Cómo afrontar la creación (en el flamenco y en la literatura)
Cultura
Los escritores Luis Landero y Laura Fernández, el guitarrista y poeta Alfredo Lagos y la bailaora y directora del Ballet Flamenco de Andalucía Patricia Guerrero participaron en la primera mesa redonda del festival ‘FlamencOlee’
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La expresión artística nace de la necesidad de relatar, transmitir, compartir con otros. Es una fórmula que nos sirve para reflexionar, a ser posible desde la visión propia, sobre fenómenos que en mayor o menor medida a todos nos afectan. Así sucede con el cine, con las artes plásticas, con la danza. O con el flamenco y con la literatura. Son estas últimas las dos materias que vertebran el festival “FlamencOlee”, que se celebra los días 22 y 23 de mayo en Sevilla, en el Espacio Santa Clara.
El festival ha sido ideado y organizado por la agencia de comunicación y gestión cultural Édere, junto con el Ayuntamiento de Sevilla –a través del ICAS- y cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deporte, más la colaboración de la Bienal de Flamenco de Sevilla y la Fundación José Manuel Lara. En este encuentro, en esta primera edición, participan creadores relevantes del panorama nacional flamenco y literario, como Marta Sanz, Ramón Amador, Montero Glez, Mercedes de Córdoba, Juan Cruz, Silvia Cruz Lapeña, Fernando Iwasaki, Carmen Camacho o Jesús Carrasco, entre otros. Diferentes voces que, entre mesas redondas, talleres y exposiciones, reflexionarán acerca de estas dos manifestaciones del arte.
Una de las primeras actividades que se han desarrollado en “FlamencOlee” fue una conversación entre dos escritores destacados –Luis Landero y Laura Fernández- y dos flamencos con una trayectoria consagrada –el guitarrista Alfredo Lagos y la bailaora Patricia Guerrero-. La mesa estuvo moderada por el periodista Manuel Pedraz, quien a lo largo de una hora preguntó a los intervinientes acerca de cuestiones sobre la creación artística –cómo se aborda en cada ámbito-, sobre divergencias y convergencias entre ambas disciplinas o sobre el concepto de tradición –tan arraigado en el flamenco y en la literatura-.
Son muchas las similitudes que podríamos establecer entre la escritura y el cante jondo, y son muchos los autores que han indagado en este y aquel camino. En la mesa del Espacio Santa Clara, sin ir más lejos, Luis Landero contó su joven vocación con la guitarra flamenca, y Alfredo Lagos comentó, igualmente, que acaba de publicar un libro de poesía, aunque al guitarrista aún le dio pudor considerarse “escritor”. Landero y Lagos coinciden, además de en la fonética de sus apellidos, en ese viaje –cante de ida y vuelta- entre el flamenco y la literatura.
En cuanto a la creación, ya sea en el tablao o en el escritorio, Alfredo Lagos no ve “diferencias”. El autor, eso sí, concibe lo creativo como una acción que nace de la mirada propia. “Yo no pienso mucho en quién me puede escuchar o leer. Si uno escribe pensando en los demás nunca hará nada”, dijo el guitarrista jerezano, cuyo planteamiento matizó la bailaora Patricia Guerrero, quien consideró que la diferencia entre el flamenco y el escritor está en la forma en la que se dirigen al público. “Nosotros nos exponemos al público directamente. Creo que hay una diferencia en el tipo de creación”.
Para Guerrero, el artista flamenco ofrece su espectáculo en un determinado momento, en un espacio, en un tiempo, mientras que el autor –escritor, poeta- destina su obra a un público indeterminado, difuso, que no coincide ni en un momento ni en un lugar. “En un directo la relación con la creación es otra entre flamencos y escritores”, añadió Lagos. Para la escritora y periodista Laura Fernández, “en el acto performativo los escritores son más cobardes. No están en el momento de la creación. En los flamencos sin embargo la creación sucede delante del público. Es una cosa alucinante”, reflexionó. Landero, por su parte, indicó que “el directo también existe en la literatura”; en concreto, en ese instante en el que el lector se enfrenta a la novela.
