes preguntándome: ¿esta gente de qué va? Dejando lo que le contesté, le traslado a usted la pregunta: ¿De qué van?
-A mí me gusta decir que hago relatos cantados. Pongo mucha intensidad a las letras, bastante narrativas. Ya llevo casi veinte años con el proyecto y en ese tiempo ha cambiado mucho formalmente, porque desde el primer disco al último se notan muchos cambios. De formación también, con músicos que vienen y van; pero me gusta pensar que hay cierta esencia nuclear que se mantiene. Y ya que me da a elegir, le puedo decir que soy un poco mezcla de Mari Trini, Karen Dalton y PJ Harvey (empiezan las risas que nos acompañarán durante toda la entrevista).
-Ya que habla de los cambios de músicos, ¿qué banda lleva ahora?
-Ahora llevo a Miguel González Moreno a la batería, Clara Collantes a la guitarra y Eduardo Gianello a los teclados. Con esta formación de cuarteto, más Ángel Luján como técnico y productor, es con la que vamos a Sevilla y Almería.
-¿Cómo son sus conciertos? Amadora es un disco conceptual que puede presentar dificultad de hilar en directo.
-No; no tiene ninguna dificultad; sí que es un disco conceptual y le dedicamos gran parte de los conciertos de ahora, porque estamos presentándolo. Tiene también un hilo narrativo muy importante y no permite demasiada fragmentación; hacemos la primera parte dedicada a Amadora, además de forma continuada, porque yo explico cosas entre las canciones para contextualizarlo mejor. Obviamente se cuelan canciones de otros discos también, porque a diferencia del teatro -vienen de Alicante, donde han hecho la función en la que representan Amadora con textos y dirección de María Velasco-, los conciertos nos permiten integrarlo en el repertorio, que ya es tan amplio como años tengo, casi.
-En la canción Cuando venga el león, dice usted: me duelen las rodillas y no me pienso arrodillar. ¿Se ha tenido que arrodillar algunas veces?
-Tenga en cuenta que en este disco tengo la coartada de que no hablo de mí, sino de otra persona, pero en el fondo sí que se cuelan cosas mías, lo escribo en primera persona y juego a que soy yo y no lo soy a la vez. Pero justo esta frase creo que la conocemos todas las mujeres. Sabemos lo que es pedir perdón por estar en el espacio público y es una forma de decir que he sido consciente de que he pedido perdón demasiadas veces y a lo mejor ahora, con la excusa del dolor, ya no me arrodillo más.
-Creo que la tesis del disco es que las mujeres llevan el peso del mundo con el coste de sentir dolor. ¿Realmente se siente amor por el dolor, como canta en Laguna?
-En Laguna hablo justo de este extraño amor por el dolor como una especie de paradoja. Un psicoanalista le diría que el dolor puede ser también un síntoma que está relacionado con el goce; ese es un extraño refugio, una extraña forma de relacionarte con los demás y con el mundo. Eso es lo que le pasa a esta mujer, que efectivamente parece que el cuerpo se le quiebra y le empieza a doler por sostener a los otros, por sostener a todos menos a ella misma, y el dolor aparece casi como una necesidad de expresión, diferente al lenguaje.
-Me desprendo del dolor, antes era un galón, canta también. Desprenderse del dolor a través de la escritura y alcanzar el conocimiento del yo real es un concepto muy de Chantal Maillard. ¿Es eso lo que ha hecho usted?, ¿es Amadora en realidad su yo real, un personaje que ha creado en respuesta a su dolor?
-No, la verdad es que no tengo ese dolor. Pero soy psiquiatra y he visto a muchas mujeres con ese dolor. He leído a Maillard intentando comprender que ese dolor no es individual; yo lo veo relacionado con ser mujer, además, abnegada. El dolor que Maillard trata está relacionado más con una enfermedad orgánica concreta, es un dolor más localizado, y lo que pasa con el dolor de estas mujeres es que es un dolor masivo. Otro psicoanalista le dirá que es un goce a la deriva, que está como deslocalizado, que está en todo el cuerpo: duele el pelo, duelen las pestañas, es un dolor muy masivo. Pero cualquier nudo, cualquier síntoma, cualquier dolor, es una oportunidad de pensar. Y junto a María Velasco, que ha sido una gran aliada, nos hemos atrevido a reflexionar e investigar juntas sobre qué pasa con este dolor; sin querer resolverlo, que eso es imposible, pero al menos colocando las preguntas en nuestros otros universos, que son, en mi caso, las canciones, y en el suyo el escenario. Lo de que el dolor es un galón lo ha escrito ella y es muy bonito; lo que destruye al ser humano no es sentir, es el sinsentido. Lo que pasa eso con este dolor es que tiene aún más dolor añadido, y a veces es también cuestión de disposición, de decir: estoy dispuesta a traicionar al dolor.
En este disco tengo la coartada de que no hablo de mí, sino de otra persona, pero sí que se cuelan cosas mías"
-No quiero el aplauso de la multitud, dice usted también en No quiero hacer historia. Es una extraña dicotomía en alguien que procura hacer buenos discos y buenos conciertos.
-Hay canciones en las que se cuelan mucho más mi persona y mis vivencias. Laguna era una de ella y No quiero hacer historia también. Tacones lejanos es en la que más, en la que hablo casi directamente a mi madre. Pero No quiero hacer historia es como un golpe en la mesa; en tiempos en los que parece que todo el mundo quiere la fama es una especie de rebelión, dentro de algo que obviamente es paradójico, porque yo soy la que está saliendo al escenario también y necesito que la gente vaya a Sevilla al concierto, y a poder ser que aplaudan un poco (risas). Me parece interesante jugar con lo que en el fondo no quieres; pero a la vez, cuando anuncias lo que no quieres, te estás delatando con lo que quieres también.
