Una travesía de Oriente al Guadalquivir
historia | la 2 de tve emitirá en primavera esta producción andaluza
El documental 'El viaje del samurái' recrea la aventura de Hasekura Tsunenaga, considerado el primer japonés que cruzó el Atlánico y el hombre que lideró la Embajada Keicho que llegaría a Coria del Río
Sevilla/Aunque los descendientes de aquellos viajeros suelen explicar con orgullo los motivos de su apellido, Japón, y la estatua de un samurái junto al Guadalquivir rememora aquellos hechos, la historia de la Embajada Keicho que en el siglo XVII, procedente de Oriente, recaló en la localidad sevillana de Coria del Río "tenía mucha miga y no se había terminado de contar del todo bien. No había un documental que recreara ese episodio", opina el guionista Pablo Fernández Barba, autor del libreto de El viaje del samurái, una producción de la andaluza PlayMedia Soluciones Audiovisuales que emitirá La 2 de TVE la próxima primavera, y que reconstruye aquella legendaria expedición a través del testimonio de diversos especialistas, escenas grabadas en la ciudad de Sendai -el lugar de donde partió aquella travesía- y fragmentos realizados en animación.
El filme, que se presentó la semana pasada en la sala La Fundición de Sevilla, se centra en la figura de Hasekura Tsunenaga (1571-1622), el hombre que entre 1613 y 1620 lideró la misión comercial que le encargaba el daimyo de Sendai, Date Masamune, y que tenía España y el Vaticano como destinos. Hasekura, expone Fernández Barba, es un personaje "fascinante" y enigmático: poco se sabe de sus primeros años, y su final también se pierde en la bruma de las versiones contradictorias. Según parece, su brillante carrera al servicio de Masamune se vio empañada por un escándalo familiar al ser acusado su padre de corrupción, unos cargos que éste pagaría con la vida. El proyecto que le proponía a Hasekura su señor se antojaba así una oportunidad para redimir a su linaje. "Si no hubiera sido por esta misión, habría acabado en la cárcel o ejecutado, como su progenitor, y con todos sus bienes confiscados. Nos interesaba esa imagen de guerrero sobrio que al mismo tiempo tenía en esa expedición el sentido de su vida, que estaba ante un viaje muy complejo por el que se acabaría convirtiendo en el primer japonés que atravesaba el Atlántico", apunta el guionista del documental.
El samurái se embarcaría en su aventura junto a un franciscano originario de Sevilla, Fray Luis Sotelo, que tras años evangelizando en Filipinas y Japón iba a ejercer ahora como una suerte de embajador de Oriente para Felipe III y el Papa. "El otro día comenté en la presentación que la realidad nos brindaba esa combinación de dos personajes opuestos que funciona tan bien en las películas, esos tipos que chocan pero a la vez se complementan", defiende Fernández Barba. La ambición del religioso, que "ansiaba el obispado de Japón para sí", promueve una de las estampas más llamativas de ese viaje: después de que la corte de Felipe III recibiera cortés pero tibiamente a la delegación, en parte porque en ese momento Japón empezaba a cambiar su trato a los cristianos, Hasekura "se convierte al catolicismo y se bautiza con el nombre de Felipe Francisco, Felipe por el rey y Francisco por la orden franciscana", relatan los responsables de El viaje del samurái. "Una de las cosas que no queda clara -prosigue Fernández Barba- es si realmente Hasekura quiso hacer esto por su fe o se trató simplemente de una operación estratégica. En Japón, durante esa época, hubo muchas conversiones al cristianismo, en parte por estrechar las conexiones comerciales pero también por la fascinación que despertaba Occidente. No sabemos si él tenía inquietudes espirituales en este sentido. Ningún experto de los consultados ha podido asegurarlo".
Antes del infructuoso encuentro con Felipe III, en cuyo recelo también influyó que la misión "no partiera del emperador de Japón, sino de un señor feudal que no poseía el mismo alto rango que él", los integrantes de la expedición han surcado una extenuante ruta que les lleva en primer lugar a Nueva España, a Acapulco y a Veracruz -allí los miembros japoneses tienen un sonado enfrentamiento con el explorador y diplomático Sebastián Vizcaíno, que les acompañaba hasta entonces- y en la que entrarán en la Península Ibérica por una Sanlúcar de Barrameda donde los agasajó el duque de Medina Sidonia y en la que, como describe el historiador Manuel Parodi, los ciudadanos observan perplejos esa comitiva con unos ropajes, unos rasgos físicos y unas actitudes que nunca se habían visto antes por la zona. "Hasta entonces, los sanluqueños se habrían topado quizás con algún oriental aislado, pero un grupo como ése debía de ser todo un espectáculo, como también lo debió ser la entrada en Sevilla", sostiene Fernández Barba.
Antes de llegar a Sevilla, el Cabildo le indicó al séquito de Hasekura que esperara en Coria del Río, uno de los puntos donde los barcos solían liberar sus cargas antes de instalarse en la capital andaluza. Aquella sería una parada que cambiaría el rumbo de la Historia: "Unos 15, 20 ó 25 samuráis decidieron quedarse a vivir en la zona de Coria, también en Espartinas, no se suele citar pero allí también se alojaron algunos, en el Monasterio de Nuestra Señora de Loreto y en la Hacienda Mejina. Unos años después ya hay registros donde consta el apellido Japón, el que se le daba a los hijos de estos viajeros para evitar la complejidad de los apellidos japoneses", cuenta el guionista de El viaje del samurái, un proyecto en el que participan, junto al mencionado Parodi, otros investigadores como Juan Manuel Suárez Japón, Víctor Valencia Japón o Jonathan López-Vera, de la Pompeu Fabra, y un descendiente del Date Masamune. La huella de la Embajada Keicho "se nota aún no sólo en el apellido, también en los rasgos físicos de gente de Coria y de la zona", aseguran los responsables de este trabajo. El azar quiso que durante siglos el relato de aquellos hombres cayera en el olvido, hasta que "en los últimos 25 ó 30 años" se empezó a reivindicar este cruce de culturas. Gracias a este documental, Hasekura Tsunenaga, que fallecería en Japón posiblemente tras abandonar el cristianismo, vuelve a emprender esa travesía que le conduciría hasta el Guadalquivir.
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