Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Concurso
Hace unos años, la bailaora granadina Paola Almodóvar prefería no otorgarle demasiada importancia a la técnica. La intérprete (nacida en Motril en 1995, pero residente en Almuñécar) creía que "lo importante es tener algo que transmitir, una verdad que contar, y si a ti te falta eso lo aprendido no sirve de nada". Con el tiempo, Almodóvar matizó su postura: "Hoy pienso que todo lo que recibes te sirve, claro. Si te enseñan a manejar el mantón, la bata de cola, las castañuelas, eso lo incorporas y te ayudará a ser lo más completa posible", dice la artista, antes de poner de ejemplo a Belén López, a quien tuvo recientemente de profesora en un curso. "Ella te da pasos, pero lo hace para que tú te rebusques dentro. Si no lo haces, el esfuerzo no tendrá mucho sentido".
Almodóvar ha sido una de las artistas reconocidas, este mes, en la última edición de Talento Flamenco,la iniciativa de la Fundación Cristina HeerenFundación Cristina Heeren en colaboración con Acciona que distingue a las jóvenes promesas. Ella se impuso en la final de baile Manolo Soler gracias a su virtuosismo y a la decisión de un jurado presidido por Luisa Palicio, que definió a la galardonada como "dueña de un baile maduro, con perspectiva de futuro y con los rasgos propios de su tierra, Granada", señaló la nota facilitada por la fundación.
"Eso lo dicen por la segunda parte de mi actuación", explica la artista en conversación telefónica. "Porque antes las candidatas teníamos que enfrentarnos a una soleá, que si hay un palo al que yo le tenga respeto, Dios mío de mi vida, es ese, porque es como una cuna del flamenco, la madre del baile. Me lo preparé mucho, y acabé estando muy cómoda. Y ya en el taranto, fui a mis raíces y bailé algo por tangos de Granada, y ahí ya disfruté muchísimo".
La granadina parecía predestinada a subirse a los escenarios y apunta a su abuelo como "el promotor de todo esto, un aficionado tremendo. En mi casa siempre sonaba flamenco", recuerda. La figura de su madre, Nuria Franco, tiene también un peso importante en su historia. "Ella fue mi profesora, y cuando yo cumplí los 17 o 18 años me empezó a dejar al mando de su academia, aunque ella no quería que me dedicara a esto, porque es muy difícil ganarse la vida. Pero por esa edad comencé a frecuentar los tablaos, y ya no hubo vuelta atrás", evoca una artista que no ha olvidado una frase que le oyó a La Lupi, "algo que se me quedó grabado: que, en el flamenco, cuanto más aprendes menos sabes. Es un mundo tan rico que cuando te adentras en algo se te plantean otras 70 cosas que desconocías. Por eso hay que ir con humildad donde te enseñen. En el concurso, cuando me daban la enhorabuena, yo respondía que me había presentado sin perspectivas, que yo ya me conformaba con que la gente del jurado, a la que admiro, me viera bailar".
Por otra parte, la victoria de Nicolás Díaz Liñán (Palma del Río, 1993) en la modalidad de guitarra de acompañamiento en Talento Flamenco confirma lo que era un secreto a voces en la escena cordobesa: que el galardonado es uno de esos valores incontestables que asoman cuando se piensa en el futuro. El tocaor cuenta ya con un currículum destacable: ha obtenido la Púa de Oro en el Carnaval de Córdoba o el premio Vicente Amigo que convoca la Diputación cordobesa. "No me puedo quejar", admite, "porque si echo la vista atrás, desde 2018 que me puse más concienzudamente con esto, cada año me han dado algún premio, me indicaban que el trabajo ha dado sus frutos".
Díaz Liñán tuvo sus primeros contactos con la música "como tanta gente, con canciones de iglesia", pero siempre se estuvo formando para llegar a la plenitud de recursos que posee hoy. La escuela de Palma del Río, el Conservatorio de Grado Medio de Córdoba y ahora el de Grado Superior han sido las escalas de un recorrido en el que el guitarrista, que también estudió Magisterio Musical, ha ido adquiriendo las claves para conmover al auditorio. Si le preguntan por sus referencias, él lo tiene claro: "Yo creo que todos los guitarristas admiramos a Paco [de Lucía]. Y, luego, a cada uno le gusta alguien: Vicente Amigo, El Tomate...", analiza este intérprete que por ahora no quiere perderse en ensoñaciones y se fija metas concretas: "acabar el Conservatorio y conseguir una plaza fija. No voy a dejar la guitarra, pero un trabajo, una seguridad, son importantes".
El concurso Naranjito de Triana, la categoría de cante de Talento Flamenco, premió entretanto al jovencísimo Samuel Romo (El Puerto de Santa María, 2004), del que un jurado presidido por Laura Vital destacó con asombro "una hondura cantaora poco frecuente a su edad". Quizás porque este gaditano autodidacta creció subyugado por la grandeza de Camarón de la Isla. "Pero un día me di cuenta de que no se puede ser como él, que era único", analiza este muchacho que, no obstante, sigue la estela de otras voces "muy antiguas. A mí me gustan Tomás Pavón, La Niña de los Peines, Agujetas, Chocolate... y la fuente de la que más bebo es Antonio Mairena". Romo, que a los 12 años ya deslumbró al público de La Voz Kids, ha logrado una de las becas Acciona por la que seguirá formándose en la Fundación Cristina Heeren. "Mi sueño es ser un cantaor importante, y ahí me van a ayudar a crecer", dice este joven convencido de que, en lo jondo al menos, hay mucho porvenir. "Veo a muchos chavales interesados en el flamenco. Va a haber cantera", pronostica.
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