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Poderosa historia filmada con oficio e interpretada con genio

El superviviente de Auschwitz | Crítica

Vicky Krieps y Ben Foster en 'El superviviente de Auschwitz'. / D. S.

La ficha

**** El superviviente de Auschwitz. Drama, EE UU, 2021, 129 min. Dirección: Barry Levinson. Guion: Justine Juel Gillmer. Música: Hans Zimmer. Fotografía: George Steel. Intérpretes: Ben Foster, Vicky Krieps, Billy Magnussen, Peter Saarsgard, John Leguizamo, Danny de Vito.

Hace 41 años que, tras ser guionista televisivo de famosos shows, como el de Carol Burnett, y guionista de Mel Brooks y Jewison nominado al Oscar por Justicia para todos, Barry Levinson debutó como director con Diner (1982) a la que siguieron buenas y sólidas películas que a veces fueron también grandes éxitos como El mejor (1984), Good Morning Vietnam (1987), Rain Man (1988), Bugsy (1991), Sleepers (1996), La cortina de humo (1997), Liberty Heights (1999), No conoces a Jack (2010), La sombra del actor (2014) o Paterno (2018), en las que en muchos casos abordó los temas más duros o controvertidos -abuso de menores, eutanasia, racismo, corrupción política y policial- sin abandonar los caminos del más sólido cine comercial, poco brillante pero siempre eficaz. A punto de cumplir los 80 años -esta película es de 2021- se atrevió con la trágica y oscura historia de supervivencia en condiciones extremas de Herschel Haft.

Tras una infancia miserable en la Polonia de los años 30, niño judío de una familia deshecha, Haft fue internado por los nazis cuando tenía 17 años en un campo de concentración cercano a Auschwitz donde, dada su fuerte complexión, los verdugos le obligaron a convertirse en boxeador para su diversión, haciéndole pelear, muchas veces a muerte, con otros compañeros presos. Al aproximarse las tropas rusas logró matar a un soldado alemán y huir vistiendo su uniforme. En su fuga asesinó a un matrimonio anciano que le había acogido, temiendo que descubrieran su impostura y lo delataran. Tras llegar a un campo de refugiados estadounidense siguió boxeando de forma amateur hasta emigrar a Estados Unidos en 1947, donde tuvo una breve carrera como boxeador profesional hasta su retirada, tras perder un combate que sabía perdido de antemano pero aceptó por razones más emocionales que deportivas con el mítico Rocky Marciano. El resto de su vida fue la de un pacífico tendero de Brooklyn casado y con tres hijos hasta su fallecimiento en 2007.

La vida de Haft plantea con la mayor crudeza los límites hasta los que puede ser (y acepta ser) empujado un hombre para sobrevivir. Figura no muy conocida y controvertida entre la comunidad judía americana -pesaba sobre él la acusación de haber matado en los más de 70 combates del campo a otros judíos para sobrevivir y para diversión de los verdugos- su hijo Alan escribió en su defensa su biografía en 2003, tras lo que, de alguna forma, fue rehabilitado poco antes de su muerte al comprenderse las excepcionales y trágicas circunstancia a las que se enfrentó. En esta biografía se basa la película.

En esa línea de compromiso que marca la carrera de Levinson, y siempre fiel a su estilo inspirado en la maciza solidez narrativa del buen cine comercial americano, afronta esta historia que supongo interpela de forma especial a este hijo de emigrantes judíos rusos que ya trató el antisemitismo -esta vez en los Estados Unidos de los años 50- con la en parte autobiográfica Liberty Heights. Lo hace con una sobria eficacia que elige conjugar en pasado, con flashbacks, la recreación del horror de los campos de exterminio y en presente su vida en Estados Unidos como boxeador, trenzando su lucha con las cicatrices de la memoria (quien sobrevivió a tan duro precio será siempre un superviviente en lucha consigo mismo y sus traumáticos recuerdos) con dos poderosas historias de amor, la búsqueda de uno del pasado roto por el Holocausto y el nacimiento de otro.

Lo mejor, como siempre en Levinson, uno de los directores de confianza de De Niro y Pacino, son las soberbias interpretaciones de todo el reparto, especialmente las de Ben Foster, Vicky Krieps y Danny De Vito. Ellos dan a la película su mayor fuerza dramática. Sin olvidar, en lo que emoción se refiere, la banda sonora de Hans Zimmer con quien ya había trabajado en Rain Man, que es mérito también de Levinson el tino para elegir compositores como Randy Newman, Morricone, Williams o Zimmer. A los 80 años el veterano artesano ha filmado una de sus mejores películas.

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