Alicia indie en el país de los supremacistas

The sweet East | Crítica

Talia Ryder en una imagen del filme.

La ficha

*** 'The sweet East'. Comedia dramática-Road movie, EEUU, 2023, 104 min. Dirección y fotografía: Sean Price Williams. Guion: Nick Pinkerton. Música: Paul Grimstad. Intérpretes: Talia Ryder, Simon Rex, Jacob Elordi, Earl Cave, Ayo Edebiri, Rish Shah. 

Debut en la dirección de Sean Price Williams, hasta ahora director de fotografía adscrito al orbe independiente de Michel de Almereyda, Abel Ferrara, Alex Ross Perry o los hermanos Safdie, The sweet East se despliega como una sorprendente y zigzagueante road movie por la Norteamérica interior del Este, con salida en Washington y final en Vermont previa parada en Nueva York, como territorio a un tiempo mítico e histórico, pero también como marco metafórico de trasfondo literario y cruce intergenérico sobre la deriva surrealista de un país atravesado por la polarización política, la fascinación por el sexo y la violencia o la tergiversación de sus ideales y valores fundacionales.  

Price convoca a los padres de la nación y sus símbolos, a Edgar Allan Poe y Lewis Carroll y hace atravesar el espejo de lo real a su particular Alicia post-adolescente (Talia Ryder, una suerte de Lilian Gish contemporánea), una joven que escapa de la visita escolar al Capitolio (el primero de muchos guiños) y las rutinas de apareamiento teen para adentrarse en una aventura sin rumbo trufada de comandos artivistas, grupos neonazis, profesores de Universidad con en Mein Kampf en la biblioteca (Simon Rex, en el reverso de su personaje en Red Rocket, de Sean Baker), cineastas indies afroamericanos reescribiendo el heritage drama o terroristas árabes que campan a sus anchas, de la misma forma que nuestra protagonista explota y madura sus particulares dotes de seducción y engaño, por un paisaje convertido en un auténtico y sarcástico campo de batalla.

Acompañamos siempre perplejos e incluso divertidos (la escena del tiroteo en el rodaje es de antología de serie B) este periplo autoconsciente que nos mira de frente en las texturas y colores analógicos del Super 16mm, entre incisos musicales, parodias del western y el bélico y aires morriconianos invitándonos a un viaje lisérgico tan alucinado como levemente alargado bajo cuya superficie y cuitas culturalistas vibra una originalísima y fabuladora manera de narrar el presente de una nación al borde del abismo.    

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