El 'tsunami' chino
Yuja Wang se presenta mañana en Sevilla para cerrar el ciclo de pianistas del Teatro de la Maestranza con un concierto que incluye obras de compositores del este de Europa
De la nueva hornada de grandes talentos asiáticos del piano, la china Yuja Wang (Pekín, 1987) es, junto a su compatriota Lang Lang, la que mejor ha sabido ocupar el espacio destinado a las nuevas estrellas mediáticas de la música clásica. Apasionada de la moda y del pop (reconoce disfrutar escuchando en sus ratos libres a Rihanna), Wang enardece cada auditorio en el que actúa con su atrevida forma de vestir y su estilo volcánico y efusivo.
Aunque empezó a estudiar piano en su país natal con sólo 6 años, fue América, adonde llegó por primera vez en 1999 para participar en un programa veraniego de intercambio cultural entre China y Canadá, el continente en el que Wang moldeó sus indiscutibles dotes naturales para convertirse en una pianista de excepción. En 2001, con sólo 14 años, ingresó en el Conservatorio del Mount Royal College de Calgary y después estudió con Gary Graffman en el Curtis Institute of Music de Filadelfia, donde se graduó en 2008. Para entonces su extraordinaria técnica, su indiscutible musicalidad, su vehemencia interpretativa y su imagen juvenil, moderna y glamurosa habían atraído ya a una de las grandes marcas de la música clásica internacional, el sello Deutsche Grammophon, donde presentó su primer disco en 2009.
Con la recentísima aparición de su último trabajo en Decca (marca hermana de DG en la gran factoría de Universal), en el que acompaña a Leonidas Kavakos en las Sonatas para violín de Brahms, son ya seis los cedés que tienen a Wang por protagonista, a los que deben añadirse un par de DVD que recogen actuaciones suyas en los festivales de Lucerna y Verbier. En esos álbumes, la joven pianista china, admiradora confesa del arte de Vladimir Horowitz, se muestra como una artista versátil y virtuosa, que se mueve entre la música de Scarlatti y Ligeti, con preferencia por los grandes maestros románticos, tanto del siglo XIX (Chopin, Liszt) como del XX (Scriabin, Rachmaninov, Prokofiev). Los músicos rusos parecen haberse convertido en una auténtica especialidad: con Abbado, uno de sus directores más admirados, grabó la Rapsodia sobre un tema de Paganini y el Segundo Concierto de Rachmaninov (CD) además del Tercero de Prokofiev (DVD de una velada ofrecida en el Festival de Lucerna de 2010) y muy recientemente ha aparecido su primer álbum junto a Gustavo Dudamel y la Joven Orquesta Simón Bolívar de Venezuela en un registro hecho en vivo en Caracas que incluye Segundo de Prokofiev y Tercero de Rachmaninov.
Discográficamente, la carrera de Yuja Wang está pues en órbita, apuntalada por la fuerza de una empresa como Universal y su presencia en las redes sociales y en los canales virtuales de vídeo, por los que circulan decenas de cortes de sus actuaciones en vivo, entrevistas televisivas y actos promocionales. De cualquier modo, es en la escena donde esta menuda artista asiática se crece, tanto que cuando se siente cómoda con el instrumento y con la sala puede alargar sus recitales con una auténtica hemorragia de propinas (hasta seis en un famoso concierto parisino); no en vano uno de sus álbumes (Fantasia) está dedicado a los encores: incluía allí una Triana de Albéniz que no será raro que repita en su recital sevillano.
El programa oficial con el que viene al Maestranza está dedicado a obras de compositores del este de Europa, haciendo especial hincapié en los puntos fuertes de repertorio que se apuntaban arriba. Chopin estará presente por partida triple, recogiendo tanto su maestría en el tratamiento de la gran forma (la Sonata nº3, última de su catálogo, que frente a la ternura juvenil de la 1ª y la hondura trágica de la 2ª, juega la baza de la vitalidad, la brillantez y la energía, merced sobre todo a su delirante rondó final) como en el de las formas breves y subjetivas típicas del Romanticismo (Nocturno en do menor Op.48 nº1; Balada nº3), piezas en las que se manifiesta el carácter visionario del compositor polaco, con armonías que en ocasiones adelantan el mundo del impresionismo.
La música rusa dominará el resto del recital, que incluye la Sonata nº3 de Prokofiev, obra escrita en el revolucionario año de 1917 en un solo movimiento muy original, ya que integra en sí mismo la forma y el género de la sonata, pues cada uno de los cuatro temas de que se compone vienen a corresponderse con uno de los movimientos de una sonata clásica. De Stravinski, Wang ofrecerá los Tres movimientos de Petrushka, versión que el compositor hizo en 1921 por encargo de Arthur Rubinstein de tres números de Petrushka, ballet escrito para Diáguilev en el París de 1911. Música de extremo virtuosismo, con sus polirritmos y sus politonalidades, sus saltos interválicos extremos, sus escalas frenéticas, glissandi y trémolos en cascadas, que el propio Stravinski confesaba no haber sido capaz de tocar nunca por encontrarse fuera de sus posibilidades técnicas como pianista.
Completa el programa el músico ruso-ucraniano Nikolai Kapustin, con sus Variaciones para piano Op.41, obra que Yuja Wang ha contribuido a difundir por incluirla habitualmente en sus recitales. Nacido en 1937 y aún en plena actividad creadora, Kapustin ha sabido fundir en su música, que llena ya un catálogo de más de 150 piezas, las formas clásicas con el jazz. Un espíritu sincrético que sirve perfectamente para caracterizar también el arte pianístico de esta mujer que ha llegado al mundo de la música clásica con el arrollador impulso de un tsunami.
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