Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Tamara Casellas. Actriz
Ama, la ópera prima de la joven directora catalana Júlia de Paz –que desarrolla un corto anterior– y que le valió a la actriz sevillana Tamara Casellas la Biznaga de Plata en el pasado Festival de Cine Español de Málaga, ya está en los cines. Una directora novel y una intérprete en su primer papel protagonista en un largometraje se entregan a un drama social sobre los mitos de la maternidad, realizado por un equipo con alto dominio de mujeres jóvenes al que prestan su veteranía Estefanía de los Santos y Manuel de Blas. Hablamos con Casellas de este impresionante proyecto.
–Estreno por fin, después de un rodaje accidentado, interrumpido por la pandemia, pero también con el respaldo de una gran acogida en el Festival de Málaga.
–Sí, rodamos dos semanas en marzo, justo antes del confinamiento, y volvimos un mes en junio. Era peligroso porque rodamos con una niña de 5 años y Leire [Martínez] creció un poquito... y yo cogí 5 kilos con el encierro, pero los perdí.
–¿El reconocimiento con un primer protagonista supone demasiada responsabilidad o lluvia de proyectos?
–De momento tengo representante, que antes no me había abierto la puerta nadie y me empezaron a llamar. Yo he tenido la suerte de tener un bombón de personaje, además de trabajarlo con Júlia que es muy exhaustiva.
–Pepa es un personaje desgarrador, con mucho dolor interior, desconcertado ante la vida que le toca y la que quiere. En la cinta hay muchas escenas sin diálogo, basadas en su expresión facial, con muchos primeros planos. ¿Cómo prepara un trabajo tan físico para el cine?
–Lo más importante de Pepa era trabajar lo que hay tras esa aparente superficialidad, parece que pasa de todo, que no se juzga y es precisamente todo lo contrario, había que trabajar todo lo que había por debajo, está llena de miedos, de culpabilidad. Júlia y yo lo hemos trabajado muchos años, me ha servido para esos silencios donde piensa, para recrear todo lo que imagina, los recuerdos de su padre, los amigos que ha tenido, sus traumas... Para eso teníamos un diario emocional de Pepa, listas de la música que escucha, Júlia y yo somos muy frikis. Está todo escrito en un cuadernito, era muy importante porque es en esas escenas en silencio donde Pepa hace las transiciones sin decir nada.
–¿Qué recuerda de sus inicios en Viento Sur Teatro, con el recientemente fallecido Jorge Cuadrelli?
–Soy muy amiga de su hija Rocío, hablé con ella, ha sido una perdida bastante dolorosa. Yo empecé en el instituto San Isidoro con talleres de teatro, a mí me gustaba dibujar pero cuando probé la adrenalina del escenario me decanté por él. Me metí en Viento Sur dos años, y con 19 me fui a Barcelona para encontrarme a mí misma y a los 23 ya entré en la escuela de Nancy Tuñón, pero yo digo que formarme como actriz me ha acompañado siempre porque donde vaya hago teatro. Viento Sur me dio muchas tablas teatrales, cómo empezar a investigarte como actriz. Luego en la escuela de Nancy la técnica me encantó aunque yo creo que los actores nos nutrimos de muchas técnicas. Hay que ser empático, cuanto más empática mejor actriz serás, captar la psicología de la gente, ser muy observadora.
–Para preparar el personaje de Pepa hablaron con asistentes sociales para conocer experiencias de madres solteras con situaciones económicas complicadas.
–Sí, Júlia profundizó más porque no quería que yo teorizase sobre Pepa. Pero curiosamente yo, rodando otro corto en un hostal en Cataluña, hablando con un chico, le pregunté de dónde era y se quedó callado, de broma le dije si no lo sabía y me contó que fue abandonado con 7 años en Sevilla, para mí fue una señal y le propuse contarnos su experiencia a Júlia y a mí. Eso fue para nosotras oro porque en cierto modo Pepa también se siente abandonada. Él no entendía cómo defendíamos el papel de la madre y nosotros le explicamos que no defendemos ni dejamos de defender, se trata de exponer una realidad, no juzgamos, por eso el inicio es abierto, no sabes realmente el pasado de Pepa, aunque puedes intuir cosas, y el final también es abierto para que el espectador saque sus conclusiones. No todos los directores te dejan profundizar tanto en un personaje, a veces digo que no sé qué me gusta más, si actuar delante de la cámara o ese proceso de investigación.
