El talento de Patricia Highsmith: mucho más que Tom Ripley

Literatura

Este martes se cumplen cien años del nacimiento de la gran escritora estadounidense, que conjugó como nadie la altura literaria con una nueva y turbia manera de abordar el suspense

La escritora Patricia Highsmith (Fort Worth, Texas, 19 de enero de 1921-Locarno, Suiza, 1995).
La escritora Patricia Highsmith (Fort Worth, Texas, 19 de enero de 1921-Locarno, Suiza, 1995). / D. S.
Alicia García De Francisco (Efe)

19 de enero 2021 - 18:23

La saga de Tom Ripley es lo más popular de su trabajo, pero Patricia Highsmith no sólo dejó otras joyas literarias como Extraños en un tren o Carol, sino que creó una nueva forma de narrar historias de suspense que sigue plenamente vigente. La personalidad de la escritora estadounidense Mary Patricia Plangman, de cuyo nacimiento se cumple este martes un siglo, era tan compleja como sus obras.

Tardó tiempo en reconocerse como homosexual, era alcohólica, sus ideas políticas eran cercanas al comunismo en una época en la que en Estados Unidos eso se consideraba –sin medias tintas– traición a la patria y reconocía llevarse mejor con los animales –especialmente los gatos– que con los seres humanos.

Acusada de misógina tras publicar Pequeños cuentos misóginos (1974), defensora de los derechos de los palestinos –les dedicó su novela Gente que llama a la puerta (1983)–, huraña pero también dulce, Highsmith –apellido que tomó de su padrastro– volcaba sus inquietudes en su escritura, centrada en la mentira en diferentes formas, aunque principalmente en el mundo del crimen.

Un debut espectacular

Desde muy joven estuvo muy interesada en las enfermedades mentales y en la escritura. Con sólo 16 años empezó a escribir y tras estudiar Literatura comenzó a publicar sus primeros cuentos, que compaginaba con el trabajo de guionista de cómic. A los 22 escribió su primera novela, nunca publicada, The click of the shutting. Fue la magnífica Extraños en un tren la primera que publicó en 1950, con una sencilla y retorcida premisa que dejaba claro las ideas y el estilo de Highsmith: dos hombres viajan en un tren. Uno quiere matar a su mujer y el otro a su padre. Intercambio de asesinatos. El crimen perfecto. Pero la mentira y la culpa se ciernen sobre los asesinos.

Una obra maestra de la literatura sobre el hecho de que cualquiera puede ser un asesino, algo muy novedoso en una época en la que los buenos y los malos estaban nítidamente diferenciados en las ficciones, un giro en las historias de suspense que influiría y mucho en autores posteriores. Extraños en un tren se convirtió en un filme magnífico de la mano de Alfred Hitchcock, que lo estrenó tan sólo un año después de la publicación del libro, con un guión rebajado en lo que se refiere a la turbia psicología de los personajes. Desde ese primer libro, Highsmith dejó sentadas las bases de toda su obra. Estilo sencillo y directo, sin florituras, para ahondar en los secretos más oscuros de los seres humanos y en la más pura amoralidad (con algunas excepciones).

Llega Tom Ripley

En esa exploración de los seres humanos, si hay un personaje que destaque en la bibliografía de Highsmith es Tom Ripley, un seductor sin escrúpulos que logra lo que quiere de todo el mundo, sin importarle las consecuencias. Apareció por primera vez en El talento de Mr. Ripley (1955), sin duda la novela más famosa de Highsmith. Con el paso de los años y de los libros –aparece en otros cuatro: La máscara de Ripley (1970), El amigo americano (1974), Tras los pasos de Ripley (1980) y Ripley en peligro (1991)–, el personaje va desvelando sus múltiples caras.

De estafador pasa a asesino en serie, sin saltarse ni un escalón del ascenso criminal. Pero Highsmith fue capaz de hacerlo atractivo, un elemento imprescindible para que el lector entienda el poder de seducción de un personaje claramente manipulador. Tan atractivo resultó el personaje que su salto al cine estaba cantado. Y lo hizo muchas veces, la más famosa A pleno sol (1960) con un Alain Delon en su mejor momento para interpretar a Ripley, que posteriormente tuvo el rostro de actores como Dennis Hopper (El amigo americano, de Wim Wenders, 1977), Matt Damon (El talento de Mr. Ripley, Anthony Mingella, 1999) o John Malkovich (El juego de Ripley, Liliana Cavani, 2002).

El libro sin crimen

Pero antes de alcanzar el reconocimiento y la fama con Ripley, la escritora había creado, bajo seudónimo, una novela que tenía mucho más que ver con ella misma. Titulada originalmente El precio de la sal, apareció en 1951 y su autora era Claire Morgan. Vendió un millón de copias antes de que se desvelara quién la había escrito. Se volvió a publicar en 1990, con el título de Carol y ya con su autoría. Una historia de amor entre dos mujeres en una época en la que era imposible vivirla públicamente, algo que le ocurría a Highsmith, que incluso estuvo comprometida con el escritor Marc Brandel y tuvo varias relaciones con hombres pese a considerarse lesbiana.

La autora en una imagen de juventud.
La autora en una imagen de juventud. / D. S.

Y es curioso que una de sus mejores novelas no tuviera nada que ver con los crímenes y estuviera inspirada en un breve encuentro cuando trabajaba unas navidades como dependienta de unos grandes almacenes. No hubo siquiera intercambio de palabras, como la escritora contaría en el prólogo de la reedición de 1989, pero se quedó fascinada por una mujer rubia con un abrigo de piel. "Quizás me fijé en ella porque estaba sola, o porque un abrigo de visón era una rareza, y porque era rubia y parecía desprender luz. Fue una transacción de rutina: la mujer pagó y se fue. Pero me sentía extraña y con la cabeza flotando, a punto de desmayarme, pero al mismo tiempo animada, como si hubiera tenido una visión", escribiría.

La dependienta sería interpretada por Rooney Mara y la mujer del abrigo de piel por Cate Blanchett en una preciosa adaptación de Todd Haynes que en 2016 fue nominada a seis Oscar. Cuando escribió la novela, Highsmith no quiso firmarla con su nombre para que no la etiquetaran como "escritora de libros lésbicos", pero posteriormente se mostró muy orgullosa de esta obra. "Antes de este libro, hombres y mujeres homosexuales en las novelas estadounidenses habían tenido que pagar por su desviación cortándose las muñecas, ahogándose en una piscina o cambiando a la heterosexualidad (así se decía), o derrumbándose –solos, miserables y abandonados– en una depresión igual al infierno".

Cinco años después, la escritora fallecía en Locarno (Suiza) a los 74 años. Se había instalado allí siete años antes tras vivir en Reino Unido y Francia desde que abandonó Estados Unidos en 1963, renegando de su cultura o, más bien –solía puntualizar–, de la falta de ella.

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