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Errancia y arraigo

Tierra adentro | Crítica

La Veleta publica una amplia antología del poeta francés Louis Brauquier, consagrada al mar y los paisajes de la Provenza, en una pulcra traducción del Marie-Christine del Castillo

Louis Brauquier (Marsella, 1900-París, 1976).

La ficha

Tierra adentro. Louis Brauquier. Edición y traducción de Marie-Christine del Castillo. La Veleta. Granada, 2023. 376 páginas. 34 euros

Al margen de escuelas y corrientes y en buena medida del mundo literario, pues su profesión de marino mercante lo mantuvo alejado de Francia durante largas temporadas, Louis Brauquier es uno de esos poetas que atraviesan su tiempo como figuras excéntricas e inactuales, de una manera discreta pero persistente que a la postre se impone por la calidad de la escritura. Nacido con el siglo en la ciudad portuaria de Marsella, su vida estuvo vinculada al mar que recorrió como capitán de la compañía naviera Messageries Maritimes, creada en el XIX como un instrumento de la política colonial de la nación vecina y cuyos altos paquebotes surcaban aguas de los cinco continentes, abarcando todas las rutas comerciales en las que se desplegaba su actividad económica. Familiarizado desde niño con el incesante espectáculo del puerto, Brauquier se inspiró en los mil escenarios de su itinerario nómada, pero también tuvo una relación profunda e íntima con la Provenza interior donde acabó sus días. De ambas pasiones se nutre una obra de claro trazado y admirable capacidad de sugerencia, que evoluciona de la celebración a la melancolía y adquiere al final un aire simbolista.

La selección recoge poemas de los siete libros publicados por Brauquier entre 1922 y 1978

De la mano de Marie-Christine del Castillo, coeditora de Renacimiento y traductora de autores franceses como Paul Morand o las poetas y pintoras surrealistas Valentin Penrose y Alice Rahon, también del futurista Luis Aranha y de otros poetas brasileños del siglo XX, llega esta amplia antología que presenta por primera vez en español la obra de Brauquier, recogida en su lengua original con el título de Je connais des îles lointaines (La Table Ronde, 1994). Publicada por La Veleta, la exquisita colección que dirige Andrés Trapiello, Tierra adentro reúne poemas de sus siete libros desde el inaugural Y el más allá de Suez (1922) hasta el póstumo Invernada (1978). En otro libro de La Veleta, Via Labirinto, o sea en la poesía reunida de Juan Manuel Bonet, encontramos un poema, "Escuchando a Louis Brauquier", reproducido por la traductora como homenaje a ambos, cuyos versos finales cifran su poética: "Palabras sencillas: qué bien dicen / su destino errante, su universo / pequeño, y que permanece y crece".

Si desde fuera añora Francia, cuando regresa echa de menos la "libertad de los mares"

Marsella y sus colinas "azules en el alba", pero también otros muchos escenarios en confines remotos, Sidney, Numea o la Concesión Internacional de la capital económica china, donde Brauquier vivió la ocupación japonesa, aparecen en versos en los que los marinos recorren los "países nuevos". El mar y sobre todo la vida portuaria es la materia casi única de los primeros libros, donde se describen la agitación y el trasiego de las mercancías, "despreciadas / por los poetas de las estrellas, de la luna y del amor"; la multitud de procedencias y destinos que confluyen en un solo punto, al que arriban "naves llegadas de los puertos del mundo"; los personajes nativos o cosmopolitas que integran la fauna humana; el "amor a los faros, los astros", el "anochecer sobre los muelles" o las "raras mañanas blancas". La visión casi épica del oficio y también, como señala Del Castillo, una ética del deber, referida al "orgullo mercante", explican la caracterización de Brauquier, debida a Jules Roy o a su paisano y estudioso Gabriel Audisio, como un "Conrad en versos", que trata asimismo, a medida que deja atrás la juventud, de la ausencia, el exilio y la soledad. Si desde fuera añora Francia, "el país más hermoso para los que están lejos", cuando regresa echa de menos la "libertad de los mares".

El poeta de las postrimerías pinta, fotografía y apresa el paisaje en versos memorables

Ya presente en Escritos en Shanghai (1951), la otra veta de la obra de Brauquier –el poeta "terrestre, meditativo, metafísico", en palabras de la traductora– viene de su mencionado vínculo con la Provenza del interior y se intensifica cuando tras la jubilación se retira a una masía donde lleva, no lejos del mar, una vida dedicada a la contemplación de la naturaleza que pinta, fotografía y apresa en versos memorables, como los de la espléndida serie "El invierno". Es esta veta, predilecta de la traductora, la que justifica el título de la antología, donde el gusto morandiano por el exotismo deja paso a una conmovedora profesión de arraigo. De vuelta de las "grandes rutas", el poeta busca el "paraíso de la infancia perdida" y su declinar se asimila a la última de las estaciones, un "reino cargado de crepúsculos". Intenso y emocionante, el Brauquier de las postrimerías no deja de recordar al joven que anhelaba conocer todos los puertos, pero fija su atención en el paisaje primordial que le devuelve el asombro del niño.

Muelle de Messageries Maritimes en Marsella, a comienzos del siglo XX.

Escuela de vida

En el "aviso para navegantes" que cierra su prólogo a Tierra adentro, Del Castillo menciona a José del Río Sainz (Santander, 1884-Madrid, 1964) como una figura, aunque perteneciente a la generación anterior, hasta cierto punto equiparable a la de Brauquier, en tanto que el cántabro fue también marino y poeta del mar, e igualmente ajeno a las vanguardias. Su obra en verso se encuentra recogida en dos antologías: Poesía (La Veleta), editada por Luis Alberto de Cuenca y José del Río Mons, y Versos de guerra, mar y hampa (Renacimiento), al cuidado de Juan Antonio González Fuentes. Brillante y renombrado periodista, conocido por el seudónimo de Pick, Del Río Sainz fue incluido por Gerardo Diego en la segunda edición de su famosa antología, pero la posteridad lo ha reducido a la condición de epígono del modernismo, que lo fue, despachándolo además con la ambigua etiqueta de autor regional. Aunque no carecen de ripios, los Versos del mar y de los viajes –título de la primera entrega del santanderino, aparecida en 1912– tienen un encanto especial, que en parte proviene, así lo escribe De Cuenca, de su "rara mezcla de lo negligente y lo perfecto". En ellos encontramos también, como en otros de sus cantores, la celebración del mar como "escuela de la vida".

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