La ventana
Luis Carlos Peris
El día que portamos a la Macarena
ARIADNE AUF NAXOS | CRÍTICA
*****Ópera de Richard Strauss a partir de un libreto de Hugo von Hofmannsthal. Solistas: Lianna Haroutounian, Elena Sancho Pereg, Michael Witte, José A. López, Cecelia Hall, Gustavo López Manzitti, Juan Ramos, Vicenç Esteve, Andrés Merino, Javier Povedano, Carlos Daza, Emmanuel Faraldo, Daniel Noyola, Juan A. Sanabria, Sonia de Munck, Anna-Doris Capitelli y Ruth Rosique. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Producción del Teatro de la Maestranza originaria del Theater Regensburg. Dirección de escena: Joan Anton Rechi. Escenografía: Gabriel Insignares. Vestuario: Sandra Münchow. Iluminación: Alberto Rodríguez Vega. Dramaturgia: Pia-RabeaVornholt. Dirección musical: Guillermo García Calvo. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado, 14 de diciembre. Aforo: Tres cuartos.
Teatro, teatro, sólo teatro, puro teatro. Hay quien utiliza la escena como tribuna política, o como cátedra de Filosofía, o como diván del psicoanalista, emborronando en muchos casos el argumento y música de una ópera con exceso de discurso. Máxime cuando esa hybris logorreica no aporta nada a la comprensión del texto original, sino que lo confunde y ensucia. Por suerte, la concepción de Rechi para esta ópera (o metaópera) es simplemente teatral. Simple y maravillosamente teatral, porque de principio a fin estamos ante un auténtico espectáculo escénico lleno de sabiduría de lo que puede dar de sí el espacio teatral, de lo que funciona o no funciona de cara al público, de lo que realmente extrae del texto todo el jugo escénico. Es para mí una de las producciones más inteligentes y brillantes de los últimos años del Maestranza. Da gusto disfrutar del movimiento de los actores, del uso de los elementos escenográficos, de la luz. Y todo desde una comicidad elegante e inteligente que sabe superponer los tres planos narrativos: los de la españolada que actores españoles están rodando en el Berlín hitleriano, el de la mansión en la que actores, bailarines y cantantes deben actuar y los de la ópera seria trufada de pantomima que se representa en la segunda parte. Se establece así ese distanciamiento del que hablaba Brecht, esa voluntaria separación entre texto y acción, especialmente durante la representación de la ópera seria, durante la cual el texto poético de Ariadne, Baco, la Náyade, la Dríada o el Eco no recibe una actuación acorde al mismo, sino que Rechi se afana por hacernos ver en todo momento que todo es una representación, con los cantantes interactuando con el público en eficaces guiños cómicos. O rivalizando entre sí para ocupar el primer plano. Y con la complicidad de unos cantantes que son estupendos actores desde el primero al último nombre del reparto, todo derivó en un éxito sonado y unánime de público, que ovacionó a Rechi con efusividad.
Otro puntal fundametal fue la dirección de García Calvo, puntillosa y milimétrica en el prólogo, con sonido camerístico y suntuosa y mórbida en la segunda parte, extrayendo de la reducida orquesta un brillo y una expansividad gloriosos. El último cuarto de hora fue de una intensidad (¡con treinta y seis músicos!) y una belleza orquestal inolvidables. Se nota su amplia experiencia en el foso por la manera de respirar con las voces, de mimarlas y de llevarlas en volandas a los clímax emocionales. Y ello que tuvo ante sí a algunas voces no sobradas de volumen y que, además, cantaban a menudo desde el fondo de la escena, con los problemas de proyección de la voz y el riesgo de taparla con la orquesta, especialmente durante el prólogo.
Y el tercer elemento fundamental para cerrar con éxito la noche fue un plantel magnífico de voces.Haroutounian utilizó su voz de spinto para desplegar una línea de canto llena de lirismo y de brillo, con potencia y metal sobrados en la sedosa franja superior. Suyas fueron las frases más bellamente enunciadas de toda la noche durante su maravilloso dúo con Baco. López Manzitti fue un canónico heldentenor de voz atronadora y cálida a la vez, capaz de sostener largas frases. Pura seda la voz de Hall, con un fraseo muy detallista, al igual que José A. López, con su voz perfectamente proyectada. Sancho Pereg, hizo brillar el cascabeleo de su registro sobreagudo de manera rutilante, si bien en resto de su tesitura se apreció un sonido más bien pequeño. El trío Rosique-Munck-Capitelli firmó momentos deliciososo en el que sus bellas voces se trenzaban en sutiles juegos y giros. Al igual que el equipo masculino de Daza, Faraldo, Noyola y Sanabria, perfectamente ensamblado. Sin olvidar la solidez y el brillo de Vicenç Esteve y la idoneidad de Witte como tenor cómico. Excelemte el resto de los cantantes y actores.
Y lo último: si usted es de los que aún no ha adquirido su entrada dubitativo sobre esta ópera inédita en Sevilla, no se lo piense. Quedan suficientes entradas y no se arrepentirá. Y lo recordará por mucho tiempo.
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