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Literatura
En Dos solitarios, uno de los primeros relatos que escribió Stefan Zweig, dos operarios de una fábrica coinciden a la salida del trabajo. Ella, que ha cargado toda la vida con la etiqueta de Jula la feúcha, está cansada de que los compañeros se mofen de su físico; él se ha quedado atrás en la multitud porque arrastra un pie tullido. La casualidad quiere que esos dos inadaptados empiecen a hablar y encuentren el uno en el otro todo lo que el mundo les niega: la aceptación, la esperanza, el calor.
El escritor austriaco apenas estaba empezando en las letras –esa narración se publicó en 1901, un año más tarde que las piezas con las que arrancó su carrera, Sueños olvidados y Primavera en el Prater– pero atravesaban ya sus páginas la piedad y el interés por el ser humano por los que se caracterizaría más tarde. "Ese sentimiento, la compasión, está muy presente en su obra. Él analiza las situaciones desde ahí, intenta comprender a sus personajes, lo que hace que sus relatos sean tan emocionantes", señala Alberto Gordo, que ha traducido para Páginas de Espuma el volumen de los Cuentos completos que agrupa toda la narrativa breve del autor de El mundo de ayer.
El tomo, de más de 1.300 páginas, reúne algunas piezas poco conocidas de Zweig pero recupera también clásicos tan celebrados como Carta de una desconocida o Mendel, el de los libros. Una "catedral literaria", como la describen sus editores, que llevó a Gordo "un año de trabajo ininterrumpido, muy intenso y muy grato", cuenta el traductor, que se marcó como uno de los objetivos principales de su labor "mantener la sintaxis de Zweig, que tiene una prosa muy melódica, una cadencia que se puede reproducir perfectamente en español, que es un idioma muy maleable. Él consigue una prosa de frase larga pero a la vez ágil, una de las claves que hace que su obra se lea rápido", argumenta el especialista sobre un narrador que "cambia también mucho de tonos, adapta el estilo dependiendo del relato que esté contando, y es algo en lo que tienes que fijarte como traductor. No es lo mismo la atmósfera de leyenda de Los ojos del hermano eterno que la ligereza de Primavera en el Prater".
Ya desde los primeros relatos Zweig muestra esa asombrosa intuición con la que retrataba las pasiones humanas, una delicadeza que alcanza su cumbre en textos como Carta de una desconocida o Amok. "Tenía una profundidad psicológica apabullante. Joseph Roth le decía que los suyos eran libritos para leer en el tren, y había quien lo reducía a autor de best sellers, pero su dominio es innegable. Se mete en la cabeza de sus criaturas con una verdad que pocos escritores consiguen", sostiene Gordo, que destaca los "grandísimos personajes femeninos" que perfila en su obra, "como Erika Ewald o Irene, la protagonista de Miedo".
Hay que leer, prosigue el traductor, estas historias "en su época, en su contexto. No podemos pedirle entre sus heroínas a grandes mujeres empoderadas, pero sí hay quienes rompen las normas y no responden a las convenciones, como la Madame de Prie de Historia de un ocaso. En el inicio de Veinticuatro horas en la vida de una mujer los personajes están discutiendo en el hotel donde se hospedan sobre esa dama que ha dejado a su marido para irse con un joven, y se intuye que Zweig está detrás de la opinión del narrador, que defiende que esa mujer pueda buscar la libertad si está infelizmente casada", expone Gordo, que recientemente ha trasladado al español otros libros como Apuntes del señor Dama, de Franziska zu Reventlow, o Una novela lírica de Annemarie Schwarzenbach, ambas editadas por Firmamento.
Zweig, opina su traductor, "estuvo muy atento a su tiempo, como buen hombre de letras", y sus cuentos proponen un correlato con su época. Así, se aprecia la estela de Freud en piezas como Ardiente secreto, por el que asoma el complejo de Edipo, o Confusión de sentimientos, que explora la tensión sexual entre un profesor y un alumno y se cierra con un beso entre los dos protagonistas. "Freud influyó mucho en él, que habla de la sexualidad reprimida o de la importancia de los sueños en sus relatos. Pero Zweig también abordó otros temas en consonancia con su momento: el sionismo, la Segunda Guerra Mundial, el nazismo", explica Gordo.
Narraciones como Los ojos del hermano eterno desvelan también a un hombre de profunda espiritualidad, que reivindica la entrega a los demás y la humildad como formas de estar en el mundo. "Friderike Zweig, su primera mujer, contaba en sus memorias que esos ideales recorren toda su obra. Ahora que se lleva tanto la autoficción, él dejaba ver mucho de sí mismo, de su perspectiva de la vida, en sus obras, y esa espiritualidad es uno de sus rasgos. Le asombraba que el mundo no compartiera esos valores, y eso hizo que cada vez se volviera más pesimista", lamenta el traductor. Ese desencanto, como se sabe, acabó provocando el suicidio de Zweig y de su esposa, Charlotte Altmann, el 22 de febrero de 1942.
Zweig tuvo la inteligencia, destaca Gordo, de "coger los temas de la novela decimonónica y adaptarlos a novelitas cortas. Se da cuenta de que los lectores ya no quieren esos tochos tan extensos de décadas antes, que los hábitos han cambiado. No es casual que se le siga leyendo con devoción todavía", declara el traductor, a quien sorprendió "la notable presencia del judaísmo" en la obra de Zweig. "En las cartas con Joseph Roth se le acusa de ser un judío asimilado, de ser un paladín de la cultura alemana, pero al leerlo te das cuenta de que el judaísmo fue una preocupación que le persiguió toda su vida, y que está en cuentos como En la nieve o El candelabro enterrado".
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