Sin sorpresas

Pablo J. Vayón

30 de enero 2018 - 09:05

Sevilla/Camerístico, barroco y dominado por intérpretes españoles y repertorios europeos. Las notas que definen la trigésimo quinta edición del Festival de Música Antigua de Sevilla mantienen la línea de años anteriores y la visión de su director artístico, que incluye la presencia de un par de espectáculos más teatrales que realmente musicales (los de Claroscvro y Nao d'amores, grupos que han repetido ya con éxito en la muestra) y la incursión en universos musicales paralelos, en este caso, sólo jazzísticos, con el experimento de Carlos Mena junto a la Disfonik Orchestra y la nueva visita de Uri Caine, esta vez en compañía de Paolo Fresu, un gran maestro italiano de la trompeta y el fliscorno.

Que el peso del festival gravite sobre el repertorio barroco parece normal, aunque un año más la música medieval está ausente, la presencia de la polifonía renacentista resulta muy escueta y la de la música posterior a 1750 es casi testimonial (sólo en el concierto inaugural). Si bien la presencia de músicos sevillanos se ha reducido porque copan las ocho citas del ciclo que se celebra desde este jueves y durante el mes de febrero por el Año Murillo, el Femás sigue apostando básicamente por los intérpretes españoles, una fidelidad que se fundamenta en el notable nivel alcanzado en nuestro país, pero que no debería ser un freno continuo a la visita de los grandes conjuntos del exterior.

En cualquier caso, el dibujo general admite matices. La crecida aportación del Centro Nacional de Difusión Musical, que se dio a conocer cuando esta institución dependiente del Ministerio de Cultura presentó su programación en mayo del año pasado, y que se salda finalmente con su colaboración o coproducción (el matiz parece meramente burocrático) en seis conciertos, ha permitido la oferta de dos grandes espectáculos en el Teatro de la Maestranza, que ha participado también directamente en uno de ellos. Se trata de una versión de concierto de Rinaldo, posiblemente la cita más esperada de toda la muestra. Como la otra velada que tendrá por sede al teatro del Paseo Colón consiste en la actuación de The King's Consort, que vendrá con una gran formación orquestal, quizás haya que empezar a dar la razón a algunos directores barrocos españoles que se quejan de que los ciclos y festivales patrios dejan siempre los platos grandes para los grupos extranjeros (con la excepción que todo el mundo conoce).

El hecho de que sea noticia la presencia de una ópera barroca en versión de concierto empieza a resultar también descorazonador. Tras el éxito extraordinario del recital de la Orquesta Barroca de Sevilla con Ann Hallenberg y Vivica Genaux de hace diez días, no parece descabellado pensar que en la ciudad hay un público nutrido y ávido de asistir a espectáculos líricos barrocos completos, esto es, con escena. Ocho años pasarán en breve de la exhibición de una Parténope de Vinci que venía en gira; más de nueve del Julio César de Haendel, la última apuesta seria del teatro por un título barroco. ¿Resulta de verdad imposible que el Maestranza y el Femás coordinen esfuerzos y fechas para ofrecer, en condiciones de igualdad con el resto de la temporada lírica del teatro, alguna de esas obras (de Monteverdi a Haendel, pasando por Cavalli, Vivaldi, Pergolesi o Rameau) que son ya parte irrenunciable de la programación de los grandes centros de ópera del mundo?

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