Cuerdas de oro para Brodsky
ORQUESTA BÉTICA DE SEVILLA | CRÍTICA

La ficha
****Programa: 'Suite Holberg' y 'Dos melodías elegíacas' op. 34, de E Grieg; 'Serenata' para cuerdas en Mi menor e 'Introducción y Allegro' para cuerdas op. 47, de E. Elgar; 'Serenata' para cuerdas en Do mayor op. 48, de P. I. Chaikovski. Director: Michael Thomas. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 22 de febrero. Aforo: Un tercio.
Michael Thomas ha diseñado un bellísimo programa en recuerdo del violinista Adolf Brodsky (1851-1929), en cuya memoria el propio Thomas fundó el Cuarteto Brodsky cuando tenía doce años (tocando el mismo violín Guadagnini que perteneciese al violinista ruso), cuarteto cuya legendaria calidad ha quedado en la memoria. Un programa arriesgado y valiente porque pone a prueba a las cuerdas de la Bética en todas sus facetas.
El resultado ha sido espléndido, el mejor sonido de las cuerdas que le recuerdo a la orquesta. Con una plantilla algo mayor (tres violonchelos y dos contrabajos, por ejemplo), el sonido ganó en color y densidad, además de en equilibrio entre todas las secciones. En la medida de las posibilidades que ofrece el escenario de la Espacio Turina, ésta debería ser siempre la configuración de las cuerdas de la Bética, para evitar los bien conocidos desequilibrios entre cuerdas y vientos que venimos constatando y señalando hace ya tiempo. Pero además se dio la circunstancia de que las y los integrantes de la orquesta estaban en este concierto en especial estado de concentración y de gracia, con una precisión en las entradas y una rapidez en la respuesta a los cambios dinámicos sobresalientes (sirva de ejemplo el cambio de ritmo en el primer tiempo de la Serenata de Chaikovski). Todas las cuestiones técnicas estaban resueltas, desde la intensidad (leve) del vibrato a la presión de los ataques de arco. Con obras de tanta intensidad emocional como las que formaban el programa, la Bética tuvo ocasión de exhibir densidad y profundidad en el sonido en los pasajes más intensos (arranque de la suite Holberg, inicio de la Serenata de Chaikovski, Introducción de Elgar), pero también delicadeza y transparencia cristalina en los más delicados, como en el Air de Grieg, el pasaje en armónicos de Hjertesar de Grieg o las tonalidades de las sordinas en la Elegía de Chaikovsky.
Todo ello, evidentemente, precisó de la batuta especialmente inspirada de Michael Thomas, que no se dejó llevar por la languideces y sentimentalismos, que le dio el toque justo de poesía y lirismo a los pasajes más delicados a la vez que energía y tempo vivo a los más animados. Espectacular en este sentido la claridad y la energía desbordante de la fuga de la Introducción y Allegro de Elgar o la contundencia en sostener el ritmo trepidante del Finale de la obra de Chaikovski. ¡Bravo!
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