Los subterráneos de Brno

El checo Jirí Kratochvil construye un extraordinario juego literario en forma de divertida novela policiaca ambientada en la época del terror estalinista.

El escritor checo Jirí Kratochvil.
El escritor checo Jirí Kratochvil.
Fernando Pérez Ávila

05 de mayo 2013 - 05:00

La promesa de Kamil Modrácek. Jirí Kratochvil. Trad. Elena Buixaderas. Impedimenta. Madrid, 2013. 320 páginas. 21,95 euros.

Aproximaciones a la vida en un subterráneo ha habido varias en la literatura y en el cine, desde el mundo subterráneo de Kusturica en Underground hasta la vida en un ataúd de la más reciente Buried, del español Rodrigo Cortés. Incluso en la vida real, que siempre termina superando a la ficción. No hace muchos años se descubrió a un tipo, Josef Fritzl, que mantuvo a su familia secuestrada durante décadas en un sótano de un pequeño pueblecito de Austria llamado Amstetten, que desde entonces se ganó su sitio en la historia de la crónica negra europea.

En Brno, la ciudad checa en la que se desarrollan la mayoría de las obras de Jirí Kratochvil, no vivió nunca, que se sepa, ningún monstruo como el de Amstetten. Pero sí hay un laberinto de subterráneos, a veces atestados de huesos de gente que se refugió en ellos huyendo de alguna guerra y se quedó allí hasta la muerte. Kratochvil utiliza esos pasillos del subsuelo para vertebrar la trama de una extraordinaria novela, La promesa de Kamil Modrácek, recién publicada por Impedimenta.

Kamil Modrácek es un arquitecto que trabaja al servicio de los horteras burócratas comunistas de la Checoslovaquia de los años 50. Su hermana, pintora, es considerada una enemiga del régimen porque huye de la doctrina del realismo social y abraza las nuevas corrientes abstractas, tan amigas del capitalismo imperante en el mundo occidental. Así que un día es detenida y aparece muerta en el calabozo. Kamil, como el Darín de El secreto de sus ojos, jura venganza y para ello serán indispensables los subterráneos de la ciudad.

Kratochvil juega a su antojo con el estilo, demostrando un dominio absoluto del lenguaje y de las técnicas narrativas. Cambia de narrador cuando le da la gana, pasa del diálogo al monólogo, introduce juegos literarios, mete a figuras como Nabokov o a él mismo, presenta a personajes que parecen no aportar nada y que cobran una fuerza inusitada al final. De esta manera construye una pieza de relojería perfecta en la que todo encaja, una novela policíaca que se libera con fuerza de cualquier corsé de género. No debe pasar desapercibido el trabajo de Elena Buixaderas en la traducción.

La obra está estructurada en capítulos muy cortos, con lo que la lectura se hace sumamente placentera. La mayor parte de ella está ambientada en la Brno comunista, una época gris y anodina en la que la Policía secreta ejerce una vigilancia omnipresente, en la que se investiga a todo aquel que se salga de la norma marcada por la madre Rusia. Es una ciudad en la que los mejores escritores fueron enviados a trabajar a la fábrica por, por ejemplo, escribir una novela de guerra protagonizada por un paracaidista británico en vez de un soldado soviético.

Y, por si fuera poco, la novela es extremadamente divertida, pese a la dureza de la trama en sí y de la época en la que está ambientada. La carga crítica contra el bolchevismo se basa en la carcajada. "Todo el mundo sabe que a los rusos les atrae lo hortera del mismo modo que a las mismas necrobióticas los cadáveres", dice uno de los personajes para referirse a la arquitectura soviética. O, por seguir con las comparaciones, sirva esta frase extraída de los primeros capítulos: "Llamaban la atención más que un juez con su toga en un tiovivo de feria; no, no es eso; más que un chupón en el cuello de la reina de Inglaterra; no, tampoco, pero se tendrán que conformar con esto si queremos avanzar".

Comparaciones así hay a lo largo de toda la obra. Kratochvil hace, además, lo que algunas de las mejores series americanas. Decide parar la acción y dedicar un capítulo a otra historia, aparentemente sin relación con la trama principal pero que luego se revelará importante. Un detective que en realidad es carnicero y a quien le fascinan las historias de infidelidades, y que resuelve los casos con un curioso método, será tan fundamental como el arquitecto Modrácek.

A Kratochvil se le ha comparado con Kundera. El coloso de las letras checas dijo de él que es lo más importante que le ha ocurrido a la literatura de este país desde 1989. Kratochvil acepta el cumplido. "Kundera sobresale entre los escritores de la literatura checa porque él no refleja una realidad, sino que construye una realidad. Yo hago lo mismo porque no me gusta la realidad, no me gustan las cosas reales y lo que quiero es construir otra realidad. Pienso que ésta es la mayor influencia que Kundera tuvo sobre mí", dijo en una entrevista con la revista digital Culturamas.

Cualquier lector español percibirá también ecos de Eduardo Mendoza y su detective sin nombre. Incluso habrá quien lo emparente con Daniel Pennac y la serie de la familia Malaussene por ese humor con el que lo trata todo y por esa multiplicidad de voces y personajes. La novela se publicó en Chequia en 2008 y ahora llega a España, de la mano de Impedimenta. Este mismo sello ha publicado otra obra suya, En mitad de la noche un canto. El año pasado, La promesa de Kamil Modrácek fue elegida entre las diez mejores novelas policiacas publicadas en Alemania el año pasado. Y si lo dicen los alemanes, ahora que arrasan también en el fútbol, será que llevan razón.

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