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La cultura silenciada
Artes escénicas
“Hay que dar oportunidades a los silenciados y a los locos, decirles que adelante y no tener con ellos una mirada de desconfianza y de cinismo y de estar de vuelta de todo. Eso precisamente nos ha perdido, creer que está ya todo hecho y negarse a ver que todavía queda un arte ingenioso, complejo, sabio, que hace avanzar permanentemente nuestros límites”. La cita procede de Enrique Vila-Matas, pero la recuperó este martes el director del Teatro Central, Manuel Llanes, para reivindicar a los creadores “indisciplinados”, artistas audaces y libres que no pueden ceñirse a las etiquetas y que pasarán por el espacio de la Cartuja en la temporada 24/25.
Una programación que, resumida en cifras, acogerá a 41 compañías, 43 espectáculos y 80 funciones, y que explorará a través de viejos conocidos como Anne Teresa de Keersmaeker, Rachid Ouramdane, Jan Lauwers, Andrés Lima o el tándem formado por Sergio Peris-Mencheta y Juan Diego Botto “la complejidad del tiempo presente”.
La temporada 24/25 arrancará en octubre con una propuesta que ilustra ese carácter “indócil” de muchas producciones que pasarán por el recinto de la Cartuja: The second woman, un verdadero tour de force en el que la actriz María Hervás, a las órdenes de Anna Breckon y Nat Randall, repite ante cien compañeros distintos, a lo largo de 24 horas, la escena de una pareja cuya relación se enfrenta al desencanto, un experimento que se inspira en Opening Night de John Cassavetes. El cierre de curso, ya a final de mayo, desprende también una poderosa osadía: Carlos Marquerie adapta Poeta en Nueva York de Lorca, y lo hace, adelantan desde el Central, con “un despliegue escénico de rara e inefable belleza”.
Entre medias, el calendario del Central se marca un buen puñado de citas con la ambición y el asombro, como en Tuta, en el que Juan Carrillo y Los Colochos revisan (en noviembre) el Tito Andrónico con dos repartos, uno de hombres y otro de mujeres, que representan la obra de Shakespeare simultáeamente; 1936, un proyecto de más de cuatro horas en el que Andrés Lima prosigue con la investigación emprendida con Shock y aborda la Guerra Civil española (febrero); y Vudú (3318) Blixen, una liturgia en la que Angélica Liddell ofrece su corazón al diablo a cambio de “convertir su venganza en poesía” (marzo). El aplaudido monólogo de Vicky Luengo en Prima Facie (febrero) o las Instrucciones para sobrevivir en lo oscuro de Chiqui Carabante y Club Caníbal (abril) son otros montajes destacados de los próximos meses.
Uno de los principales reclamos del otoño tendrá a Israel Galván de protagonista: el bailaor compartirá escenario del 13 al 16 de noviembre con otro “monstruo sagrado”, la caboverdiana Marlene Monteiro Freitas, enredados ambos en un “dúo juguetón donde los protagonistas se divierten hasta el cansancio”, y durante dos días, Galván vuelve a los orígenes con Sevillanas solteras. Quizás como un sanador ajuste de cuentas con el pasado el artista vuelve a un género con el que sufría en la infancia. “Se presentaba a cursos y siempre lo suspendían. Cuando me propuso esta obra, yo le dije: Adelante. A mí me da mucho morbo”, rememora Llanes entre risas.
Reconocidos gracias a piezas como El bosque o Averno en convocatorias como los Premios Max o El Ojo Crítico de RNE, Marcat Danza, la compañía creada por el jiennense Mario Bermúdez y la norteamericana Catherine Coury, se plantea Afines (noviembre, estreno absoluto en Sevilla) como “una vuelta a los inicios”, una reflexión sobre la complicidad en la vida y en el arte enriquecida por el “nuevo vocabulario” acuñado en las últimas producciones.
