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Teresa Duclós. El pálpito de lo íntimo

Arte

El CAAC abre una ventana al universo cotidiano de la pintora en 'Fragmentos de mundos', que puede verse en el Monasterio de la Cartuja hasta final de agosto

'En el estudio' (en la imagen, un detalle) revela el interés de Duclós en los objetos cotidianos. / D. S.
Blanca Del Río Pérez

09 de junio 2021 - 06:16

La ficha

Teresa Duclós, Fragmentos de mundos. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Américo Vespucio, 2. Sevilla. Hasta el 29 de agosto

Hay algo en el ejercicio constante y reiterado de la pintura que nos indica la importancia que esto puede tener para la vida de la persona que lo ejerce. Una práctica persistente que a Teresa Duclós (Sevilla, 1934), al igual que a otras pintoras de su generación como por ejemplo, Carmen Laffón o Teresa Gancedo, le ha llevado a realizar un itinerario creativo pleno de señas de identidad, de vida vivida. Nunca han parado de pintar. Duclós dice que aún hoy continúa pintando hasta seis horas al día. Y es que, para muchas de estas pintoras, esta práctica se configura como un espacio liberador desde el que poder ahondar en aquellos lugares que tienen que ver con la memoria, con sus biografías.

El trabajo de Teresa Duclós, desde que comenzara sus estudios en 1949 en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla, y con los que continuó más adelante en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, se ha encontrado al margen de las tendencias artísticas de su tiempo y se ha centrado en géneros pictóricos clásicos como el bodegón o el paisaje, siendo la fuente principal de su trabajo todo lo que tiene que ver con el hogar, con la casa. Al fin y al cabo la casa es el marco de referencia para una persona. Y aún más para una mujer de la generación de la artista, para quien el ámbito de lo inmediato y de lo pequeño es de donde surge la espontaneidad y se desenvuelven los lazos emocionales.

Una de las pinturas que exhibe el CAAC.

Todo lo anterior se traducirá a lo largo de su trayectoria en obras con un intenso poso autobiográfico mediante la representación de objetos y escenarios que albergan la huella del paso del tiempo y que le han dado sentido a una vida. Y es que pese a la aparente simpleza que supone la idea de plasmar lo más próximo, la pintura de la artista esconde una mirada que tiene mucho de complejidad y reflexión, que va más allá del diálogo entre lo real y lo imaginado y alumbra mundos propios que palpitan en y a través de los objetos más cotidianos y humildes.

La exposición, comisariada por Juan Bosco Díaz-Urmeneta y por Juan Antonio Álvarez Reyes, cuenta con cuarenta obras y en ellas se presentan algunos de los pedazos de la cotidianidad de la artista. Dividida en cinco ámbitos –ventanas, paisajes, repisas, jardines y bodegones–, encontramos composiciones que se inclinan más hacia un arte sosegado y descriptivo, que hacia grandes narraciones o tramas. Aparecen los elementos de ese mundo que la artista quiere recoger como depositados en las superficies pictóricas y a través de un determinado uso de la luz y el color: en su mayoría en tonos verdes y grisáceos, que crean atmósferas y en los que en ocasiones resaltan objetos representados a través de otras tonalidades más intensas. Especialmente interesantes son el grupo de las repisas –herederas de la larga práctica de la artista en el género del bodegón, también están muy presentes en la muestra–. Destacan así de este grupo, tres composiciones que reciben el mismo título: La Laguna. En el estudio (dos de ellas de 2003 y una de 2008) y que son óleos divididos en franjas horizontales sobre las que descansan algunos de los objetos que acompañan el día a día de la artista: jarras, jarrones, tazas, etc; de una meditada geometría, estos objetos brillan en la superficie pictórica en colores azules y ocres.

'La escalera del jardín', otra obra de Duclós. / D. S.

Las ventanas funcionan como intervalos entre el adentro y el afuera, entre espacios interiores y exteriores. La trama de lo pictórico en este caso se resuelve con el juego entre la luz lejana del exterior y la oculta del interior y, también, contrasta el peso del orden de la geometría de los marcos y travesaños de estas con el embrollo de la vegetación, en la que prevalece el color verde, pleno de matices y amortiguados por una luz difusa. Color que además predomina en la vegetación recogida en las composiciones que pertenecen al grupo de obras de los paisajes y los jardines. En este último grupo vuelve de nuevo esa constante en el quehacer de la artista relacionada con los cuidados y lo íntimo, ya que los jardines, son espacios para el recogimiento y la contemplación, pero que también necesitan de trabajos y atención frecuentes, como el hogar.

El título de la muestra, Fragmentos de mundos, podemos decir que recoge lo que propone, ya que ofrece al espectador un recorrido por el universo de la artista. La muestra, además, forma parte de una de las líneas de trabajo que el CAAC se propuso hace ya un tiempo: rescatar el trabajo de mujeres artistas –y andaluzas– a las que poco espacio institucional se les ha dedicado. Como claros ejemplos de esta política valgan la monográfica que vimos recientemente La sal, dedicada a Carmen Laffón y, en la actualidad, coincidiendo con la exposición de Teresa Duclós, Noches y días de la artista sevillana Salomé del Campo.

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