Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
mercedes de pablos. periodista y escritora
Cuando a Jonás le preguntan para qué sirve ser comunista en España, él responde con ironía: "Para quedar mal". Aunque después, ya en serio, añade: "Porque el capitalismo es el mismo en todas partes". El joven prepara una tesis sobre José Díaz, "ese panadero que lo tuvo tan y tan difícil" pero que llegó a ocupar un papel en la Historia con mayúsculas y fue secretario del Partido Comunista de España, aunque el doctorando tenga que cambiar sus planes cuando descubra que alguien se le ha adelantado con otra semblanza de aquel político. Jonás, que arrastra ese nombre porque sus progenitores amaban el cine francés -"hay que joderse", dice-, comprenderá en esas semanas que la vida está reñida con las consignas y los dogmas y habita en las contradicciones.En Jonás, mapa para el buen traidor (Almuzara), la periodista y escritora Mercedes de Pablos propone una estupenda novela plagada de reflexiones y preguntas y cuyas páginas desprenden una emocionante verdad.
-Da la impresión de que a usted le ocurre como a su protagonista, que le atraen esos traidores que no respondieron a lo que se esperaba de ellos, los que acabaron delatando a sus compañeros tras horas de tortura, los que no supieron ser héroes porque, sencillamente, eran humanos.
-Me interesan los que se dejan las puertas abiertas, y las razones por las que lo hacen. Al final del libro me permito un juego literario, un homenaje a Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig, en el que cuento por qué alguien se dejó Kerkaporta abierta y eso propició la conquista de Bizancio. ¿Por qué ocurren cosas así? Puede ser por ambición, por miedo, por cansancio... y también porque te rindes, y la rendición es un suicidio. La ideología no es sólo que uno se adscriba a determinada corriente, a determinada plataforma política, a un racimo de idearios, yo me coloco aquí porque estoy a favor de la ecología, el feminismo... Es más que eso, es como un espejo en el que te quieres mirar, donde quieres ver una parte noble de ti, pero luego está la vida, con todos sus matices. De todas las traiciones posibles, para mí la máxima es aquella que sobrepone la doctrina, las grandes ideas, a las personas.
-El siglo XX está lleno de ejemplos donde ocurrió eso...
-El siglo pasado nos dio las expectativas más liberadoras que ha tenido la historia de la humanidad, pero también los infiernos modernos más aterradores: a medida que avanzábamos como sociedad industrial nuestras perversiones fueron más sofisticadas. No es que fuéramos más malos que en Atapuerca, pero teníamos gas mostaza. Con este libro quería hablar de alguien de una generación más joven, que cree aún en las ideologías después de lo que fue el siglo XX.
-A José Díaz se le describe en el libro como "capaz de mirar a los ojos a Azaña, a Martínez Barrios, a Besteiro". Pero también fue un hombre que acabó lanzándose por la ventana en un hospital de Tiblisi, lo que puede entenderse como una rendición. Es un personaje complejo, apasionante.
-Es maravillosa la biografía que ha hecho de él Alejandro Sánchez Moreno. Había leído otro libro sobre Pepe Díaz pero era muy hagiográfico, lo definía con grandes palabras como gran líder, y lo bueno de éste es que el autor, un historiador joven, investiga la vida del personaje sin ninguna soberbia intelectual, recoge lo que se decía de él pero sólo certifica lo que ha podido comprobar. Te va llevando a conocer su figura, y a conocerla en su tiempo. Porque solemos entender a los personajes históricos desde nuestra perspectiva y olvidamos el contexto. Por ejemplo, se ha dicho que Pepe Díaz era un títere del PCUS, pero, oye, es que entonces era un honor formar parte del glorioso Partido Comunista. Pepe Díaz aprende a leer en la cárcel, crece en la carencia, en una ciudad en la que las familias viven hacinadas en corralas. Que los obreros conquistaran el poder resultaba emocionante.
-Su Mapa para el buen traidor se mueve entre el pasado y el presente, donde Jonás sigue creyendo en el comunismo. Pero ya el contexto no es igual...
-A mí, lo reconozco, me sorprende cuando me encuentro con jóvenes que te cuentan que son comunistas, pero, no sé, igual reinventan esa palabra... Al final, y eso lo exploro en el libro, uno no es lo que dice que es, sino lo que hace. En la novela se cuenta que alguien que por sus ideas debería comportarse de una manera -por ejemplo, con el tema de la eutanasia, que se trata en el libro- luego puede tener la valentía o la compasión de hacer lo contrario. Los seres humanos, más allá de su ideología, pueden ser buenos... o no.
-El hecho de que Jonás sea gay le permite reflexionar sobre la incomodidad con que la izquierda observó la homosexualidad. A Paco Molina lo echaron del partido.
-Porque el materialismo dialéctico se olvidó de las personas. La izquierda del siglo XX, después del horror, de los campos de concentración, después de Mao, de los Jemeres Rojos, tuvo que saber que no se pueden conciliar la justicia y la igualdad sin libertad. Hablo de la expulsión de Paco Molina porque es una historia que me impresionó. La homofobia es uno de los pecados morales de la izquierda. Yo he vivido cómo en la Cuba boyante, la que estaba financiada por la Unión Soviética, seguían encerrando homosexuales y se justificaba por el acceso de todos a la educación y la salud. Pero al menos la izquierda ha reaccionado, y gracias a algunas iniciativas suyas se han conquistado ciertas libertades civiles.
-Uno de los temas que asoman por el libro es el cambio de ideologías que viven algunas personas, esa gente que fue progre en su juventud y que ha acabado abrazando los planteamientos más reaccionarios.
-La madre de Jonás se siente culpable por haber amado a alguien que ha acabado así, pero todos hemos querido a gente que ahora está en las antípodas de lo que somos. Se dice mucho eso de dos que duermen en el mismo colchón..., pero no somos dueños de la deriva de los demás, aunque tengamos muy inculcada la culpa y expresiones castrantes como la de llamar fracaso sentimental a una relación amorosa que se acaba no ayuden precisamente.
-Usted entró en el Ayuntamiento de Sevilla, como concejal, en 2011, el año del 15-M, un movimiento del que se habla en su libro. ¿Cómo percibió aquello?
-Me pareció una respuesta afortunada a algo que se había anquilosado. Los partidos tienen que gestionar, pero cuando se convierten en estructuras con un poder omnívoro y hay quien entra en ellos por la salida laboral... alguien con tu ideario te puede pedir que vuelvas a la casilla de inicio, y eso fue el 15-M, la respuesta a una crisis institucional que venía de lejos. ¿Por qué no se produjo cuando todo el escándalo de Luis Roldán, por ejemplo? Entonces nos decíamos: Menos el Rey, parece que nadie está a salvo. ¡Y fíjate ahora! [ríe] El 15-M contribuyó a que se replantearan algunas cuestiones en política. Como todos los estallidos, uno espera por dónde se concreta, pero considero que fue bueno.
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