Todo a la vez: un título ajustado

Todo a la vez en todas partes | Crítica

Michelle Yeoh protagoniza ‘Todo a la vez en todas partes’.
Michelle Yeoh protagoniza ‘Todo a la vez en todas partes’. / D. S.

La ficha

*** Todo a la vez en todas partes. Comedia / Acción, EEUU, 2022, 139 min. Dirección: Dan Kwan, Daniel Scheinert, Daniels. Guion: Dan Kwan, Daniel Scheinert. Música: Son Lux. Fotografía: Larkin Seiple. Intérpretes: Michelle Yeoh, Jamie Lee Curtis, Jonathan Ke Quan, James Hong, Anthony Molinari, Audrey Wasilewski.

Paul Dano, el excelente actor al que parecen fascinarle sobre todo los personajes raritos (del predicador majareta de Pozos de ambición al perturbado torturado de Prisioneros o el villano Riddler en The Batman) interpretó a un solitario náufrago que traba amistad no con un nativo salvado de los caníbales como Robinson Crusoe, ni tan siquiera con un balón como Tom Hanks en Náufrago o con un coco como Carmen Russo en un reality, sino con un cadáver pestilente y pedorro. Si, exagerando, quisiera medirse la caída en la vulgaridad intrascendente de la cultura americana podríamos utilizar como metro la distancia que separa la poesía macabra de Poe en los relatos de relación con los más o menos muertos –Ligeia, Morella, Usher, Valdemar– de esta gracieta gamberra y aerofágica.

Con este argumento y la apropiada puesta en imágenes no extraña que la película supusiera para sus debutantes directores Dan Kwan y Daniel Scheinert –The Daniels–, formados en el videoclip, un premio a la mejor dirección en el festival de Sundance, además de en otros festivales, entre ellos el de Sitges, y que este premio les supusiera el pase para abordar esta producción más costosa (aunque no tanto si se compara con los actuales presupuestos de las películas de fantasía y acción). Sundance es, desde hace años, algo parecido a la escuela de Lentulo Batiato a la que los patricios (en este caso los productores) iban a buscar gladiadores.

Tan convencionales se ponen, sin abandonar por supuesto la senda gamberra que es su sello, que en su segunda película se sirven de esa navaja suiza que permite hacerlo todo llamada multiverso. Está de moda porque permite organizar puzles fantásticos (en su acepción de relativo a la fantasía, no de magnífico o excelente) y absuelve todas las inconsistencias de guión al saltarse a piola la más mínima exigencia de coherencia narrativa.

He aquí que una inmigrante china en Estados Unidos (Michelle Yeoh: la muy buena actriz que alcanzó la fama como Bond Girl en El mañana nunca muere y se consagró con Tigre y dragón de Lee) se precipita en el tan de moda multiverso para enfrentarse a amenazas que ponen en peligro al mundo y a ella bajo las formas igualmente terribles de un malvado que quiere desatar el caos y una agente de Hacienda (Jamie Lee Curtis: reencontrarse con su vis cómica es lo mejor de la película); pero sobre todo para enfrentarse a sí misma, sus frustraciones, las vidas que no ha vivido en lucha con la que vive sin ganas cargando con un padre, una hija, un marido y un negocio que no da para sacar adelante sus vidas y la suya.

Como si los directores se hubieran zampado la obra completa de Terry Gilliam y de los hermanos Zucker y Jim Abraham, dan la vuelta a situaciones, objetos, seres, cuerpos y actitudes reales para convertirlos en juegos llevados al límite del absurdo surreal con un fuerte componente de parodias de un montón de películas –las referencias cinéfilas se multiplican– buscando la complicidad de los espectadores que captan estos guiños (y deben ser muchos porque la película triunfa en las taquillas) que van de las películas Marvel a las de artes marciales, los melodramas familiares, las películas indies con historias de superación protagonizadas por inmigrantes.

Voluntariamente excesiva, deliberadamente confusa, calculadamente guarra (los límites de la guarrería son aquí más estrechos que en su anterior película: la radiación escatológica está vigilada por el contador Geiger de los productores Anthony y Joe Russo, directores en la factoría Marvel de Capitán América: Civil War, Avengers: Infinity War y Avengers: Endgame, y de la poderosa y triunfal productora y distribuidora A24), brillante en algunos momentos, tediosa en otros por efecto de la acumulación, no siempre tan graciosa como pretende ser con sus gracietas gamberras para al final derivar al sentimentalismo familiar y la corrección política que brota entre tanta incorrección calculada. Sus mayores virtudes, que las tiene, nacen de la misma fuente de descaro y exceso que sus defectos.

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