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Trio Tapestry de Joe Lovano | Crítica

El veterano saxofonista Joe Lovano debuta en el sello ECM con un álbum a trío de reposada textura y lírico vocabulario

El saxofonista estadounidense Joe Lovano (Cleveland, Ohio, 1952). / M. G.
Salvador Catalán

21 de enero 2019 - 06:00

Aunque su nombre ya había aparecido como participante en numerosos discos del sello, el saxofonista tenor Joe Lovano (Cleveland, Ohio, 1952) nunca había liderado hasta ahora un álbum con la etiqueta ECM. John Abercrombie, Steve Kuhn o Paul Motian, con quien debutó en la marca alemana de la mano del disco Psalm (1982), encabezaron durante las últimas cuatro décadas distintos proyectos discográficos en los que el saxofonista había dejado irrebatibles muestras de su inteligente gestión de potencia y melodía.

Pero había sido el sello Blue Note, con quien firmó en 1991, la casa ligada a su periodo de mayor esplendor. Discos del peso de Landmarks (1990), el elogiado From The Soul (1991) o el no menos valioso Rush Hour (1994), arropado por las brillantes orquestaciones de Gunter Schuller, marcaron un hito en su itinerario hasta aupar su nombre a los puestos más descollantes del escaparate jazzístico internacional.

Hasta mediado de los años 80, Lovano había curtido su poderoso sonido en las orquestas de Woody Herman y Mel Lewis antes de estrenarse como líder con Tone, Shapes and Colors (1985) en la marca italiana Soul Note. Heredero de la tradición de grandes tenores como Ben Webster o Sonny Rollins, su combinación de equilibrio y sutileza también se trasladó a otras ramas del saxo como el soprano o el alto además del clarinete. En todas ellas dejó brillantes evidencias de su autoridad aunque la entrada del nuevo siglo conllevara un balance discográfico algo más desigual, ensombrecido por cierta frialdad y por un rol compositivo de inferior rango.

Eso sí, Lovano ha esquivado siempre encasillamientos y estandarizaciones, buscando nuevos retos que lo asociaran sin complejos a repertorios de diverso calado y formatos, de la big band al dúo: baste recordar el álbum Viva Caruso (2002), inspirado por el legendario tenor italiano, o el más reciente Scandal, de 2018, a la cabeza del proyecto Sound Prints, compartido con el trompetista Dave Douglas.

Portada del disco.

Por ello, no debe extrañar que, después de casi tres décadas vinculado a Blue Note, Lovano haya roto relaciones con su etiqueta de casi toda la vida para buscar un flamante desafío dando el salto a la discográfica de Manfred Eicher a través de Trio Tapestry. Y lo ha hecho construyendo un atípico trío que combina a una colega conocedora de las exigencias de la marca –la siempre segura pianista Marilyn Crispell– y a un añejo colaborador propio como el batería Carmen Castaldi.

Lejos de los rocosos ejercicios de estilo de otros tiempos, Lovano se muestra ahora interesado en explorar territorios más reposados y espirituales, liberados de tensiones y amigos de la concordia. Y de hecho prescinde del brío del contrabajo para construir una atmósfera de cuidada ensoñación, lírico vocabulario e incluso exóticos timbres cuya partitura –motivada en parte por guitarristas como Jim Hall o Bill DeArango– es exclusiva propiedad del saxofonista.

"Tocamos juntos como una orquesta, creando un tapiz increíble. Aunque compuse todo el material, hay una contribución igualitaria, creando música dentro de la música y armonizándola de una manera realmente especial", ha explicado al respecto Joe Lovano.

No faltan en Trio Tapestry episodios de mayor dinamismo tipo The Smiling Dog y hasta dedicatorias hechas a la medida del reciente paso del saxofonista por festivales españoles como Tarrassa. Todas caben y se complementan a lo largo y ancho de un álbum condensado y no exento de riesgo, cálido y hermoso, con el que el músico, a sus 66 años, refresca la presencia de su imponente figura.

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