La transición de la calle

Cuando se cumplen 40 años de la muerte de Franco, el periodista Carlos Santos publica sus memorias del final de la dictadura encajando el puzle de recuerdos de medio centenar de personas.

Ciudadanos siguen la dimisión de Adolfo Suárez en una tienda de televisores de Madrid, en 1981.
Ciudadanos siguen la dimisión de Adolfo Suárez en una tienda de televisores de Madrid, en 1981.
Pedro Ingelmo

22 de noviembre 2015 - 05:00

333 Historias de la Transición. Carlos Santos. La Esfera de los Libros. Madrid, 2015. 456 páginas. 21,90 euros.

"En 1978 yo era un periodista muy joven de prácticas en Sevilla y, desde aquellos años, no he dejado de ser testigo de las transformaciones políticas. Pero yo nunca he sido un periodista de moqueta, ni me he movido demasiado por los pasillos del poder. Yo aquellos años los viví en la calle y he consultado recuerdos a otro medio centenar de personas que también estaban en la calle. Porque la Transición no fue una decisión que se tomó desde arriba, la Transición se hizo en la calle. La gente dejó de obedecer a los militares y empezó a obedecer a los poetas". Es posible que así fuera si se considera la celebrada frase de Adolfo Suárez: "Vamos a elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal".

Esta reflexión que hace el periodista Carlos Santos de su propio libro, 333 historias de la Transición, es el mejor resumen del novedoso enfoque que supone esta obra sobre un periodo histórico mil veces contado, pero pocas veces como se hace aquí: mirando de abajo a arriba y no de arriba a abajo. Por sus más de 400 páginas desfilan pequeñas historias para contar una gran Historia. Es contar lo que sabemos, "aunque algunos hablan de oídas y otros parecen haberlo olvidado o nunca lo han sabido", observado desde otro ángulo. De modo que nos vamos a encontrar con nuevos héroes, personajes situados en el margen de la narración pero que fueron imprescindibles para que la trama tuviera un desenlace feliz. Porque si de algo no duda Carlos Santos es de que la Transición "fue un trabajo bien hecho". "No fue una ocurrencia -escribe-, fue un proceso urgido, avalado y vigilado por los ciudadanos que exigían acuerdos. Y cuando hay un acuerdo político se pueden hacer maravillas".

Para que esta visión poliédrica dividida en 333 celdas funcionara Santos tenía que alejarse del relato tejido por periodistas que vivieron el minuto a minuto del cambio desde el ombligo de Madrid. "Los libros de los periodistas de Madrid son documentalmente muy interesanes, pero la Transición también existió en Málaga, en Cádiz, en Almería... Son distintas transiciones dentro de la misma Transición". Ayuda la propia biografía del autor. Nacido en un pueblo de Zamora, creció en Almería, estudió en Barcelona y acabó residiendo en Madrid después de que su trayectoria profesional lo llevara por Canal Sur, Cambio 16, La Voz de Almería y, ahora mismo, en Radio Nacional y colaborando con La Sexta.

Para situarnos en el escenario de los hechos, a Santos la muerte del dictador lo pilla en Barcelona. Él es de los que descorcha champán "como hace todo el mundo en Barcelona". "El 20 de noviembre ocurre algo muy curioso en Barcelona: la gente sale a la calle de manera espontánea, sin lemas, ni banderas, ni proclamas. Simplemente recorren arriba y abajo Las Ramblas con una gran sonrisa en las caras, sabiendo que desde ese mismo momento el país iba a dejar de ser lo que había sido hasta ahora".

Para explicar ese cambio inevitable, pacífico (sin olvidar el yugo de ETA y las flechas de los golpistas), era necesario el "hecho biológico" de la desaparición del dictador, pero, además, "la vista se va inevitablemente atrás porque para entender un régimen que estaba tocado hay que buscar muchas causas. Es indudable el papel de la Universidad, con estudiantes que se echaban a la calle con los catedráticos al frente. De allí, en los años 60, surgió un clima de diálogo entre personas de distintas ideas. En la reconciliación son fundamentales una iglesia de la calle con un espíritu evangélico inspirado en el Concilio Vaticano II y muy cercana a Pablo VI y un Partido Comunista que apuesta por la democracia y se aleja de Moscú. O las comisiones obreras que se infiltran en el sindicato vertical. O el turismo que cambia las costumbres en un país en el que te podían llamar la atención por besarte en el coche. O la emigración. O una crisis económica complicadísima a raíz de que se dispararan los precios del petróleo en 1973. O la influencia de lo que sucede fuera con John Lennon o el pacifismo americano y mayo del 68. El régimen estaba tan desconcertado que creó un servicio secreto exclusivamente para vigilar a curas y estudiantes. La Transición no nace de la noche a la mañana tras la muerte de Franco".

Esos cambios sociales y de costumbres van desfilando por las páginas del libro a modo de pequeños relatos. No minimiza Santos la importancia del sexo, materializado en lo que se conoció como el destape, y que abrió los ojos a un país timorato en cuestiones de vientres. Las canciones, que salpican la obra ofreciendo una suerte de banda sonora de aquellos años, van dando forma al nuevo tiempo. Tampoco minimiza el papel la prensa. Defiende igualmente Santos el protagonismo de los cómicos en la sociedad civil porque "en este país son los cómicos los que nunca han bajado la guardia". Se habla mucho de ellos en el libro. Y aunque Franco murió en la cama, Santos recuerda que en 1976, "cuando las huelgas aún eran ilegales, en ningún país hubo más huelgas que en España. El pueblo actuó".

Comparando aquellos años con los de ahora, Santos afirma que "la democracia no consiste sólo en elegir, sino también en echar. UCD era un partido mayoritario y los ciudadanos lo borraron del mapa cuando consideraron que ya había hecho su trabajo. Durante años una clase política nacida de aquella época se ha acomodado y los ciudadanos habían dejado de exigirles. Ahora, cuando han venido mal dadas, la ciudadanía ha vuelto a reaccionar porque los cambios siempre vienen de la calle".

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