El malagueño Alberto Cortés promete derrochar esa vulnerabilidad irresistible que ya exhibía en obras como One night at the golden bar en Analphabet (enero), en la que un fantasma “atrapado en la herida de la carne por amor se aparece a las parejas cuando están tristes o están maltratándose. Este espectro se les presenta para cantar canciones y contarles su historia, en entornos naturales”, adelanta este actor, dramaturgo y director, del que el Central celebra su “excelente sintaxis literaria”.
La Rara, que debutó como compañía hace ya unos años en el Central con Si yo fuera madre, vuelve en enero de 2025 con Proyecto Frenia, una aproximación “documental y artística” al tema de la salud mental. La instalación Frenia y el espectáculo Órgia coincidirán con con Saltar la tapia, que recluta a 50 adolescentes en una investigación “sobre las dolencias de la mente y del alma. Lo interesante es que no vamos a hacer nada previo, partiremos de cero en las jornadas. Va a ser un salto al vacío”.
El 31 de enero y 1 de febrero, Antonio Ruz presentará Norma, el nuevo espectáculo de su compañía, que nace de la anotación que el bailarín y coreógrafo cordobés encontró en un diario de adolescencia: Quiero ser normal. Esa súplica llena de dolor inspira a Ruz “una reflexión crítica sobre el concepto de normalidad, explorando la interacción de las identidades, representadas a través del filtro del cuerpo”.
Curiosamente, la nueva pieza de Lucía Vázquez, Normcore –lo normal– dialoga con la creación de Ruz y se programa apenas una semana después. Su trabajo reivindica “lo normal, lo sencillo, en esta época en la que todo el mundo quiere ser especial. Se da la paradoja de que lo más singular hoy es la normalidad”. La bailarina vuelve a aliarse con Miguel Marín en esta obra que devuelve a su tierra a la andaluza Sandra Ortega, que ha forjado su carrera en formaciones como Les Ballets C de la B y Rosas.
La actriz y cantante Lola Botello, apoyada en su grupo Cordelia, ahonda en la “nueva identidad” de quienes han perdido a sus padres y el abismo que se abre en el duelo. “Lanzo preguntas al aire, para que la gente a la que le ha ocurrido lo mismo las coja”, dice la intérprete sobre La fiesta desde fuera (marzo), una propuesta que dirige Nieve Castro y en la que Botello ha reunido “un montón de material que tenemos que ordenar” y con el que elaborará un disco y un libro de poemas.
La unión de los talentos del bailarín Juan Luis Matilla, el músico Pedro Rojas-Ogáyar y la directora y dramaturga Ana Sánchez Acevedo mostró su voluntad de crecer y reinventarse con las propuestas, tan dispares como sugerentes, de San Vito y Bar/Goma/Bar. Ahora, el trío regresa con Pregón (abril), un artefacto escénico que “parte de los pregones flamencos y de la venta ambulante”, explica Sánchez Acevedo sobre una obra que analiza cómo el mercado “pasó de unas dimensiones humanas a una versión más violenta y abstracta”. Al proyecto se unen Melisa Calero, Natalia Moreno Marenkarma y Fire Pérez.
En Las yeguas, programada para mayo, Chloé Brûlé-Dauphin dirige y escribe, y se queda “por primera vez fuera del escenario”. La obra reúne a dos mujeres de distintas épocas, interpretadas por la actriz Tamara Arias y la bailaora Leonor Leal, a través de las que retrata “distintas formas de amar y vincularse” y se interroga “qué hacemos con el legado de las que nos precedieron”.
Esta última temporada, tal como desveló el secretario general para la Cultura José Vélez, el Teatro Central ha congregado a 35.000 espectadores. Un público dispuesto al asombro y sin miedo a hacerse preguntas, que posiblemente suscriba una frase de María Gainza escuchada en la presentación: “Cuando uno se acostumbra a algo termina por entumecerse. Terminar de entender las cosas vuelve rígida la mente”.
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