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Solos en la noche | Crítica

Una imagen del filme de Guillermo Rojas.

La ficha

** 'Solos en la noche'. Comedia dramática, España, 2024, 88 min. Dirección y guion: Guillermo Rojas. Fotografía: Alejandro Espadero. Música: Miguel Rivera. Intérpretes: Pablo Gómez-Pando, Andrea Carballo, Alfonso Sánchez, Félix Gómez, Paula Usero, Beatriz Arjona, Jacinto Bobo. 

En la época en la que las series de televisión quieren parecerse cada vez más al cine, se siguen haciendo películas que nos recuerdan demasiado a las series, y no precisamente a las más audaces o estilizadas. Es el caso de esta Solos en la noche que, a pesar de las reminiscencias garcianas de su título, se mira demasiado en Cuéntame como modelo estético, interpretativo, pedagógico y narrativo para su particular recreación íntima de aquella famosa noche del intento fallido de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 en las claves algo acartonadas de un sainete protagonizado por un grupo de abogados laboralistas que exhiben sus respectivos estereotipos progres en el límite de la autoparodia.

Guillermo Rojas (Una vez más) aspira a homenajear y santificar a la generación (por lo que parece más comprometida que asustada) de sus padres con un filme que nace del anecdotario autobiográfico y una voluntad de ligereza desmitificadora para acabar abrazando otro tipo de amnesia teleológica. Porque todo aquí huele a recreación, interpretación y a nostalgia idealizadas, en una operación segura que hace pasar la perspectiva del presente y lo ya sabido por un momento histórico que se sigue mirando como piedra angular y milagrosa para la salvación de un espíritu de concordia democrática.

Un filme de apenas seis personajes, tres escenarios, un viejo coche y un bebé de látex que apura su posibilismo presupuestario entre diálogos explicativos sobre el estado de la nación (también la argentina) y una deriva de picaresca y enredo romántico que acaba juntando a cada oveja con su pareja entre poemas de Darío y dejando en las ondas nocturnas uno de esos emotivos discursos para la historia que tiene tanto de idealista como de ingenuo. Que en el pleno 2024 sean estas las maneras y formas de recordar y recrear la España convulsa de 1981 dice bien cómo aquel espíritu incierto de la Transición ha acabado domesticando todo lo que toca y también cómo el cine de aquellos días fue infinitamente más atrevido, rugoso y libre que el de ahora.        

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