La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Icónica Santalucía Sevilla Fest
En Icónica Santalucía Sevilla Fest estábamos anoche inmersos con nuestros cinco sentidos en un capítulo trascendental de la historia de la música. Descristalizábamos las imágenes oníricas grabadas en nuestro subconsciente desde los inicios de su fama estratosférica en la televisión en blanco y negro hasta esta noche, en la que podía haber cincuenta tonos de gris entre la masa de 3.000 espectadores que arrasaron con todas las localidades disponibles en la Plaza de España; muchos de ellos renovando sus votos, quizás por primera vez en vivo, con Sir Tom Jones, acompañados en abundantes casos de los miembros más jóvenes de su familia, entre los que habrán brotado semillas que florecerán gravitando hacia el icono de 84 años, cuyo legado permanecerá en las listas de reproducción de las próximas generaciones durante otros 60 años.
Apareció destacado por un único foco, acompañado solamente por el piano de Paddy Milner mientras cantaba la conmovedora y lírica I’m Growing Home, un reconocimiento del progresivo paso del tiempo, con la que ya desde el principio se ganó nuestros corazones. Ahí estaba, toda una estrella cantando: Me estoy volviendo sabio, estoy creciendo, sí; estoy envejeciendo. Sir Tom en su elemento, disfrutando de cada momento; su voz de barítono tan poderosa y resonante como siempre, manteniendo a la gente hechizada; cada nota pronunciada con fuerza, encanto y toda una vida de experiencia. Era reconfortante ver que el Tigre de Gales, en la vejez, tiende a reflexionar sobre sus años crepusculares y su mortalidad con cierta madurez en lugar de tratar de presentar una imagen de sí mismo de veintitantos años, incómoda ahora, a pesar de los buenos recuerdos que tenemos de ella. Y además está especialmente orgulloso de que su último disco, el que hace el número 41, Surrounded by Time, lanzado en 2021, lo convirtiese en el artista de mayor edad en alcanzar el número uno de las listas; por eso, aunque ya desde los momentos iniciales comenzó a interpretar las canciones que fueron sus primeros singles, grabadas hace casi 60 años, con una energía contagiosa y un entusiasmo que contradecía su edad, el concierto no fue un ejercicio de pura nostalgia. Con It's Not Unusual, demostró que la poderosa voz detrás de la canción aún permanece, aunque ahora el director musical de Jones y percusionista de la banda, Gary Wallis, le haya insuflado relajados aires de bossa nova y calipso, para seguir con el enorme regalo que le hicieron los insignes Burt Bacharach y Hal David con What's New Pussycat?. Las dos fueron acogidas con un fervor que hacía patente que podía montar un repertorio compuesto solo por canciones como esas, pero Tom Jones tuvo el inmenso mérito de decidir no hacerlo así, no regodearse en el pasado ni revivir muchos momentos de gloria, sino seguir explorando nuevas expresiones, por lo que salpicó generosamente el concierto de canciones de ese último disco, como Pop Star, de Cat Stevens, entregada con un optimismo deliciosamente irónico, como si toda su carrera de estrella del pop la tuviese todavía por delante, sintiendo ese verso de I'm come home now (me vuelvo ya p’a casa) como una mirada simultánea hacia adelante y hacia atrás; también Tower of Song, de Leonard Cohen, una canción que podría haber sido escrita para y sobre él mismo; o dos de Bob Dylan, una poderosa versión de Not Dark Yet, silenciosamente reflexiva, y One More Cup of Coffee, con ese sentimiento de todavía no estoy muerto, pero soy consciente de las sombras. Incluso piezas de otros autores más desconocidos que también incluía el disco, como I Won't Crumble With You If You Fall, de Bernice Johnson, canción sombría y melancólica, o Talking Reality Television Blues, el original de Todd Snider que Jones convirtió magistralmente en una pieza que bien podría haber sido de Radiohead. Recordó además de entre sus últimas canciones la maravillosa One Hell of Life que Katell Keineg le escribió y él hizo realmente suya, imbuyendo en su letra toda la emoción de una carrera, que va ya para las siete décadas, un infierno de vida; interpretarla anoche fue un momento conmovedor, una nueva muestra de la fuerza y sutileza de su voz. Esa voz.
