Tim Burton se refugia en sus orígenes

BITELCHÚS | CRÍTICA

El actor Michael Keaton se mete en la piel del mítico Bitelchús.
El actor Michael Keaton se mete en la piel del mítico Bitelchús. / D. S.

La ficha

*** 'Bitelchús Bitelchús'. Comedia-Terror. 2024. Estados Unidos. 104 min. Dirección: Tim Burton. Guion: Alfred Gough, Seth Grahame-Smith, Miles Millar. Música: Danny Elfman. Fotografía: Haris Zambarloukos. Intérpretes: Michael Keaton, Winona Ryder, Catherine O'Hara, Monica Bellucci, Jenna Ortega, Willem Dafoe, Filipe Cates.

En 1988 Tim Burton era un joven emergente que tres años antes había obtenido reconocimiento en su debut con la original comedia La gran aventura de Pee-Wee. La tan divertida como igualmente original Bitelchús reforzó su nombre ante el público y ante la industria, valiéndole el contrato con Warner para dirigir Batman, verdadero origen -con el precedente del Superman de Donner en 1978- de la moda de las superproducciones de superhéroes. Además de reforzar su nombre, Bitelchús fue un importante paso adelante en la definición de los fundamentos de su estética poético-surreal-gótico-macabra que finalmente se desplegaría en 1990 con Eduardo Manostijeras. Desde entonces su carrera ha sido una montaña rusa con subidas (Pesadilla antes de Navidad, Ed Wood, Marte ataca, Big Fish -quizás su mejor película-, La novia cadáver) y bajadas marcadas por las sobreactuaciones de Johnny Deep (que tanto lastran, por ejemplo, las prometedoras Sleepy Hollow y Sweeney Todd) y por la reiterativa infatuación formal de su estilo y diseño visual. Salvo Frankenweenie en 2012, no ha rodado ninguna película a la altura de las que rodó entre 1985 y 2003.

Tampoco este retorno a Bitelchús está a la altura de lo que representó el de 1988. No es de lo peor que ha ofrecido en los últimos 20 años, pero tampoco responde a las expectativas que puede suscitar este retorno a sus orígenes como director. Está perjudicada por un guión deslavazado que tiene el aire de una suma de episodios y por el agotamiento de su universo visual tras su explotación intensiva. Han pasado los años. Lydia, otra vez interpretada por Winona Rider, es la exitosa presentadora de un programa televisivo sobre casas embrujadas. Tiene pareja, el productor de la serie, y una hija. Una triste circunstancia le hace regresar a la casa embrujada para reencontrarse con las mismas criaturas de ultratumba y un montón de nuevas incorporaciones de entre las que las mejores son el policía fantasma interpretado por el siempre grande Willem Dafoe y la fantasma succiona almas interpretada por Monica Belucci, actual pareja-musa de Burton. Por supuesto reaparece Bitelchús a cargo otra vez de un Michael Keaton a quien el maquillaje permite anular los 36 años transcurridos desde que interpretó este personaje.

Pero tampoco carece de algunos méritos. Tiene buenos e ingeniosos golpes, aciertos visuales (como el homenaje al director italiano Mario Bava, a su La máscara del demonio y a su intérprete, Barbara Steele, la musa del terror a la italiana), un saludable regreso a los efectos especiales artesanales como distanciamiento de la era digital y un aire nostálgico de reencuentro con algo que nos divirtió y sorprendió por su descarada frescura y su delirio visual. Quizás el director ha querido volver a aquel punto para reencontrarse consigo mismo y redimirse de sus últimos fiascos. Lo ha logrado solo a medias con este regreso a sus orígenes que, no siendo una película a la altura de lo que fue, es mejor que la mayoría de sus últimas obras.  

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