–Y si normalmente a los actores les cuenta desprenderse de los personajes tras un rodaje ¿qué ocurre tras tantos años profundizando en uno?
–He estado cuatro años con Pepa, emocionalmente todo el equipo estaba muy involucrado con el proyecto. Al acabar, estuvimos un mes Júlia y yo sacando emociones que teníamos dentro y me costó porque adoro a Pepa, estaba en mi mente, en mi día a día, porque hay muchas pepas por la calle. Me meto así con todos los personajes. Lo que pasa es que con Pepa ha durado más.
–¿Qué hay de cierto en el mito de lo difícil que es trabajar con niños? Gran parte del personaje se basa en su relación con su hija Leila (Leire Martínez), que también con pocos diálogos contribuye a mostrar al espectador esa responsabilidad que pesa tanto a Pepa que no sabe para dónde tirar.
–Lo que hicimos con ella fue convivir cuatro o cinco meses antes del rodaje. Tiene unos padres encantadores que nos abrieron las puertas de su casa, comíamos con Leire, dormíamos con ella, veíamos dibujitos, creamos un vínculo de amistad y respeto porque en el set de rodaje es importante que la niña te vea como una autoridad para dirigirla y también fue muy importante su coach, que le ponía los límites. Creamos vínculos pero no hablamos de la película, luego ya sí marcábamos en el rodaje. La espontaneidad, la frescura y el factor sorpresa es oro en los niños, lo difícil era que tú a una niña no le puedes hacer repetir tal cual porque si no no le sale, hay muchas tomas únicas. Es la única manera de que el niño haga las cosas de forma natural. Aparte Leire es una niña muy inteligente emocionalmente.
–La directora y gran parte del equipo pertenecen a una generación de mujeres que están retrasando cada vez más la maternidad y que empiezan a decir sin tapujos si quieren o no tener hijos, pero ¿crees que aún persiste la presión social?
–Sí, absolutamente. Yo soy casi 10 años mayor que Júlia y alucino con lo que me han enseñado sobre feminismo. Me he dado cuenta de que tenía ciertos estigmas que ni me había parado a pensar. Yo siempre decía: “No voy a sacrificar mi carrera de actriz por ser madre” porque la sociedad nos lleva a pensar así cuando se podría hacer todo, no tienes que abandonar tu persona para tener un hijo. Hay un peso social y, sobre todo, valoraciones de cómo tiene que ser una madre que Júlia rompe. No hay madres buenas y malas, hay madres, y situaciones. Las madres no son las cuidadoras que te venden. A mí de la peli me encantan las escenas en las que Pepa le dice a su hija: “No lo sé”. No estamos acostumbrados a ver eso, a madres que se equivocan, que se arrepienten de haber tenido hijos y no quiere decir que no los quieran, es lógico, no tenemos que sentirnos culpables por eso si la sociedad me dice que me olvide de mí misma por ser madre. ¿Alguien se plantea dónde está el padre? Mucha gente pensará que Pepa se quedó embarazada, que a saber, y esto es de dos personas y nadie se lo plantea, y eso está pasando ahora, por eso creo que es una visión de la maternidad importante.
–¿Está inmersa en algún nuevo proyecto? Parece que tras del parón forzoso por el Covid se están reanudando muchos rodajes.
–Tengo un proyecto con David Ramiro Rueda sobre relaciones encubiertas. Sí, creo que se ha consumido tanto material en pandemia que se están reanudando proyectos y lanzando otros que se habían quedado en el tintero.
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