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'Tablao', últimas revelaciones en el jardín del arte

El CAAC celebra el “momento de efervescencia” de la creación andaluza con una exposición.

Casi 40 artistas proponen una mirada preocupada por el mundo a través de sus instalaciones

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“El hombre moderno, que ya no tiene tiempo para detenerse en las cosas inútiles, está condenado a convertirse en una máquina sin alma”, advierte el añorado Nuccio Ordine en su clásico La utilidad de lo inútil. El creador sevillano Arturo Comas recupera la cita del pensador y Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades para su participación en Tablao, la nueva exposición del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, en la que reivindica la belleza de lo inservible y lo absurdo a través de una pieza inesperada: su autor se inspira en las antiguas chimeneas de la fábrica de cerámica de la Cartuja, “un elemento que hoy es inútil pero que dota de carácter estético al edificio”, para articular en la zona de hornos unas tuberías metálicas que expulsan humo y que se disponen junto a la mesa de un merendero. “Me apetecía jugar a la confusión, traer ruido a un espacio que es precisamente un monasterio”, señala el artista.

La de Comas es una de las voces –casi 40 en total– que integran la singular polifonía de Tablao. Escenario de formas en el arte contemporáneo andaluz, la muestra que programa el CAAC hasta el 9 de febrero de 2025 y que celebra “el momento de efervescencia” que vive la comunidad. Aunque el conjunto incluye nombres tan respaldados como Alegría y Piñero, Fuentesal y Arenillas, Cachito Vallés, Cristina Mejías o Pablo Capitán del Río, la cita quiere resaltar el componente de promesa que encarnan las nuevas generaciones y la renovación que lideran los creadores emergentes. “Hemos recorrido estudios, exposiciones, facultades de Bellas Artes, hemos repasado el catálogo de Iniciarte, para que estuvieran todos los artistas, para enseñar el abanico creativo que tenemos aquí en Andalucía”, explica Jimena Blázquez, directora del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y comisaria de Tablao junto a Alicia Ventura. Blázquez defiende que las obras, pertenecientes a los fondos del CAAC, colecciones como DKV, Alhambra y CA2M, algunas prestadas por los propios artistas o por diferentes galerías y otras concebidas y ejecutadas para su presentación en el CAAC, “desafían las expectativas” y “redefinen constantemente los límites de lo percibido. Aquí hay verdaderos poemas visuales, versos esculpidos, que demuestran que el arte no es algo estático, sino que está en una constante búsqueda”. Ventura, por su parte, destaca que las esculturas evolucionan “desde la rigidez del mármol, la madera o el bronce hasta expresiones más fluidas”.

'Upgrade: Orchids for Potatoes', de Rafael Pérez Evans. / José Luis Montero

La consejera de Cultura y Deporte, Patricia del Pozo, que inauguró la exposición el pasado jueves, aplaude el título elegido para bautizar la última aventura del CAAC. “Yo que soy aficionada al flamenco pienso que no se podía haber encontrado una palabra mejor. Un tablao es un escenario vibrante y dinámico, un espacio de libertad donde se produce algo mágico, donde se explora la tradición y la herencia del pasado para dar lugar a la modernidad”, asegura la consejera, cautivada por la poderosa imaginación de los creadores andaluces –“no he visto ninguna pieza que se parezca a otra desde que entré por la puerta”, dice– y emocionada igualmente con el diálogo que las obras plantean con poemas de Antonio Machado, Alberti, García Lorca o Julia Uceda, fallecida este verano y que firmó unas líneas que parecen ilustrar el contenido de Tablao: “En la piedra, en el barro, en el metal, / las manos dan sentido a lo intangible, / modelan sueños, curvas, aristas, / hasta que el alma encuentra su refugio”.

Entre las piezas que reciben a los visitantes está la instalación que ha diseñado Christian Lagata para el Arco de San Miguel, en la que las tuberías metálicas y las rejillas de ventilación conviven con plantas, ramas y arbustos secos. A través de esa obra, Sin título (Intruso II), el jerezano ahonda en cuestiones que atraviesan su producción: cómo la naturaleza se abre paso en el paisaje urbano y los solares abandonados, el contraste que se genera entre “la frialdad de los materiales industriales y el calor de las vidas que cobijan”. 

'Sundow' de Chema Rodríguez. / José Luis Montero

A Lagata le interesan “las consecuencias estéticas y políticas de las múltiples crisis superpuestas” que ha padecido su generación, una inquietud que comparte con otros creadores. Fernando García Méndez reflexiona sobre el fracaso de los ideales europeos en Refallen Star, mediante una estrella a la que dio forma con materiales de derribo de un supermercado en Poznan cuyo nombre se asemejaba a la palabra que define pobreza en polaco. Rafael Pérez Evans denuncia también el impacto de una economía despiadada al recrear en su pieza Upgrade: Orchids for Potatoes cómo la implantación de un orquidario acabó en Estepona con la cooperativa agrícola más antigua de Andalucía.   

Los diálogos entre pasado y presente se suceden a lo largo del recorrido. Álvaro Albaladejo hermana en Alicia y Nilo el patrimonio histórico con la memoria sentimental y familiar: reproduce en hormigón elementos arquitectónicos y ornamentales, así como manos y el vientre de una mujer embarazada, motivos que remiten a su madre y a su hijo. Los musgos y líquenes que brotarán en las esculturas convierten la propuesta de Albaladejo en “un organismo en constante transformación”. La argentina afincada en Málaga Florencia Rojas, entretanto, recuerda en Mosaico de Carabanchel la cárcel que había en este distrito en un trabajo que su creadora entiende como “un acto de resistencia contra el olvido”. El sevillano Manuel Zapata recurre en Archivo 89 a los carteles de fiestas andaluzas que imprimió su padre, pero los muestra al público sin desenrollar, como su progenitor los custodiaba, en una instalación que destila una emoción contenida y que se pregunta por esa discriminación entre “lo popular y la alta cultura” y los “legados” que heredamos.  

'Archivo 89' de Manuel Zapata. / José Luis Montero

Muchas de las piezas recogidas en Tablao brindan una relectura de las tradiciones y costumbres, como hace la gaditana Marta Galindo en Jardín de verano, una obra gestada gracias al Encuentro de Arte de Genalguacil, que emula a las cortinas de abalorios que cuelgan a las entradas a las casas y evoca también los bordados y el arte floral, con la que Galindo quiere “poner en valor el trabajo femenino y los cuidados, que en las ciudades y en las zonas rurales suele correr a cargo de las mujeres”. 

Tablao alberga también a otros artistas que sirviéndose de la tecnología “desdibujan las fronteras entre lo físico y lo virtual”. En Mosca hueca, de Olga Albillos, el público, al que envuelve el murmullo de un enjambre, “comienza a percibir la obra con el sonido antes que con la vista”. Harmonic Pattern, de Cachito Vallés, traslada a un tetraedro conformado por lámparas LED la musicalidad audaz e irresistible de John Coltrane. En la capilla de San Bruno, Isabel Bonafé regresa al sosiego y el misticismo que una vez se respiró en el monasterio cartujo con un prodigioso uso de la luz y una sensible aproximación a conceptos como ausencia, memoria o fragilidad. 

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