Si bien la sensación entre los mayores fans de Tom Jones era el deseo de que hubiese cantado más de sus éxitos, no se puede negar que soltó muchos durante el concierto. Sex Bomb la tocaron fuerte y sucia, sorprendentemente reconvertida en un blues salvaje. Mientras el bajista Dave Bronze mantenía el acorde y el guitarrista Ben Jones nos fascinaba con su solo, las palabras sex bomb sex bomb resonaban explosivamente en el monumental recinto; la gente lo acompañaba cantando como si estuvieran ensalzando descaradamente sus propias proezas y virtudes sexuales. En este punto, era obvio que la voz profunda e impulsiva de Tom Jones es más rica que la de la mayoría de los artistas que tienen la mitad de su edad. El romance de Delilah fue todavía más tórrido con ese calor pantanoso y sofocante que le metieron. En Green, Green Grass Of Home sentimos como la yerba estaba más verde a este lado del Parque de María Luisa, aunque lo que nos rodeaba eran piedras centenarias. Con esta canción Jones comenzó en 1966 a pasar del público adolescente al más maduro y todavía es inspiradora esa historia de una persona condenada entre las cuatro paredes de una prisión que sueña con volver a su hogar, aunque sea para descansar eternamente a la sombra del viejo roble, debajo de la hierba verde, verde de casa.
Sir Tom siempre ha sido un intérprete de canciones de otras personas, y le dio su crédito a todos los autores de las que interpretaba. De todos ellos hablaba maravillas. Y bromeaba. El reconocimiento de la mortalidad lo abordó nuevamente en Across the Borderline, de Ry Cooder, que interpretó, según nos dijo, por primera vez con esta banda en el Hollywood Bowl durante el concierto del 90 cumpleaños de Willie Nelson… ¿qué hago yo aquí con estos viejos…? si yo solo tengo 83 tacos… Rindió homenaje a Dusty Springfield con una versión de ensueño de Windmills Of Your Mind, convirtiéndola en un soliloquio reflexivo sobre la vida misma, que nunca termina ni comienza, como un carrete que siempre gira. Su recreación del Lazarus Man de Terry Callier fue convincente y oscura, sombría, como si estuviese canalizando su Nick Cave interior para crear una atmósfera misteriosamente inquietante. Interpretando el Kiss de Prince se mostró arrogante, propenso a la bravuconería descarada, con una actitud de zorro plateado que le iba muy bien a la tenaz fortaleza de su actuación. Los restos de los años 70 y 80 todavía se dejan notar en Tom Jones. Se dejan notar mucho, no había más que dejarse llevar por sus gritos de are you ready? are you ready for a full monty?, antes de clavar un You Can Leave Your Hat On que nos trajo el recuerdo de las transparencias del striptease de Kim Bassinger (puedes dejarte el sombrero, oye) al ritmo de Joe Cocker, para mantener el ambiente con If I Only Knew y después encarnar al vicioso Prince.
Su magnífica banda proporcionó arreglos que se inspiran en el blues, el rock androll, el rhythm and blues, el funk, el soul, que movieron melodías familiares en direcciones inesperadas. Así lo alabó el propio Jones en los bises antes de decirnos que además de todo eso tenía para nosotros un poquito de boogie boogie, llevando la memoria a escarbar todavía más atrás, para rescatar con ese porte, de forma muy dulce, la venerable y espiritual Strange Things Happening Every Day, de Sister Rosetta Tharpe, sin señales de disminución alguna de la energía o el entusiasmo por parte de nadie, y terminar con un recuerdo a Chuck Berry: estaba yo en Las Vegas, en el 71 o 72, con Elvis; y después de mi concierto me dijo, tío, Chuck Berry va a tocar ahí al lado, ¿vamos a verlo? ¡Elvis me dijo a miiií…! Y fuimos. Me dijo Elvis allí… ¡Elvis me dijo a miiií!, ¿sabes? Ese tío de ahí es el verdadero rey del rock and roll. Y Johnny B. Goode fue una verdadera guinda a una experiencia ya de por sí muy satisfactoria.
No podemos saber si estas van a ser las últimas veces que Tom Jones se suba a un escenario, si esta gira servirá como el testimonio digno de una carrera de muchísima altura; pero lo que sí sabemos con seguridad es que es una gira que evita las opciones fáciles para asumir mayores responsabilidades, desafíos. Anoche presenciamos el extraordinario espectáculo de una verdadera leyenda viviente.
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