"El sueño que me desvela es no perder la ilusión por la música"
David Peña, Dorantes. Pianista y compositor
El músico presenta hoy en los Encuentros Flamencos de Mairena el disco que ha publicado con el contrabajista Renaud García-Fons, 'Paseo a dos'.
-Usted ha titulado su disco Paseo a dos, pero en realidad es un trayecto mucho más complejo, un sugerente viaje por distintas sonoridades.
-Es una aventura en la cual hemos intentado encontrar horizontes nuevos. Yo lo veo como un paseo de dos grandes amigos que se quieren y se compenetran, no sólo en la música: en nuestras charlas, en nuestra forma de ver la vida. El disco es como un resumen de una amistad que se transforma en música.
--Conoció a García-Fons hace siete años en el Etnosur. Quién le iba a decir que ese encuentro marcaría su carrera.
-Sí. En ese momento yo lo invité porque lo admiraba muchísimo, conocía sus trabajos anteriores, y cuadraba en un proyecto que me encargaron bastante gordo, con orquesta. Yo no sabía que seguiríamos caminando juntos, pero él se sintió a gusto con mi música, yo con la suya, y fuimos dando conciertos, a dúo o a trío. Hasta que hace dos años hablamos tras una de esas actuaciones en el hall de un hotel y planeamos hacer algo juntos, algo con composiciones nuevas, planteado para los dos. Ahí empezó todo.
-Nuestro compañero Juan Vergillos afirmaba tras ese espectáculo que a la luz y a la pulcritud de su piano le venía muy bien la austeridad un tanto oscura del contrabajo de García-Fons.
-Sí, puede ser. Cada uno tiene una personalidad que encaja con el otro. Yo toco con mucha gente y esa complicidad no es fácil encontrarla. Sí, seguramente él tenga una parte más oscura y yo una más luminosa, pero lo cierto es que encajamos.
-Cuando promocionaba el disco, decía que habían trabajado para que no pareciera que usted y su compañero estaban solos, necesitaban "llenar de sonido" cada composición.
-Ése fue uno de los retos. Teníamos dos instrumentos, piano y contrabajo, pero no nos quedábamos en lo que solíamos hacer. Buscábamos un sonido diferente dentro de nuestras posibilidades. Queríamos dar variedad y colorido. En lo que dura el disco, que creo que son 45 minutos, hay que crear ambientes diferentes para que la obra sea más rica. Yo meto las manos dentro del piano e incluso rasgueo dentro de las cuerdas, él crea percusión...
-Prueba de la enorme proyección internacional que tiene es que los artículos sobre sus últimos conciertos están escritos en alemán, francés... ¿Qué tal ha ido la gira?
-Ha ido muy bien. Ahora volvemos al Festival de Jazz de París, que es importante; vamos a Montreal, seguimos luego con la gira por España... Hace poco estuvimos en Hamburgo, es lo último que Renaud y yo hicimos juntos. Fue para la radio de allí, y el público recibió muy bien nuestro dueto. Nos invitan a muchos espacios de música de jazz, y de clásica, y también de flamenco.
-Ha mencionado el Festival de Jazz de Montreal. Actuar en él era uno de los sueños a los que aspiraba y que cumplió. ¿Qué metas le quedan?
-Sigo teniendo muchas ilusiones, pero las que albergas cuando eres más joven y te encierras en un cuarto esperando que las cosas salgan, son más fuertes. Y la verdad es que he cumplido muchos de esos sueños. Al final, la meta a la que das más importancia es la de conservar la ilusión por la música. No dejarte caer en la monotonía, que no te aburras con las composiciones ni con el mismo teclado... Mantener la ilusión. En eso no he bajado el listón, aunque a veces siento que esa meta cuesta. Ése es el objetivo que tengo. Más que tocar en determinados espacios o con determinados artistas, me preocupa no perder esa emoción.
-Una presión extra que tienen muchos músicos flamencos es que tienen que ser compositores de su repertorio.
-Se nos exige mucho instrumentalmente, en la técnica, pero también a la hora de componer. Hay muchos ámbitos en los que eso sucede, pero por ejemplo en la clásica no: o uno es intérprete o compone, pero no tiene que hacer las dos cosas. Eso sí te pone tenso, te obliga a tener mucha preparación. Tienes que estar pensando en ello todo el día, leyendo, viendo qué se hace...
-Usted siempre se ha movido en ese equilibrio entre la formación del conservatorio y el alma de esas fiestas flamencas de las que era testigo en su casa de Lebrija.
-La intuición es la parte más básica del músico. La intuición de los compases, los silencios, pero también los recuerdos, las vivencias... Pero también está la preparación. Yehudi Menuhin dio una conferencia en Madrid a los maestros de cuerda, y les dijo que la música no estaba sólo en el conservatorio, sino también en las calles, en los barrios, en todos lados. Esa mezcla de las dos partes es importante en un músico. Lo heredado, lo intuitivo, a lo que llegas sin método, y luego el método, que hay que aprenderlo, en el conservatorio o en la academia.
-Usted, cuando se preparaba, no tendría muchos referentes de piano flamenco. ¿Eso fue duro?
-Sí, al principio sí, claro. No tenía nadie que me dijera el piano se toca así, no había una fórmula para el flamenco. Tuve que buscar mi sonoridad, porque la del clásico no funcionaba para lo que yo quería hacer. El flamenco requiere un sonido rasgado, roto, y yo tuve que perseguir eso. Había gente a la que admiro como Pepe Romero, pero no me servía como referente en el sentido de que a mí me interesaba un concepto más pianístico, un registro diferente al flamenco. Metido en mi casa, en un cuarto, pues sí, me sentí solo y me tuve que buscar la vida. Escuchar mucho y trabajarme una teoría.
-El concierto de hoy será muy especial para usted. Primero actúa su familia y luego presenta el disco que ha hecho con García-Fons.
-Sí, esa parte primera va a ser muy emotiva, y luego presentaré mi disco. Así que voy a disfrutar de mi familia, y luego a dar el concierto. Sí que será especial.
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