La conversación –que ya iba alcanzando su ecuador- derivó en otra coyuntura que todo artista conoce: la insatisfacción con la obra hecha, con la obra pasada. Todo autor ha vivido esa situación: la de volver a ver, o a leer, su propuesta, y entonces percibir que ha faltado algo, que esto o aquello es mejorable. “Paco de Lucía decía que por él sólo hubiese grabado un disco”, comentó Lagos. “Toda historia de un artista es la historia de un fracaso –sentenció Luis Landero-. Porque nunca llegará a la perfección de su obra”. En este momento de la charla, el escritor relató una anécdota que bien describe cómo se sucede la relación entre el artista y su obra. Contó Landero el argumento de un libro, La caja verde, donde el protagonista “desde que tiene uso de razón aspira a tener una caja verde de pescador”. Los dioses –siguió contando Luis Landero- “no le conceden esa caja verde mientras que el protagonista sigue creciendo”. Pero llega un día, con el paso de los años, en el que los dioses deciden dar esta caja verde al protagonista, quien “mira a los espectadores, mira a la caja verde” y entonces dice “pues no era este verde”. “En mis novelas siempre pienso que esta vez sí, y luego jamás es ese verde”, concluyó, entre risas, Landero.
La soledad a la que se enfrenta el creador es otro asunto que interesa a escritores y a flamencos porque, tal como señaló Patricia Guerrero, “el creador lleva muchas horas en solitario”. Laura Fernández relató su método a la hora de gestionar ese tiempo –difícil- de soledad. La escritora catalana desveló que siempre escribe escuchando música. “Siempre escucho un disco concreto para las novelas que escribo. Ahora, por ejemplo, escucho a Cat Power, una cantante norteamericana que versionó un disco de Bob Dylan”.
Tras ir tratando estos temas, Manuel Pedraz preguntó cuándo nació la vocación, y cómo fue el proceso de aprendizaje respecto del baile, la guitarra o la novela. Luis Landero precisó que el origen de su vocación –y el posterior aprendizaje- se encuentra en el “lenguaje oral” que escuchaba en su familia, vinculada al campo. “La biblioteca es importante en el caso de los escritores, pero en mi caso creo que el genio de la lengua viene del lenguaje oral. Toda mi familia era una familia de campesinos, semianalfabeta, aunque era gente que hablaba muy bien, no como los futbolistas de ahora, por ejemplo. Mis mayores no eran cultos, pero eran depositarios de la cultura popular. Yo sumé a esa cultura popular la cultura escrita”. Para el escritor, no obstante, lo importante en el artista no es cómo o dónde aprenda, sino “recorrer los caminos de siempre con zapatos nuevos”.
Para culminar las intervenciones se habló del principio; es decir, de la tradición. Un concepto que Patricia Guerrero ve “muy necesario”; similar a Alfredo Lagos, quien lo “respeta muchísimo, aunque todo artista esté obligado a buscar un camino nuevo”. Para Landero la tradición es, sencillamente, “inevitable”. Laura Fernández apeló a Cervantes, escritor para ella indispensable. “Leí tarde El Quijote, a los treinta y tantos, pero con él me di cuenta de que todas las historias de los escritores norteamericanos posmodernos que me fascinaban ya estaban en El Quijote. Por lo que todo lo que soy yo lo creó Cervantes”.
Frustración ante la obra jamás excelente, las dudas de los proyectos, la soledad delante del ordenador o en el transcurso de un ensayo, similitudes y diferencias de cada arte –la novela, el quejío, la guitarra, el baile-. Temas que el periodista Manuel Pedraz fue proponiendo en un debate que duró alrededor de una hora, y cuyos testimonios –los de Luis Landero, Laura Fernández, Alfredo Lagos y Patricia Guerrero- quedaron en el aire de un tiempo presente y probablemente también en el de los tiempos futuros.
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