La tierra de Diego
Diego del Morao, sobrino-nieto de Manuel Morao e hijo de Moraíto, publica su primer álbum de la mano del Cigala
Orate respira libertad por los cuatro costados. Es de agradecer la apuesta de El Cigala en favor de obras bien hechas y plenamente controladas por los artistas. Eso sí, ya no se puede alegar aquello de "no es el disco que yo quería hacer". Es el disco que Diego el del Morao quería hacer: esa brillantez, esa solidez, esa seguridad rítmica de la casa Morao. Y con la serenidad que aporta Diego a este patrimonio familiar. El hijo de Moraíto amplía las armonías tradicionales de la casa. Tradicionales... desde hace unas décadas. Cuando Manuel Morao las inventó eran una auténtica revolución respecto al toque tradicional jerezano de aquel momento. El estilo de Diego no tiene la seguridad nerviosa de su tío abuelo Manuel, sino que se presenta con fluidez, naturalidad, con cierta laxitud vital que ya se adivinaba en su padre, Moraíto, otro grande de este asunto de la guitarra, pero que Diego lleva a sus últimos extremos. Cuatro son las bulerías que incluye este disco, con cuatro colaboraciones de lujo: la primera con la voz del Cigala, que así se implica también físicamente en la obra. La segunda es una melodía por livianas y bulerías que dice e improvisa el compás de Jerez, Diego Carrasco. La tercera viene con la colaboración de un tal Paco de Lucía y lleva el elocuente título de El regalo. El contraste entre el estilo pastueño de Diego y la luz arrolladora de Paco de Lucía está canalizado por el enorme virtuosismo rítmico de los dos intérpretes. Diego le habla de tú al astro. Y no se ha quemado. Creo que es el mejor piropo que se le puede echar a un músico. La última bulería, que cierra el disco, es todavía más emotiva puesto que encontramos al propio Moraíto dándole la réplica a su hijo. El tema lleva la firma solar de Manuel Morao Junquera y la vitalidad de la voz de Juan Carrasco con el sello indeleble de Casa de la Morena. Los estribillos corales masculinos se basan en una tradición pulida por décadas de fiestas, reuniones e improvisaciones, y con letras clásicas.
Dos tangos completan el repertorio festero. Drunjí de fisonomía más contemporánea, cercana al pop, con Jumitus, Paquete y Piraña, la banda habitual del Cigala.Y El aire llega donde los invitados son Josemi y La Niña Pastori.
La soleá es uno de los estilos bandera de la casa, el barrio, el pueblo. Un estilo muy rítmico que Diego hace centrando las falsetas en una rueda armónica más laxa y con mayor tendencia a los tonos menores que la tradición de la soleá. Es un territorio nuevo, propio, el centro de un espacio único, intransferible, llamado Diego del Morao. Esa es la mayor virtud de Diego, entre las muchas que atesora: haber logrado un sello propio dentro de una casa tocaora que cuenta con genios como Manuel Morao y Moraíto. Diego es todos ellos, asume y renueva su territorio, pero ademáss lo amplía a nuevos espacios conquistados por su guitarra, libre, a solas. Dos son los temas de guitarra sola, rondeña y seguiriya. En la primera el guitarrista fantasea desde la libertad de no estar constreñido por un ritmo estricto, dejándose llevar por el trémolos hasta los rincones más líricos de esta obra. La seguiriya es minuciosa, tensa, dentro de la laxitud propia de este tocaor, por la contundencia rítmica, y solemne.
Como es el disco que quería Diego del Morao es, ni más ni menos, el disco que nosotros queremos. Una obra deliciosa.
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