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Mozart para escuchar en casa

TEMPERAMENTO | CRÍTICA

Temperamento en los Jardines del Alcázar / Actidea

La ficha

****Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Arreglos de obras de Mozart para flauta, violín, viola y violonchelo. Intérpretes: Rafael Ruibérriz (flauta), Ignacio Ábalos (violín), Pablo Travé (viola) y Javier López Escalona (violonchelo). Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 12 de julio. Aforo: Lleno.

Si Walter Benjamin hubiese vivido en los tiempos de Mozart habría escrito posiblemente un libro titulado algo así como La música en la era de la reproducción directa, en vez del que realmente publicó en 1936 y titulado La obra de arte en la era de su reproducción mecánica. Y se habría interesado por el mercado en expansión de ediciones de obras musicales famosas en una amplia paleta de arreglos para atender la demanda de reproducción doméstica de dichas composiciones. Ello fue de la mano de la nueva sensibilidad burguesa hacia la música en el ámbito privado y de la emergencia de veladas musicales privadas, aunque no sin un fuerte componente de inversión en capital social por parte de las clases dominantes emergentes de finales del siglo XVIII y del siglo XIX. Todo ello permitió que muchos compositores (Beethoven, sin ir más lejos) pudieran recibir importantes ingresos de las ediciones de arreglos de sus obras. No fue el caso de Mozart, que no vivió para disfrutar de la difusión de su música en ediciones como las que sirvieron para que el grupo Temperamento nos ofreciera un delicioso programa.

Desde la obertura de La flauta mágica se pudo apreciar un concienzudo trabajo en la unificación de criterios esenciales como la articulación, el vibrato, las inflexiones dinámicas y las acentuaciones. Con el staccato de la flauta de Ruibérriz sobrevolando, las cuerdas atacaron con tempo vivo la mencionada obertura, al igual que harían con las de Don Giovanni y Le nozze di Figaro, donde el sonido global resultó rico en colores y empastado. A destacar el papel fundamental del violonchelo de Lopez Escalona sosteniendo con energía el discurso dramático de los bajos (Sinfonía nº 40 sobre todo). Ruibérriz exhibió en el cuarteto KV 285 una línea de canto muy matizada y de enorme carga poética en el Adagio, sostenido por un espléndido pizzicato de las cuerdas. Pero también la agilidad de su fraseo y su fantasía ornamental en los tiempos más rápidos.

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