-Una parte de esa dicotomía se habrá agudizado con este premio que acaban de darle.
-Sí; es curioso, porque justo haces una canción así y te dicen te estamos viendo, te estamos registrando, que es precisamente lo contrario de lo que dice la canción. Yo estoy encantada con el premio, la verdad; estoy contentísima.
-En Melocotón aboga por atreverse a ser otra. El personaje de Amadora lo consigue, en el disco hay hasta tres ellas diferentes. ¿Y Miren, se ha atrevido a ser otra? ¿Se reconoce en la Miren de hace diez, veinte años?
-En algunas cosas sí y en otras, afortunadamente, no. Creo que ya he aprendido unas cuantas cositas importantes. Tenia muy claro que tratando temas tan sombríos como el dolor, la soledad, la relación con una madre o el confrontarse a lo que tu madre fue y tú no eres; o la relación con la pareja, o el suicidio, del que trato en la canción 024 directamente, tenía también que ofrecer una esperanza en el disco; que toda la ultima parte, y en los conciertos también tratamos de hacerlo así, fuese precisamente de que hay una salida, de que hay una posibilidad de cambio, de transformación y hay un futuro posible; si quieres apoyándote en la amistad o en eso que decíamos antes de soltar el dolor de una vez, de relacionarte con el mundo desde otro lugar. Y en Melocotón, atreverse a ser otras es precisamente eso. La fantasía de ser otra al final simplemente es el cambio íntimo, porque no se puede ser otra de verdad, aunque sí de alguna otra manera. Y la canción La estrella también va mucho en esa dirección, alzar la vista al cielo y buscar un camino diferente.
-Las cosas que la Amadora suicida a la que se refiere ese 024 del titulo de la canción, que es el número de atención al suicida, dice que le quedan por hacer y le ayudan a abandonar su idea de dejar el mundo, ¿son también las que le quedan a Miren? ¿Qué le queda a usted por hacer que le haga especial ilusión? ¿Y a qué espera para hacerlo?
-Quería que fueran cosas pequeñitas, porque ya hablar del suicidio es muy grande y muy insoportable a la vez; tampoco quería evitar hablar del suicidio, porque sería como abundar en el tabú que ya existe. Yo no quería cometer ese error de esquivar una cuestión tan importante en alguien que está sufriendo tanto, porque es muy habitual que aparezca la idea de no continuar, o de claudicar directa y radicalmente. Quería ponerles a las actividades -aprender a bailar claqué, ir a Egipto, ir a Can Roca a comer, caminar descalza en mi propio jardín, cultivar marihuana…- ese costumbrismo para darle un poco de ligereza y cierto humorismo, con lo que queda por aparecer. Le diría que también son cosas que me quedan por hacer a mí, con las que he fantaseado; cualquiera que me conozca sabe que siempre pienso en irme a vivir a Francia, pero que no lo voy a hacer y siempre va a ser un deseo; quizás ya pasó el tiempo, estuve unos años con que me voy, que no me voy y ya me he quedado tranquila, pero la fantasía permanece. Yo me muevo mucho, vamos de gira a muchos sitios y mi pareja se ríe de mí porque siempre me imagino viviendo en ese lugar en el que estamos. El cambio de donde vives también es una manera de ser otra persona.
-Hablemos de la canción ¿Amor o transferencia? ¿Ha pensado, como psiquiatra, que mucha gente de la que escuche este disco se enamorará de usted como suelen hacer los pacientes con sus psiquiatras, transfiriéndole sus sentimientos? ¿Eso sería una carga que sobrellevaría bien?
-Creo que lo que pasa es que se enamoran del personaje. Y lo que me está pasando es que las mujeres se están enganchando muchísimo a las canciones; lo vemos también en los conciertos, en que pasa una cosa que en veinte años nunca me había pasado, que hay un nivel de escucha muy fuerte; un nivel de atención y de comunión en los conciertos que antes, con un repertorio un poco más caótico, desordenado, no tan hilado, sin haber una historia clara que se contase, no pasaba tanto. Y es muy emocionante. El amor también es amplio, e incluso la transferencia amorosa, que es uno de los tipos de transferencia que hay, entre muchas otras.
.¿A quién o a qué ha transferido usted alguna vez esos sentimientos transformados en algo parecido al amor?
-Esta canción también es una cosa que me pasó a mí. Yo estaba en análisis y tuve transferencia amorosa con el analista (risas); yo sabía lo que era, sabía que no era amor, pero dije: mira, le voy a hacer una canción. Para Amadora también es un momento muy bonito en la obra, porque a través de esto que le pasa con el psiquiatra, que le moviliza mucho, redescubre el erotismo, que lo tenía completamente adormecido en el seno de su pareja de muchos años. Va al psiquiatra y este le hace decir que existe, porque ella le está contando su historia por primera vez en mucho tiempo; le hace redescubrir una sensualidad que tenía olvidada.
-Para terminar, parafraseando algunas de sus canciones ¿El futuro va a estar más cerca de Dinero caído del cielo o de Destrucción mutua asegurada?
-(Más risas) Lo de Destrucción mutua asegurada lo escribí antes de Ucrania y de que vinieran estos aconteceres tan difíciles de asimilar y de entender. Es decir, que espero que esté más cerca de Dinero caído del cielo.
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