ROSS. Gran Sinfónico 4 | Crítica
La ROSS arde y vibra con Prokófiev
Libros
El amor, la naturaleza y la familia. Son los tres temas que vertebran la novela La seca, de la escritora Txani Rodríguez, publicada en la editorial Seix Barral. Una historia que cuenta la relación, en ocasiones áspera y complicada, entre una madre y una hija –Matilde y Nuria-. En estas páginas también se reflexiona acerca de las agresiones a los paisajes naturales en aras de la industrialización, es decir, la economía. El dilema está claro y se plantea en la novela: quien entiende que el bienestar y el progreso pasa por la explotación de recursos naturales, y quien considera que el abuso de ese criterio es un error. Entre estos asuntos, las relaciones sentimentales, la huella de un pasado –que no se borra y causa resentimiento-, el parque natural de Los Alcornocales, el trabajo, primitivo y desconocido, de los corcheros.
–Lo rural –pienso en Jesús Carrasco, en María Sánchez, en Gabi Martínez– se ha vuelto en estos años un tema recurrente en la novela. ¿Por qué cree que se ha dado este fenómeno?
No es que lo haya reflexionado mucho, pero se me ocurre que en estos últimos años el tema venga motivado por el cambio climático. Quizá también haya pinchado la burbuja del gusto por la ciudad. En mi caso personal soy una persona fascinada por la naturaleza. Además, en esta novela, en La seca, mi interés es muy genuino porque soy nieta, hija y prima de corcheros. Siempre me ha llamado la atención. Porque el oficio tiene una potencia plástica brutal.
-La novela aborda lo complejo que resultan, muchas veces, las relaciones entre los padres y los hijos.
Sí, casi siempre, ¿verdad? La novela arranca en un verano. En este verano, Nuria, la protagonista, está agotada, tiene ansiedad, pues se ha echado en la espalda los cuidados de su madre. Pero además es que madre e hija no se dejan espacios, no se dejan la una a la otra. Se agotan mutuamente. La hija está convencida de que la madre es absolutamente dependiente. Esto hace que aumente el agobio de Nuria. Ella se ve madre de su madre. Que es algo que nos pasa a todos: llega un día en el que nos convertimos en padres de nuestros padres. A partir de este contexto se desarrolla todo.
-Matilde y Nuria, madre e hija, están en ese momento de las relaciones entre padres e hijos en los que afloran resentimientos, cuestiones del pasado que quedaron enquistadas y que vuelven, ya en la madurez.
Uno de los problemas de Nuria es que su relato es el de la hija que piensa que podría haber tenido otra vida, que podría haber viajado más, vivido más. Sin embargo, ella decidió cuidar de su madre. Eso le genera a Nuria un conflicto con ella y con su madre. Aunque naturalmente no es justo.
-¿Nuria es egoísta?
Sí, es egoísta. O podría ser generosa pero no sabe cómo. Nuria es un personaje antipático, pero luego se percibe que lo que está es escondida. Se ve que tiene nobleza dentro. Aunque no sepa gestionarla.
-Matilde es también un poco manipuladora.
(Risas). Sí, un poco. Quería hacer personajes difíciles. La madre tiene un puntito egoísta, dramatiza, se hace la víctima.
-¿Es La seca una novela que desmitifica las relaciones familiares, sentimentales, la naturaleza o el ambiente rural?
Igual lo que intenta es escapar del arquetipo. En el fondo es una novela que quiere reivindicar la amistad, el medio natural y el amor.
-Otro tema: se replantea que la experiencia o vida en un lugar depende de tu condición social o de en qué lado te ubiques. En esta novela el pueblo no es lo mismo para los autóctonos o para los veraneantes y turistas.
Sí. Ese contraste es para mí muy dinámico y complejo. En la novela hay personas muy distintas dentro de un mismo lugar, con intereses muy diferentes. Según su procedencia, su estatus, su papel dentro del pueblo.
-Se nota que conoce bien la zona en la que se desarrolla la trama de la novela –el sur y este de Cádiz, lindando con la provincia de Málaga-.
Sí, mi padre era de Jimena de la Frontera. El pueblo de La seca, que no se menciona pero está claro, es El Colmenar o Estación de Gaucín. Allí voy cada verano. Mi vinculación es íntima.
-Un asunto central de la novela son las barbaridades que se han cometido en los paisajes naturales de estos municipios.
Un terreno sin construir en la Costa del Sol es un milagro. Aunque no he querido ser maniquea en la novela, teniendo mi opinión al respecto, claro. Creo que adolecemos de políticas agrarias cortoplacistas. Hay un diseño escasísimo de qué se va a hacer con los recursos naturales, con los recursos hídricos. Esto tenemos que plantearlo mejor. Por otra parte, en La seca está presente el siguiente debate: entre mantener el paisaje y vivir del paisaje. Ese equilibro es complicadísimo.
-El amor, la familia, lo rural… Una conclusión podría ser que todo lo idílico contiene siempre la semilla del dolor, la destrucción.
Así es. Lo dice la protagonista: “Relacionarse con la gente es una manera de acumular derrotas”.
También te puede interesar
ROSS. Gran Sinfónico 4 | Crítica
La ROSS arde y vibra con Prokófiev
Salir al cine
Manhattan desde el Queensboro
Lo último