Las trampas de la discapacidad

Crítica de Cine

Javier Gutiérrez -en el centro-, en una escena de 'Campeones', el regreso a la dirección de Javier Fesser.
Javier Gutiérrez -en el centro-, en una escena de 'Campeones', el regreso a la dirección de Javier Fesser.

La ficha

* 'Campeones'. Comedia, España, 2018, 124 min. Dirección: Javier Fesser. Guión: David Marqués, Javier Fesser. Intérpretes: Javier Gutiérrez, Daniel Freire, Luisa Gavasa.

Es fácil caer en la trampa que ha preparado Javier Fesser (El milagro de P. Tinto, Mortadelo y Filemón, Camino) en esta película. Una trampa que pone al crítico en la tesitura de salir airoso del reto de echar por tierra un filme con y sobre discapacitados intelectuales, plagado de buenísimas intenciones (tantas como pocas ideas), un supuesto canto a la normalización de la diferencia y a la celebración de la humanidad por encima de limitaciones y rechazos sociales. Nada menos. Dice Fesser que "la vida de las personas que tienen limitaciones está impregnada de una mirada mucho más positiva y optimista que la nuestra", y no sabemos si lo dice con conocimiento de causa, involuntario cinismo o, simplemente, convencido del tono condescendiente, falsificador y paternalista que él mismo asume. Porque, en efecto, Campeones reproduce ese mismo esquema, reuniendo a un simpático y variopinto grupo de discapacitados encantadores a las órdenes de un entrenador en crisis (Javier Gutiérrez, aquí una caricatura de sí mismo) que se encargará de llevarlos a la final y, de paso, redimirse junto a ellos de su estupidez.

Campeones se lanza así a la comedia pintoresca y buenrollista sin rubor, medida, ni pudor, convirtiendo a sus protagonistas en los cromos manipulables de una fábula de superación, moralina de catequesis y humor de sacristía de la que ellos no son nunca dueños, en la que se me antoja la más desleal de las operaciones cuestionables de esta película. Las otras vendrán de la puerilidad de su guión y lo sonrojante de algunas situaciones, del tono enfático y dirigista de los diálogos, la música y la puesta en escena, de la escasa confianza en un espectador no infantilizado al otro lado de la pantalla. O sea, todos los ingredientes para que triunfe en taquilla. Si Fesser quería homenajear a los discapacitados con empatía y sinceridad, podría haberles ofrecido los medios y el presupuesto de su película para que la hicieran ellos mismos. Iba a ser igual de mala, pero la operación hubiera sido más honesta.

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