En la piel del silencio

Sorda | Crítica

Álvaro Cervantes y Marian Garlo en una imagen del filme de Eva Libertad.
Álvaro Cervantes y Marian Garlo en una imagen del filme de Eva Libertad.

La ficha

**** 'Sorda'. Drama, España, 2025, 99 min. Dirección y guion: Eva Libertad. Fotografía: Gina Ferrer. Música: Aránzazu Calleja. Intérpretes: Marian Garlo, Álvaro Cervantes, Elena Irureta, Joaquín Notario.

Pocos ejemplos más claros del cine como máquina de empatía que este deslumbrante debut de Eva Libertad recién premiado en Málaga que prolonga y expande su corto homónimo de 2021. Una máquina construida además sobre los cimientos de una protagonista sorda trazada desde la complejidad, la contradicción y el gesto desabrido que, a la postre, se revelan como los grandes asuntos y el muro a salvar para acceder a ese interior que tal vez ningún oyente haya podido descifrar de la manera que esta película lo hace.

Sorda arranca envuelta en ciertas trazas que podrían hacer sospechar de que nos encontramos ante un nuevo producto de laboratorio de festivales y diseñado para los premios: mujer, discapacidad, estigma social, entorno artesano y rural, maternidad incipiente, inevitable crisis de pareja… Empero, tal vez consciente de ello, Libertad se centra pronto en su protagonista como cuerpo en constante combate con el entorno y consigo mismo, una mujer cuya opacidad emocional se manifiesta en la brusquedad y la confrontación, en una extrañeza que no estamos acostumbrados a ver. Marian Garlo vuelca su propia experiencia siempre en el límite, demarcando esa singularidad difícil de traducir para todo aquel que busque respuestas fáciles y personajes transparentes.

Todo lo que la rodea rema además a favor de corriente bienintencionada: unos padres comprensivos dentro de sus limitaciones, una pareja ejemplar y comprometida (Álvaro Cervantes, también extraordinario), un grupo de buenos compañeros de trabajo y amigos leales… Sin embargo, Ángela vive su sordera como una losa pesada y la utiliza a veces como un arma arrojadiza. El inminente nacimiento de un hijo abre también nuevos temores sobre el futuro, el parto se convierte en una intensa escena dramática y lo que viene después tampoco ofrece certezas sobre la maternidad, la relación de pareja y sus conflictos multiplicados.

Empero, es un gran último gesto, un gesto sonoro como no podía ser de otra forma, el que revela y libera esta película de sus numerosos nudos: un inesperado cambio de perspectiva nos sitúa al fin en esa subjetividad hasta entonces apenas vislumbrada, dentro de esa cámara de eco donde ni la lengua de signos ni los audífonos sirven para mucho. La distorsión y el silencio desvelan así ese aislamiento, ese solipsismo y esa desconexión profunda que acompañan el día a día de una mujer que aspira a poder comunicarse con su hija y con el mundo sin muletas, condescendencia ni intermediarios.

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