"El tiempo te da sabiduría, pero no te quita la vitalidad y la ilusión"
Miguel Rivera. Músico. Componente de la banda Maga
El grupo celebra el jueves en el Central el fin de la gira de 'Salto horizontal', un disco con el que reconquistaron el entusiasmo de la crítica y el público
El regreso de Maga tras aquella pausa que se tomaron sus integrantes no hizo sino confirmar que estamos ante una de las bandas más queridas del panorama independiente patrio. Tanto el público como la crítica acogieron Salto horizontal, su último álbum, como la mayor proeza de una carrera donde se habían sucedido los hallazgos. Este jueves, el grupo sevillano celebra en el Teatro Central uno de los cuatro conciertos con los que clausura su gira -el primero fue en Granada el pasado día 10, esperan en noviembre Barcelona y Madrid-, una oportunidad para que sus muchos fieles comprueben que ese lirismo y esa fuerza que atraviesan la propuesta de los sevillanos desde sus comienzos se mantienen felizmente intactos.
-Interpretan sus canciones con un trío de cuerda y artilugios electrónicos que habían dejado de usar. Debe de ser curioso abordar su repertorio con un cambio de piel tan significativo.
-Sí, totalmente. Nos apetecía poner la guinda a una gira que ha sido profusa y satisfactoria con algo que fuera memorable, que coronara la historia de un disco que nos ha dado muchas alegrías. Nos preguntábamos cómo hacerlo, y yo le comenté a mis compañeros que siempre había tenido la fantasía de hacer algo con cuerdas. Nos entusiasmó la idea, y la sorpresa ha sido mayúscula: yo mismo, que he compuesto muchas de las canciones, me he emocionado y sorprendido con este nuevo sonido.
-En este fin de gira tienen otra aliada excepcional: la ilustradora María Hesse.
-María y yo hemos colaborado ya varias veces: juntamos nuestra música y sus ilustraciones en un acto pequeño al que fueron sobre todo amigos, y después cuando ella presentó su biografía de Bowie. Ahí vimos que se creaba una sinergia especial, que los dos, cada uno desde nuestra disciplina, conseguíamos un clima muy interesante, casi como un hapenning. Y cuando surgió la idea de hacer algo especial para el fin de gira, pensé que podríamos darle a nuestros temas no sólo un nuevo ropaje auditivo, también visual.
-Esa pausa que hicieron demuestra que a veces hay que parar para reencontrarse. Se les ve pletóricos en su regreso...
-Sí, a veces hay que poner el coche en punto muerto para reconocer el terreno sobre el que avanzas. Muchas veces estás tan obsesionado con cumplir objetivos que no ves el camino que recorres. Hubo un momento en el que dudábamos si queríamos continuar. En tu grupo tienes algo parecido a una relación de pareja; menos el sexo [ríe] compartes todo lo demás. Hizo falta un periodo de barbecho que podía haber acabado en ruptura, pero ahí descubrimos que teníamos cosas que contar y podíamos recobrar la ilusión de trabajar juntos.
-Y esa ilusión se advierte en Salto horizontal. Hablan de desamor, por ejemplo, pero les ha quedado un disco muy vitalista.
-Cada disco es producto de unas circunstancias: Satie contra Godzilla (2011), que me encanta, era un trabajo amargo y oscuro, por el momento en el que estábamos los componentes de la banda. A mí me gusta decir que la experiencia te da sabiduría, que eso es verdad, pero creo que con la edad no pierdes la fuerza, que este álbum tiene la vitalidad de un debut. En cierto modo, hacer Salto horizontal ha sido como coger lo mejor de cada etapa.
-Resulta muy emocionante el homenaje que le dedican a Vicente Aleixandre con la canción (y el videoclip) La casa en el número 3.
-Estábamos componiendo las canciones y Javi [Vega, el bajista] me pasó un artículo en el que se denunciaba el estado ruinoso de la casa de Vicente Aleixandre, por la que pasaron Lorca, Cernuda, Neruda.... Yo vivía entonces en Madrid y me acerqué, aunque no pude entrar. Desde la reja, observando los cristales rotos y las paredes agrietadas, sentía tristeza por todo lo que pasó allí y lo poco que queda. En otro país ese edificio sería un monumento a la poesía.
-En De plata agradece al mar de Cádiz su "infinito tesón de madre buena". ¿Con la edad uno pierde el reparo en hablar de sus raíces?
-Es curioso, porque el mar es un elemento recurrente en nuestra obra, lo veo como una obsesión de la infancia, como una segunda madre, pero antes lo tratábamos como algo abstracto, y esta vez hacemos una canción a un mar ya con nombre y apellidos. Cuando empezábamos nos movíamos por referencias anglosajonas y parecía que hablar de Andalucía no estaba de moda. Nosotros no hemos sido ni amantes del folclore ni hostiles contra él, hay referencias veladas al sur en nuestra producción.
-Hace ya más de tres lustros desde que comenzaron. La música indie es hoy muy diferente de como se concebía entonces, ¿no?
-El primer grupo que tuve, allá por el 93, se llamaba Long Spiral Dreamin’, y en él nos fijábamos en gente como The Stone Roses o The Charlatans... Entonces apenas había grupos que cantaran en castellano, ahora hay un abanico de estilos mucho más amplio, y sobre todo hay algo que me gusta señalar: la profesionalidad con la que los grupos que empiezan salen al mundo. En nuestra época apenas sabíamos tocar, se daba como una especie de sublimación de lo amateur: ni siquiera estaba bien visto si tocabas bien, si lo hacías te miraban como a un guay. Hoy los grupos lo tienen muy claro, sorprende porque están muy preparados y controlan cuál es su propuesta estética o cuál su puesta en escena.
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