Del tiempo y la ciudad: el cine de Terence Davies

Cine

Un nueva película, la recuperación de sus primeros títulos en DVD y una retrospectiva en San Sebastián ponen de actualidad al gran poeta del cine inglés

Una imagen de 'The long day closes' (1992), de Terence Davies.
Una imagen de 'The long day closes' (1992), de Terence Davies.
Manuel J. Lombardo

16 de septiembre 2008 - 05:00

Nacido como un encargo del ayuntamiento de Liverpool, Of Time and the city, el último filme, esta vez documental, de Terence Davies (Liverpool, 1945), supone una nueva mirada a viejos rincones de la filmografía de este gran poeta cinematográfico bajo la elegiaca forma de una confesión íntima y a partir de materiales (visuales y sonoros) de segunda mano. La película, presentada en el pasado festival de Cannes, hilvana noticiarios, imágenes de archivo, películas domésticas, nuevo material rodado, fotografías, música clásica y canciones populares a través del relato personalísimo y afectado (de melancolía y de rabia, de nostalgia e ironía) del propio Davies, quien anuda en su autobiografía, marcada por una infancia difícil en el seno de una familia obrera, por una estricta educación católica y por el descubrimiento de la homosexualidad, el devenir de la ciudad (y de un país) con su transformación a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.

Esta elegía íntima de Davies no es ajena, por tanto, a una obra de ficción que, desde mediados de los setenta, viene reelaborando una cierta tradición realista a través de una forma estilizada que trasciende el retrato de la clase trabajadora británica, su entorno urbano, religioso y social, para devolverle desde una cadencia musical y poética una renovada cualidad estética al alcance de pocos cineastas contemporáneos.

Después de trabajar doce años como oficinista y contable, Davies ingresa en la Coventry Drama School. Allí escribe el guión de Children, argumento que dirigiría cuatro años más tarde gracias al British Film Institute, por entonces embarcado en una fascinante etapa de apoyo a jóvenes cineastas entre los que también se encontraba el escocés Bill Douglas (1934-1991), el gran talento oculto del cine británico y con cuya Trilogía -My childhood (1972), My ain' folk (1973) y My way home (1978)- tanto tendrá que ver el primer tramo de la obra de Davies. Si las películas de Douglas, recientemente editadas en DVD también por el BFI, desprenden una sequedad y una depuración lírica que corta el aliento en su desgarrador (auto)retrato de infancia y juventud, Davies asume una óptica parecida y un mismo tono confesional y pesimista para narrar retazos fantasmales de su propia memoria en su Trilogía en blanco y negro -Children (1976), Madonna and child (1980) y Death and transfiguration (1983)- a través de la que se va forjando ese peculiar estilo de pocas palabras y en constante desplazamiento entre la representación y la evocación, que se consolidará con Distant voices, still life (1988) y The long day closes (1992), sus dos primeros y premiados largometrajes.

Eludiendo la literalidad del realismo social de sus contemporáneos británicos de mayor éxito, Davies apuesta por la estilización del material narrativo a través de elegantes movimientos de cámara, simetrías, silencios y un uso de las canciones que convocan toda la densidad emocional del relato y perfilan una refinada poética de lo cotidiano de resonancias universales. Difícil olvidar la memorable secuencia de The long day closes en la que, mientras suena de fondo el Tammy de Debbie Reynolds, volamos en un plano cenital por el hogar, las calles, la iglesia o una sala de cine para regresar de nuevo al punto de partida. Una secuencia que condensa una época y un espacio, la nostalgia herida por la infancia perdida.

Tal vez liberado de su carga personal con estos cinco primeros títulos, Davies emprende en los noventa una etapa internacional en la que adaptará dos prestigiosos textos de sendos autores norteamericanos. Si John Kennedy Toole sigue ofreciendo infancias difíciles y complejas como prolongación de su universo autobiográfico en La Biblia de Neón (1993), esta vez en un hermoso y cálido paisaje sureño reconstruido en estudio, la novela de Edith Warthon La casa de la alegría (2000) sí se aleja ya del territorio autobiográfico o proyectado para, en la estela de La edad de inocencia, de Scorsese, explorar con sutileza y escepticismo ese tema recurrente, y tan caro a Davies, de la lucha (perdida) entre el individuo y la hipocresía social en la emergente Norteamérica industrial del XIX. Tras este paréntesis, Of time and the city supone un regreso al hogar, o al menos a lo que queda de él.

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